ONLY LOVERS LEFT ALIVE. 2013. 121´. Color.
Dirección: Jim Jarmusch; Guión: Jim Jarmusch; Dirección de fotografía: Yorick Le Saux; Montaje: Affonso Gonçalves; Música: Josef van Wissem. Canciones adicionales de Sqürl; Diseño de producción: Marco Bittner Rosser; Dirección artística: Anu Schwartz y Anja Fromm; Producción: Jeremy Thomas y Reinhard Brundig, para RPC- Pandora Filmproduktion-Snow Wolf Produktion (Reino Unido-Alemania-Francia-Grecia).
Intérpretes: Tilda Swinton (Eva); Tom Hiddleston (Adam); Mia Wasikowska (Ava); Anton Yelchin (Ian); John Hurt (Christopher Marlowe); Jeffrey Wright (Dr. Watson); Slimane Dazi (Bilal); Carter Logan, Yasmine Hamdan, White Hills.
Sinopsis: Eva, una vampiresa que vive en Tánger, viaja hasta Detroit para reunirse con su esposo, Adam.
Fiel a su costumbre de abordar géneros tradicionales para adaptarlos a su peculiar universo creativo, Jim Jarmusch le dio un giro a la temática vampírica con Sólo los amantes sobreviven, un film que ofrece un punto de vista diferente sobre esas criaturas de colmillo afilado y sedientas de sangre humana que han poblado el panorama cinematográfico desde hace un siglo. El film obtuvo una aceptación bastante mayor a la de la anterior obra de Jarmusch, la discutida Los límites del control, y consolidó el estatus de uno de los francotiradores por excelencia del cine estadounidense contemporáneo.
Con Sólo los amantes sobreviven, Jim Jarmusch realizó su película más romántica hasta la fecha, dicho sea en el sentido más amplio del término, también en lo que tiene de enfermizo y decadente. En el inicio, conocemos por separado a Eva y Adam. Ella vive en Tánger, una de esas ciudades que basa su encanto mucho más en lo que fue que en lo que es hoy, lo cual es también muy romántico. Allí lleva una existencia apartada, en la que su único evento social son los encuentros que tiene en una cafetería con un anciano inglés que resulta ser el dramaturgo Christopher Marlowe, oficialmente fallecido a finales del siglo XVI. En ese establecimiento, Eva obtiene su fuente de vida, un alimento cada vez más escaso: sangre humana no contaminada. En Detroit, una urbe que representa como tal vez ninguna otra la decadencia de la civilización industrial, vive Adam, un reclusivo músico que adora los instrumentos y los aparatos creados en las épocas en las que ese arte era en verdad relevante. Adam sólo mantiene tratos con Ian, un joven admirador que le proporciona los artículos que desea poseer, y con el doctor Watson, quien desde su hospital le suministra sangre humana de primera calidad. Adam y Eva se aman, y esa es la razón por la que ella abandona Tánger y viaja a Detroit para reencontrarse con su alma gemela.
Jarmusch utiliza el género vampírico para embarcar al espectador en un viaje de profundo tono elegíaco, una apasionada reivindicación de esos plaisirs demodés que cantaba el gran Charles Aznavour: los instrumentos únicos, los incunables, las salas de cine, los discos de vinilo… y el tiempo y la actitud (esa devoción que yo equiparo con la que deben de sentir los auténticos creyentes al pisar sus templos) necesarias para disfrutar de todo ello. Es evidente que a Jarmusch le repatea lo moderno. Ya somos dos, aunque él lleva su discurso mucho más lejos. El director presenta a los vampiros, que por algo han vivido muchos siglos, como los auténticos conservadores de todo lo bueno que la especie humana ha ido produciendo a través de lugares y generaciones; los mortales, a quienes no por casualidad los no-muertos se refieren como zombis, son todo lo contrario: quienes desprecian, o directamente destruyen, aquello que nos ha sido legado, los verdaderos muertos vivientes, la masa prescindible que vegeta por el mundo siendo incapaz de apreciar lo que en él hay de valioso. Este alegato de Jarmusch con coartada vampírica no se detiene ante lo que de reaccionario pueda tener su punto de vista sobre la juventud, representada por el personaje de Ava, la casi adolescente vampiresa hermana de Eva, cuya presencia interrumpe la idílica vida de los amantes. A través de ella, Jarmusch describe a la nuevas generaciones como a seres superficiales e irreflexivos, que se tiran en bomba al lago en lugar de disfrutar de la belleza del paisaje y de los peces que habitan sus aguas. Por contra, el viejo poeta y dramaturgo inglés simboliza la esencia pura del arte. El director se zambulle de lleno en la Teoría Marlowe, que para mí es irrevelante, porque lo que de verdad importa es que tengamos Ricardo III, no quién fue el autor de esa obra inmortal.
Con su enciclopédico conocimiento de la música, y su muy oriental sentido del tempo narrativo, Jarmusch teje una trama que más que desarrollarse, fluye, y le aplica un cuidado envoltorio visual. Tratándose de una película de vampiros, la nocturnidad es una condición necesaria pero, en una nueva manifestación de esa querencia suya por ir contra la corriente, Sólo los amantes sobreviven es muy luminosa dentro de su oscuridad natural, sobre todo en lo que se refiere a su protagonista femenina. Dentro de un nivel general bastante elevado, aunque con algunos altibajos en el ritmo, todo el tercio final de la película, que narra el retorno de la pareja a Tánger, donde Eva se reencuentra con un Marlowe gravemente enfermo, me parece magnífico, como lo es el final, actuación de Yasmine Hamdan incluida.
Jarmusch mima a sus actores principales en esta película, y todos le corresponden con interpretaciones a la altura. Tilda Swinton es una vampiresa espléndida, llena (paradójicamente) de luz y con un porte aristocrático que sí resulta fiel a los cánones del género. Tom Hiddleston ya había demostrado ser un actor de mucha calidad en obras anteriores, pero este decadente, introvertido y enamorado Adam que aquí ofrece es uno de sus mejores trabajos en la gran pantalla. Mia Wasikowska sólo desentona ante tan notable pareja lo que lo hace su propio personaje, mientras que el malogrado Anton Yelchin demuestra que pocos actores de su generación podían competir con él. Mención especial para el homenaje en toda la regla que Jarmusch le concede a ese intérprete magistral que es John Hurt.
Sólo los amantes sobreviven es, a mi entender, la película más importante de las realizadas por Jim Jarmusch en el presente siglo, por su calidad intrínseca y por lo profundo que llega a ser su discurso sin rozar siquiera el sermoneo. No hay capas, ni murciélagos entrando por las ventanas, ni llegamos a ver un solo mordisco, pero estos inusuales vampiros perdidos en el siglo XXI dejan huella.