D´APRÈS UNE HISTOIRE VRAIE. 2017. 100´. Color.
Dirección : Roman Polanski; Guión: Roman Polanski y Olivier Assayas, basado en la novela de Delphine de Vigan; Director de fotografía: Pawel Edelman; Montaje: Margot Meynier; Dirección artística: Sandrine Jarron y Dominique Moisan; Música: Alexandre Desplat; Decorados: Philippe Cord´homme; Producción: Wassim Béji,para Wy Productions-R.P. Productions-Mars Films-Monolith Films-France 2 Cinéma (Francia-Polonia).
Intérpretes: Emmanuelle Seigner (Delphine); Eva Green (Elle); Vincent Pérez (François); Dominique Pinon (Raymond); Brigitte Roüan, Camille Chamoux, Josée Dayan, Noémie Lvovsky, Leonello Brandolini, Charlotte Mangel.
Sinopsis: En pleno vacío creativo después del apabullante éxito de su última novela, Delphine conoce a Elle, una mujer más joven que rápidamente se gana su confianza.
Cuatro años después de su anterior película, la formidable La Venus de las pieles, Roman Polanski entregó una nueva obra, Basada en hechos reales, adaptación de la novela homónima de Delphine de Vigan. El film, a nivel comercial, fue un fracaso y no satisfizo a buena parte de la crítica, en algunos casos porque los especialistas consideraron que la cinta no estaba a la altura de lo que cabría esperar en un director de la dimensión de Polanski, y en otros porque navegar a favor de la corriente, o del prejuicio, es una forma muy sencilla de ganarse el sueldo sin meterse en jardines. Sea como fuere, Basada en hechos reales no merece un lugar entre las mejores obras del cineasta de origen polaco, pero supera con creces a la inmensa mayoría de películas que ocupan las pantallas de cine y las parrillas televisivas.
Se dice que Delphine de Vigan escribió la novela en la que se basa la película por consejo de, entre otros, un tal Roman Polanski. Con esta obra, el director continúa en la línea de sus últimos estrenos, pues todos ellos adaptan obras de autores contemporáneos y toman la forma de ejercicios de estilo con una mínima cantidad de actores y escenarios. En esta ocasión no se llega al minimalismo casi absoluto de su film anterior, pero por escaso margen. El eje de la narración es el proceso creativo, tomando como protagonista a una autora que debe lidiar con el éxito de su última novela y con la parálisis que la invade cada vez que intenta trabajar en su nueva obra. No es que el planteamiento sea demasiado original, y de hecho muy pocos elementos de la película pueden considerarse novedosos. Lo que importa, de nuevo, es ver que la maestría de Polanski a la hora de sumergirse en los rincones oscuros de la mente humana, así como su capacidad para crear tensión, permanecen intactas a una edad en la que la mayoría de los cineastas suelen entregar films carentes de energía, y eso en el mejor de los casos. A Delphine la atormenta el vacío que experimenta cada vez que se propone empezar a dar forma a su nueva obra, así como que los numerosos compromisos profesionales derivados de su exitoso libro anterior le descentran e impiden que pueda disfrutar de la concentración y el aislamiento que se necesitan para escribir. Hay otro demonio en la mente de Delphine, que mantiene una relación de pareja abierta y tiene una relación más bien distante con sus dos hijos: esa novela que le ha dado la fama destapa secretos familiares, muchos de ellos relacionados con su difunta madre, que quizá hubiera sido preferible no divulgar. Todo cambia cuando, en una de las maratonianas firmas de libros a sus admiradores, Delphine conoce a Elle, una mujer con la que, a través de sucesivos encuentros, llega a congeniar hasta el punto de convertirla no sólo en su confidente, sino en el filtro por el que pasa toda su relación con el mundo exterior. El problema viene cuando Elle aprovecha esa confianza para mostrarse como una mujer tiránica y posesiva que resulta ser una amenaza para Delphine.
Se ha comentado con profusión que Basada en hechos reales tiene mucho que ver con Misery, la novela de Stephen King en la que un autor de éxito descubre lo bonito que es no tener admiradoras, pero creo que esas similitudes se sustentan en lo que la película de Polanski parece ser y no es: un thriller. De hecho, como obra de intriga, Basada en hechos reales es inconsistente. Como no he leído la novela original, desconozco si esos agujeros narrativos se encuentran ya en ella o se deben a la adaptación hecha por Polanski y por el también director Olivier Assayas. Lo que es evidente es que esos agujeros están ahí, y no son poca cosa. Ahora bien, la película es, repito, una aguda reflexión sobre lo que el proceso creativo tiene de exorcismo para el autor, y también un análisis del grado de vampirización que puede llegar a alcanzar el cerebro de un escritor respecto a sus propias vivencias y a las de quienes le rodean. Es a partir de esta segunda lectura, menos superficial, cuando la película se revela como una brillante pieza de cámara (la mano maestra de Polanski para captar la perversidad y para extraer las máximas posibilidades narrativas de los espacios cerrados siguen ahí, por mucho que pasen los años) sobre una escritora y sus demonios. Desde este punto de vista, Basada en hechos reales es una larga pesadilla, más que el film de suspense que en primera instancia parece ser.
De nuevo, Polanski colabora con quien quizá sea el mejor compositor de bandas sonoras de nuestro tiempo, Alexandre Desplat, un artista cuyo elevado nivel de trabajo no le impide, al menos por el momento, ofrecer partituras de calidad, como hace de nuevo en esta ocasión, en la que quizá la música esté menos presente en la película que en anteriores colaboraciones entre el músico y el director. De todas formas, encuentro inspirada la forma en la que la banda sonora acentúa el tono progresivamente pesadillesco del relato. Del mismo modo, Pawel Edelman vuelve a brillar en esta nueva colaboración con su compatriota.
El duelo interpretativo entre las dos principales, por no decir únicas, protagonistas del film es digno de elogio. Resulta meritorio el crecimiento que ha experimentado Emmanuelle Seigner desde aquellas primeras apariciones suyas en pantalla hace ya más de treinta años. Hoy, la madurez de Seigner como actriz es innegable, y eso le permite sustentar obras que se apoyan en ella de forma significativa. Por otra parte, esta película supone la confirmación de que el cine le debe mejores papeles a Eva Green, pues su manera de encarnar a un personaje que pasa de inquietante a sumamente oscuro no está al alcance de muchas actrices de su generación. Green y Seigner son la película, en la que las apariciones de Vincent Pérez o Dominique Pinon se quedan en lo anecdótico.
¿Un Polanski menor? Seguramente. Pero a un servidor, que sabe que el cine es una de las pocas cosas que merecen realmente la pena en este mundo, ya pueden servirle muchos Polanskis menores, pues siempre son un disfrute.