AZULOSCUROCASINEGRO. 2006. 104´. Color.
Dirección: Daniel Sánchez Arévalo; Guión: Daniel Sánchez Arévalo; Dirección de fotografía: Juan Carlos Gómez; Montaje: Nacho Ruiz Capillas; Música: Pascal Gaigne; Diseño de producción: Nereida Bonmatí; Producción: José Antonio Félez, para Tesela Producciones Cinematográficas (España).
Intérpretes: Quim Gutiérrez (Jorge); Marta Etura (Paula); Antonio de la Torre (Antonio); Héctor Colomé (Andrés); Raúl Arévalo (Israel); Eva Pallarés (Natalia); Manuel Morón (Fernando); Roberto Enríquez (Roberto); Ana Wagener (Ana); Alba Gárate, Marta Aledo, Álex O´Dogherty, Daniel Muriel, Esther Ortega, Joaquín Notario, Julián Villagrán.
Sinopsis: Jorge, un joven introvertido, ha heredado de su padre, postrado en una silla de ruedas a consecuencia de un infarto cerebral, el trabajo de portero. Su hermano Antonio está preso, y la chica de la que está enamorado, Natalia, regresa después de un tiempo estudiando fuera de España.
Aunque ya se había dado a conocer en el campo del cortometraje, especialidad que ha seguido cultivando hasta nuestros días, el nombre de Daniel Sánchez Arévalo entró con fuerza en el panorama cinematográfico español gracias a su primera película larga, Azuloscurocasinegro, drama cotidiano que va mucho más lejos, en distintos aspectos, de lo que nos tiene acostumbrados el realismo patrio. Este hecho fue reconocido por el público, que recompensó con buenos resultados en taquilla la propuesta, y a los jurados de diversos festivales, pues el film obtuvo premios en Málaga, Estocolmo, Tallinn o Venecia, además de suponer el Goya al mejor director novel para Sánchez Arévalo.
A mi entender, Azuloscurocasinegro es una obra que habla de la libertad, o más bien de la falta de ella. Dos de los protagonistas están, literalmente, en prisión; otros se encuentran en cárceles que ellos mismos se han construido, y el padre del personaje sobre el que gravita la historia sufre la mayor falta de libertad de todas, pues se encuentra postrado en una silla de ruedas por las consecuencias de un accidente cerebromuscular cuyos motivos se nos explican en el prólogo de la película. A lo que asistimos es a la ilustración de las maneras, más o menos exitosas, que buscan los personajes para alcanzar la libertad que ansían, y cómo esos mismos hombres y mujeres luchan contra el vértigo que esa libertad acarrea consigo. En el caso de Jorge, portero por obligación y adulto frustrado en ciernes, el símbolo de su emancipación es un traje que ve todos los días en el escaparate de una boutique. En ese conjunto, Jorge ve el camino que le llevará a superar con éxito las entrevistas de trabajo a las que acude con tesón y, en consecuencia, a llevar una trayectoria vital más acorde a sus ambiciones. Su día a día, sin embargo, es el monótono trabajo en la portería, el cuidado de su padre enfermo, las visitas a su hermano Antonio, que cumple condena en Soto del Real, y el amor frustrado hacia Natalia, una joven de clase más alta que sí lleva camino de lograr los objetivos profesionales por los que pelea Jorge. Los únicos momentos de evasión del adusto portero son las escapadas a la azotea del edificio junto a su amigo Israel, un muchacho despreocupado que relativiza la amargura de Jorge mientras se dedica a espiar a los vecinos de las fincas colindantes, sin saber que su voyeurismo va a cambiarle la vida. En conjunto, Daniel Sánchez Arévalo idea una trama que nos viene a confirmar que quienes creen que la vida es sencilla es sólo porque la han analizado fatal.
Azuloscurocasinegro es un film eminentemente de guión, campo en el que Sánchez Arévalo es uno de los especímenes más brillantes que ha dado el cine español de este siglo. No hay una lectura sociopolítica evidente, lo que acerca más esta película a la vida de la gente de verdad y aleja a su director de quienes utilizan la realidad no como fuente de inspiración, sino como pretexto para emitir sus tesis predefinidas. Otro aspecto que considero loable es que no se juega la carta del victimismo, siempre tan socorrida: la pauta la marca el personaje de Antonio cuando, en la primera visita que le hace su hermano a la cárcel, le explica de una forma tan breve como exacta por qué está en la cárcel: “Por gilipollas”. Frente al argumento fácil, pero siempre parcialmente falso, de la sociedad es la culpable, Sánchez Arévalo recalca la responsabilidad de los personajes a la hora de construir su propio infortunio. Pero, salvo casos muy ountuales, tampoco las vidas desgraciadas son totalmente trágicas, por lo que también se incluyen momentos de humor, algunos de ellos creo que muy logrados (aquí anoto la reacción de Israel cuando escucha los gemidos que le llegan desde la habitación de sus padres). El último punto que marca la narración es la forma de subrayar lo mucho que nos condiciona el sexo o, como dije con la libertad, la falta de él, porque buena parte de los conflictos que desarrolla la película son de naturaleza sexual. Celebro que en este aspecto no se caiga en lo pacato, pero tampoco en lo burdo.
No es que el director aporte soluciones visuales demasiado originales en una película en la que lo principal, y de lejos, es la historia, pero no se puede decir que la puesta en escena sea pobre o desaliñada. Se busca, y se consigue, acentuar la verosmilitud, y por ello la fotografía de Juan Carlos Gómez se parece a lo es el día a día en un barrio cualquiera de una gran metrópoli. La música de Pascal Gaigne me parece igualmente bastante buena, aunque las canciones que incluye el film caen en la ñoñería. De hecho, toda la escena de la fiesta de cumpleaños de Natalia marca, a mi juicio, el punto de interés más bajo en una película cuyo listón general se sitúa mucho más arriba.
En cuanto a las interpretaciones, creo que las de los actores rayan a mejor nivel que las de las actrices, y entre ellos destaca, y esto no es ninguna sorpresa, Antonio de la Torre, un pura sangre en esto de la interpretación que compone un presidiario pícaro, no del todo maleado por la vida y, en última instancia, confundido. Está a un gran nivel Raúl Arévalo, lleno de desparpajo y naturalidad. El protagonista, un cuasidebutante Quim Gutiérrez, está por debajo de sus compañeros y podría vocalizar mejor, pero tampoco desentona. Manuel Morón y Héctor Colomé hacen un buen trabajo, y lo mismo sucede con un Julián Villagrán capaz de destacar en un sola escena. Respecto al elenco femenino, Marta Etura cumple bien como mujer que se agarra a la maternidad como tabla de salvación, en Eva Pallarés veo más encanto que tablas, y Ana Wagener ofrece una interpretación muy completa en un personaje breve, pero jugoso.
Azuloscurocasinegro es, sin duda, una de las diez mejores películas españolas de este siglo, rematada con un final coherente, que muestra el temprano saber hacer de un director que luego derivó hacia la comedia, pero aquí demostró un talento incuestionable para el drama.