JAMÓN, JAMÓN. 1992. 93´. Color.
Dirección: Bigas Luna; Guión: Cuca Canals y Bigas Luna. Diálogos adicionales de Quim Monzó; Dirección de fotografía: José Luis Alcaine; Montaje: Teresa Font; Música: Nicola Piovani; Diseño de producción: Gloria Martí-Palanqués y Pep Olivé; Producción: Andrés Vicente Gómez, para Lolafilms- Ovideo TV-Sogepaq (España-Francia).
Intérpretes: Stefania Sandrelli (La madre puta); Anna Galiena (La puta madre); Juan Diego (El padre); Penélope Cruz (La hija de puta); Javier Bardem (El chorizo); Jordi Mollà (El niñato); Tomás Penco, Armando del Río, Diana Sassen, Chema Mazo, Nadia Godoy, Marianne Hermitte, Susana Koska.
Sinopsis: Una mujer rica, casada con el dueño de una importante marca de ropa interior masculina, se opone al noviazgo entre su único vástago y la hija de la dueña de un club de alterne.
Después del éxito, mucho más comercial que artístico, de Las edades de Lulú, Bigas Luna se embarcó en lo que se dio en llamar la trilogia ibérica,disección de lo español según el muy particular punto de vista de un director al que pueden discutírsele muchas cosas, pero no el hecho de ser dueño de un sello personal muy marcado. De las tres películas mencionadas, la más célebre, y también la mejor, fue la primera de ellas, Jamón jamón, drama con tintes folletinescos en el que se retrata la España carnívora (en todos los sentidos del término), la de conseguir (o no) las cosas por cojones, la de los cuernos, el medio de transporte como símbolo de estatus, el toro de Osborne y los puticlubs de carretera.
En esta película, Bigas Luna dio inicio a su colaboración con quien sería su mano derecha en sus proyectos inmediatamente posteriores, la escritora Cuca Canals. Ambos idearon un guión, para el que contaron con la colaboración de Quim Monzó en los diálogos, que poco a poco va pasando de la apoteosis/parodia de lo cañí a un arrebatado (y bastante descerebrado, todo hay que decirlo) bolero en el que las pasiones desatadas terminan por destrozar todo lo que se encuentran a su paso. Si aceptamos que una parte no desdeñable del éxito de una obra artística reside en su capacidad para congeniar con los gustos imperantes en la sociedad de su tiempo, y nos da por recordar que, allá por los comienzos de los años 90, los culebrones venezolanos arrasaban las audiencias televisivas de la madre patria, y si a ello le sumamos esa verdad absoluta que dice que el erotismo vende, habremos entendido buena parte del predicamento que, méritos cinematográficos aparte, tuvo Jamón Jamón en el momento de su estreno. El punto de partida del film es algo tan universal como el amor entre dos jóvenes de distinta clase social, y las reticencias que esa relación provoca en la família del miembro más privilegiado de la pareja. Aquí, ese individuo es un niño bien, protegido y dominado por su madre, que es quien de verdad maneja los resortes en la próspera fábrica de calzoncillos que alimenta, y muy bien a la família; ella es la hija mayor de una mujer que se inició en la prostitución después de ser abandonada por su marido, un camionero alcohólico y violento, y que hoy regenta un puticlub de carretera. Como, por aquellas cosas que pasan en los pueblos, esta mujer conoce muy bien tanto al dueño como al heredero de la empresa de ropa interior masculina, la matriarca del imperio de los gayumbos siente por ella una inquina especial, y hará lo que sea por romper el noviazgo entre su hijo y la descendiente de la prostituta. Para ello, recurre al poder de seducción de un chulo de la comarca, protagonista de la nueva campaña publicitaria de la empresa. Sobre el papel, la idea es perfecta, pero surgen dos inconvenientes reseñables: que al macho ibérico le gusta la moza a la que debe engatusar, y que a la estratega no se le ocurre otra cosa que tirarse al elemento esencial de su plan.
Jamón jamón posee un buen número de imágenesicónicas y cargadas de simbología, algunas evidentes hasta lo burdo (las formas de subrayar el poder casi absoluto que tienen un buen par de tetas y un paquete rotundo), y otras más elaboradas, como esas perlas que se desparraman por el suelo cuando la dueña del collar pierde el control de la situación. La película sabe, por supuesto, al maravilloso producto del que toma el título, pero también a sudor, a alcohol barato, a música de gasolinera, a tortilla de patatas (con mucha cebolla, como es de rigor) y, por encima de todo lo demás, a ajo, que es a lo que sabe España, según dijo años más tarde Victoria Adams sin que se alterara ese rostro suyo carente de toda sustancia. Como si de un compendio de la obra de su autor se tratara, se alternan, sin apenas solución de continuidad, las escenas resueltas de un modo brillante con otras que provocan el sonrojo, y no por lo desinhibido del léxico empleado o por la manera de exponer el deseo sexual, que esos peros se los dejo a la hoy tan concurrida, y siempre despreciable, facción de la Liga de la Decencia, sino por lo exagerado y torpe de su puesta en escena. El film contiene, eso sí, el mejor de los trabajos musicales realizados por el gran Nicola Piovani para Bigas Luna, y también variadas muestras del buen hacer de José Luis Alcaine, espléndido a la hora de mostrar esa España semidesértica en la que todo el mundo está de paso, o pierde el juicio… o ambas cosas. Dicho esto, no puedo dejar de mencionar que mis escena favoritas, en las que mejor se funden, a mi juicio, la careta vulgar y el poso trágico de la película, son las del lavabo de la discoteca (con el tema estrella de Chimo Bayo en primer plano) y la muerte del cerdito-mascota.
Uno de los motívos por los que Jamón jamón es más recordada es por haber supuesto el gran espaldarazo a las carreras de sus tres protagonistas jóvenes, Jordi Mollà y la pareja que forman Javier Bardem y Penélope Cruz. Bardem es el mejor actor de todos ellos, y lo demuestra ya aquí casi con tanta fuerza como lo ha demostrado después. Él es el macho alfa por antonomasia en versión castiza, pero dentro de lo arquetípico de su personaje demuestra una variedad de registros que no pasa desapercibida. En él se apoya más de una vez el film, en sus momentos más ridículos, para no perder pie de manera definitiva. Por su parte, Penélope Cruz encarna el eterno femenino, voluble y de buen corazón. Creo que su labor es correcta, pero nada más. Jordi Mollà, en la piel de un niño pijo , tan sobrado de privilegios como falto de verdadero carácter, deja claro que todavía le faltaban muchas horas de vuelo. Anna Galiena, que aparece doblada al castellano, interpreta al personaje central, al que mueve los hilos, y es de lo mejor a nivel intepretativo en un conjunto muy dado al exceso, mientras que Stefania Sandrelli logra, en general, elevar el tono de las escenas en las que interviene. El talento de Juan Diego, probablemente el mejor actor de cuantos aparecen en la película, está muy desaprovechado.
En Jamón jamón, Bigas Luna encandila y confunde, como tantas otras veces, aunque esta película destaca en el conjunto de su filmografía por su grotesco retrato de la piel de toro, siempre muy dada a ello, y por enseñarnos de un modo tan sencillo de comprender qué es eso tan español de odiarse sin conocerse y, por supuesto, cuál es, la diferencia entre una madre puta y una puta madre.