JOY DIVISION. 2007. 93´. Color.
Dirección: Grant Gee; Guión: Jon Savage; Dirección de fotografía: Grant Gee; Montaje: Jerry Chater; Música: Canciones de Joy Division; Producción: Jacqui Edenbrow, Tom Astor y Tom Atencio, para Hudson Productions-Brown Owl Films (Reino Unido).
Intérpretes: Bernard Sumner, Peter Hook, Stephen Morris, Ian Curtis, Tony Wilson, Lindsay Reade, Genesis P-Orridge, Paul Morley, Annik Honoré, Peter Saville, Terry Mason, Anton Corbijn, Richard Boon, Richard Searling, Liz Naylor, Iain Gray, Bob Dickinson, Lesley Gilbert, Kevin Cummins.
Sinopsis: Repaso a la trayectoria de Joy Division, una de las bandas más influyentes de Inglaterra pese a haber editado sólo dos discos.
Dueño de una carrera que casi siempre se ha movido alrededor de la música, el británico Grant Gee obtuvo el mayor reconocimiento de toda su trayectoria, al menos hasta el momento, con su segundo largometraje documental, que rinde tributo a la banda de Manchester Joy Division y es considerado el mejor testimonio del legado de un grupo cuya vida fue tan breve como poderoso su influjo en multitud de formaciones surgidas al amparo del post-punk.
La historia de Joy Division empezó como muchas otras y terminó de forma traumática y abrupta, lo que tampoco la distingue de la de otros grupos míticos del rock. Es el sello distintivo de esta banda, en lo musical y en lo estético, lo que marca la diferencia. A partir de un guión escrito por el crítico musical Jon Savage, un verdadero experto en el conjunto homenajeado, Grant Gee narra la trayectoria del grupo que puso a la ciudad de Manchester en el mapa, musicalmente hablando. Hablamos de una urbe que, a mediados de los 70, era de lo más deprimente, por estar viviendo su particular versión de la crisis industrial y por lo gris de su clima y sus edificaciones. Fuera de allí, comenzaba la explosión del punk, y el grupo que capitalizó ese fenómeno, los Sex Pistols, se dejó caer una noche por esa ciudad, cuna de la Revolución Industrial y por entonces conocida en el mundo gracias a uno de sus equipos de fútbol, el United. Dicen los testigos del evento que apenas acudieron a él una treintena de personas, pero he aquí que, entre ellas, se encontraban Peter Hook, Bernard Sumner, Stephen Morris e Ian Curtis. Unas horas despu´és, estos cuatro muchachos decidieron formar una banda, en principio llamada Warsaw. Su sonido primigenio era básicamente punk, aunque con el carácter novedoso que imponían la voz profunda y los oscuros textos de Curtis, un tipo culto que leía a Dostoievski o Nietzsche y admiraba a The Doors. Con el cambio de nombre, que no pocos consideraron una broma de mal gusto, la banda comenzó a captar la atención de un público todavía muy minoritario, pero hábil en eso de marcar tendencias. Tony Wilson, un famoso presentador de la BBC, vio talento en las primeras canciones del grupo, por lo que decidió incorporarlo al sello discográfico que acababa de crear, Factory Records. El siguiente paso fue la publicación de un primer álbum, Unknown pleasures, que ya marcaba diferencias significativas con los modos del punk. El auge de popularidad de la banda coincidió con el agravamiento de los problemas mentales de Curtis, a quien se diagnosticó epilepsia. Luego, ya entramos en la parte de la historia más conocida por el público en general.
Joy Division cuenta, como biografía oficial que es, con los privilegiados testimonios de Hook, Sumner y Morris, que son quienes marcan la pauta de la narración en todo momento. También tiene un gran protagonismo Annik Honoré, la amante de Ian Curtis. La viuda del vocalista, Deborah, aparece de otra forma, mediante la inclusión de rótulos que incluyen frases suyas relativas al grupo y a Ian. Un detalle que juega muy a favor de este documental es la inclusión, un poco en la línea de humor negro que empleó la propia banda para bautizarse, del apartado «sitios que no están allí», que refleja que una gran parte de los lugares míticos en la historia de Joy Division ya no existen en la actualidad. Plasmación palmaria de la nostalgia y el sentimiento de pérdida, y a la vez parábola del carácter efímero de la gloria, estos capítulos intercalados en la historia la enriquecen sobremanera, apartándola de la típica biografía musical y relacionándola con la evolución (o degeneración, que eso va a gustos) de una ciudad que marcó a fuego la idiosincrasia de una banda que no hubiera sido, ni sonado, igual de haber nacido en cualquier otra parte. Expertos, críticos y testigos aportan sus comentarios sobre lo que fue y significó Joy Division en el panorama musical británico. Personalmente, me llama la atención (para mal) que se pase de puntillas por el hecho de que el consumo de drogas multiplicara los problemas mentales que Ian Curtis ya traía de serie, problema muy grave de estos tiempos que muy pocas veces es abordado con la seriedad que merece. En lo positivo, me quedo con el sentimiento de culpabilidad que muestran los tres compañeros del cantante al respecto de su inacción ante la espiral autodestructiva de su compañero, que, absortos en sus propias vidas y en el crecimiento del grupo a todos los niveles, no supieron ver en su verdadera dimensión.
La película, muy aplicada en lo t´écnico y a veces desgarradora, realiza un análisis muy completo de lo que hicieron, en cuatro años, unos chicos que dejaron una huella importante en la música británica. No es que yo sea un gran aficionado a la música de Joy Division, porque mis pasiones melómanas transitan otros senderos, pero ahí queda el legado del grupo, y así lo refleja un film que gustará por igual a los espíritus musicalmente curiosos y a los fans de la banda. Después llegó New Order y el resto es historia, pero al principio estuvo Joy Division, y así lo refleja Grant Gee con no poco arte en el que supone un destacado ejemplo de lo que es, y de lo que debe ser, un documental musical.