CHE, UN HOMBRE NUEVO. 2010. 125´. Color.
Dirección: Tristán Bauer; Guión: Tristán Bauer y Carolina Scaglione; Dirección de fotografía: Javier Julia; Montaje: José María del Peón, Gabriel Golzman y Carolina Scaglione; Música: Federico Jusid; Producción: Marina Eleonora Rubio, para Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales-Universidad Nacional de San Martín-Golem (Cuba-Argentina-España).
Intérpretes: Ernesto Che Guevara.
Sinopsis: Biografía del líder revolucionario Ernesto Guevara, fallecido en Bolivia en 1967.
Si bien su obra inmediatamente anterior a la aquí reseñada fue un interesante largometraje de ficción, Iluminados por el fuego, es el documental el campo en el que el argentino Tristán Bauer ha desarrollado la mayor parte de su trabajo como director. Esta vez, Bauer se acerca a uno de los grandes iconos del siglo XX, el revolucionario de origen argentino Ernesto Che Guevara. Son muchos los filmes, tanto de ficción como en el propio terreno del documental, que han retratado la figura de un hombre que sigue siendo objeto de controversia a día de hoy. En general, las críticas recibidas por Che, un hombre nuevo fueron elogiosas, más en la América latina que, por ejemplo, en España. A mi juicio, Tristán Bauer lleva a cabo un trabajo meritorio, pero en el que se perciben carencias que no se pueden obviar.
Doce años fue el tiempo que se necesitó para que esta película diera el paso de proyecto a realidad, y hay que decir que Tristán Bauer, junto a su coguionista Carolina Scaglione, se empleó a fondo en el propósito de lograr un film rebosante de documentación. Aparecen aquí imágenes de archivo y audios que salen por primera vez a la luz pública, en parte porque el gobierno boliviano mantuvo en secreto los documentos que recogen los pormenores de la represión de la lucha guerrillera que Guevara y un puñado de fieles desarrollaron en el territorio del país andino, donde el Che acabó encontrando la muerte en octubre de 1967. De esos documentos, los hay de gran valor histórico, pero también otros, de cariz más personal y familiar, que no trascienden la condición de anécdota y rompen el ritmo de una narración que, en ese aspecto, es bastante mejorable. Bauer construye un documental de calidad, pero innecesariamente denso en lo que se refiere a la narración de episodios de escasa o nula trascendencia histórica. El empeño de mostrar a la persona, al hijo, al esposo y al (casi siempre ausente) padre de familia está muy bien sobre el papel, pero hace que la película resulte lenta, con un significativo abuso de la voz en off que, más allá de las grabaciones del propio biografiado que se reproducen, tienen un punto de vida de los santos que chirría. Ernesto Guevara, se tenga la opinión sobre él que se tenga, es interesante por su metamorfosis, en buena parte causada por las impresiones sacadas de sus múltiples viajes de juventud, de médico surgido de una familia más bien acomodada en líder revolucionario dispuesto a arriesgar su vida (y la de otros) por hacer triunfar sus ideas, propias de una visión panamericana del marxismo. También, por supuesto, por su temprana y absoluta vinculación con el triunfo de la revolución comunista en Cuba, lugar del que acabaría saliendo, en parte por hastío y en parte por su afán de extender el ejemplo cubano a otras latitudes. Dicho de otra forma, que el Che es un personaje importante del siglo XX por lo que ya conocemos de él quienes hemos estudiado su figura de una forma más que superficial. Y, en ese terreno, tampoco es que la película de Bauer aporte novedades demasiado significativas, al margen de las alusiones a un libro inconcluso en el que Guevara, ya convertido en un líder guerrillero a escala mundial, cuestionaba la política económica de la Unión Soviética. Ya sabemos cómo acabó aquello, pero atribuirle al Che la capacidad para evitarlo, como hace Bauer por medio de un poco sutil trabajo de montaje, supone concederle unos poderes casi supraterrenales que, en mi opinión, no vienen al caso. Por otro lado, la película tampoco es pródiga a la hora de mostrar los aspectos menos complacientes del biografiado, que, como todo ser humano, los tenía. Que su aportación como propagandista de la Revolución cubana fuera superior a su contribución como gestor político de esa misma causa, o que la elección que hizo de los destinos en los que buscó en la lucha armada el medio para instaurar regímenes comunistas fuese a todas luces errónea, son aspectos importantes en los que la película se detiene menos de lo que sería menester. Más allá de la trivialización de su figura, convertida en una especie de icono pop para transgresores de cafetería, el Che Guevara permanece como símbolo de la lucha por la emancipación de los oprimidos, algo que a un servidor le genera un profundo respeto, entre otras cosas porque los oprimidos siguen siendo amplia mayoría, y nunca van sobrados de gente que les defienda sin la esperanza de obtener a cambio una recompensa material importante. Digo esto a sabiendas de que esa emancipación es imposible y, en la mayoría de los casos, inmerecida. El problema es que Bauer utiliza lo íntimo para caer en la hagiografía, y el trabajo de un cineasta, creo, radica más en retratar personajes que en mitificarlos, aun aceptando que, dentro de las limitaciones de todo mortal, Ernesto Guevara sea un tipo bastante más digno de ser mitificado que otras muchas figuras políticas de antes y, por supuesto, de ahora.
En este trabajo, como ya he hecho notar alguna que otra vez en esta reseña, técnica y discurso caminan estrechamente ligados, no siempre para bien. Al margen de alabar la ingente labor de documentación, y de decir que el relato de la decisiva aportación del Che a la Revolución cubana, desde los primeros contactos con los exiliados en Puerto Rico y en México hasta la triunfal entrada en La Habana a principios de 1959, es tan acertado como enérgico, o que lo mismos calificativos cuadran con la crónica de la trágica epopeya boliviana del Che, no se puede dejar de mencionar que a la película le perjudica su afán mitificador, por innecesario (en todo caso, es el espectador quien debe crear sus propios ídolos) y porque la técnica, que no es poca, queda supeditada, y a veces limitada, por unas elecciones narrativas discutibles sobre las que ya me he extendido bastante. Que Ernesto Guevara fuese un gran lector, a la vez que un gran amante de la poesía, justifica la presencia en pantalla de sus análisis literarios, y por supuesto de sus propios textos. La inclusión de poemas y canciones elogiosos hacia su figura me parece, en cambio, una redundancia injustificada. Como película, Che: Un hombre nuevo tiene bastantes virtudes; como instrumento de propaganda, se le ven demasiado las costuras. Recomendable, pese a ello, porque en las dos horas de metraje hay muchísimo material de archivo del Che, y eso, desde luego, tiene un valor documental muy grande, mayor desde luego a lo que otros, para bien o para mal, puedan opinar de él. Dicho esto, no creo que estemos ante el documental definitivo sobre el personaje.