Más allá de si cae mejor o peor, o de si se está más o menos de acuerdo con su ideario político, lo que no se le puede negar al diputado andaluz por Izquierda Unida y alcalde de Marinaleda Juan Manuel Sánchez Gordillo es su coherencia. En un mundo, el de la política, en el que tanto abundan los que hablan mucho y no hacen nada, Gordillo es todo un perro verde. En la situación actual, en la que cada vez más personas tienen problemas para cubrir sus necesidades más básicas mientras quienes les han llevado a la pobreza siguen contando los billetes sentados en su sofá, no todo se arregla con palabras. Por ello, Sánchez Gordillo y un puñado de compañeros del sindicato agrario al que pertenece, entraron en un par de supermercados (de Mercadona, buena elección) y cogieron todo tipo de artículos básicos para entregárselos a un comedor social. Digo cogieron, porque robar es lo que hacen otros, es decir, arrebatarles a los demás lo que les pertenece y quedárselo para ellos. Algunos critican las formas (lo que ratifica mi teoría de que en España, además de los conservadores declarados, hay mucho derechista encubierto), otros se escandalizan o hablan de demagogia, la incapaz fachenda gobernante amenaza con encarcelar a quienes participan en esta clase de acciones (con la de chorizos encorbatados que militan en su partido, o son amnistiados de sus fraudes fiscales gracias a sus decretos), y un servidor sólo tiene que dedicarle cuatro palabras a Gordillo, muy andaluzas todas ellas: olé tus santísimos cojones.