MOONLIGHT. 2016. 108´. Color.
Dirección: Barry Jenkins; Guión: Barry Jenkins, basado en un argumento de Tarell Alvin McCraney; Dirección de fotografía: James Laxton; Montaje: Joi McMillon y Nat Sanders; Música: Nicholas Britell; Diseño de producción: Hannah Beachler; Dirección artística: Mabel Barba; Producción: Dede Gardner, Jeremy Kleiner y Adele Romanski, para A24-Plan B Entertainment-PASTEL (EE.UU.).
Intérpretes: Alex Hibbert (Little); Mahershala Ali (Juan); Naomie Harris (Paula); Janelle Monáe (Teresa); Ashton Sanders (Chiron); Jharrel Jerome (Kevin a los 16 años); Trevante Rhodes (Black); André Holland (Kevin adulto); Duan Sanderson, Shariff Earp, Jaden Piner, Rudi Goblen, Edson Jean, Patrick Decile, Tanisha Cidel, Stephon Bron.
Sinopsis: Chiron, a quien llaman Little por su aspecto enclenque, es un niño que vive en Miami con su madre, drogadicta, y sufre acoso escolar. A lo largo de los años, deberá hacer frente a ese duro bagaje, y a las consecuencias de su homosexualidad.
Fue con su segundo largometraje, estrenado ocho años después de su debut, cuando Barry Jenkins pasó a ser conocido en todo el mundo gracias a Moonlight, drama iniciático que rebasó con creces los límites tradicionales del cine independiente y, en el año en que estalló el escándalo por la escasa representación de los negros en la Academia de Hollywood, entró en las quinielas de los grandes premios y obtuvo el más codiciado, el Óscar a la mejor película, siendo protagonista involuntario de uno de los momentos más vergonzantes del evento anual más glamouroso del mundo del cine, superado este año por el arrebato pugilístico de un actor de tercera fila. Sin dejar de creer que Moonlight es un film notable, no somos pocos los que pensamos que premiarla como la mejor película del año es una manifiesta exageración.
La cinta, de marcado perfil autobiográfico tanto en lo que se refiere al propio Barry Jenkins como al creador del argumento, Tarell Alvon McCraney, comienza en un barrio de Miami dominado por los narcotraficantes. Allí, un niño de aspecto débil huye a la carrera de otros muchachos de su edad que quieren agredirle, refugiándose en un piso cochambroso que sirve de albergue ocasional para drogadictos. El traficante que controla el cotarro entra en el lugar y, al ver el estado de pánico en que se encuentra el niño, decide llevárselo de allí y acogerle en su casa, al menos hasta que la criatura le diga dónde vive para así poder reintegrarlo en su domicilio. Como el acoso escolar que sufre el niño es continuo, y su hogar está marcado por la ausencia de una figura paterna y por la adicción a las drogas de su madre, entre el camello de altos vuelos y el crío desvalido se establece una relación de índole paterno-filial, en la que también participa la pareja del hombre, con lo que el niño, que empieza a vislumbrar que su sexualidad no va a ser la más socialmente aceptada, encuentra algo parecido a ese núcleo familiar del que siempre ha carecido.
Moonlight se divide en tres partes, que coinciden con la infancia, la adolescencia y la primera edad adulta de su protagonista. En general, la película mantiene un muy buen tono en los dos primeros tercios, pero el último, que ilustra la reconciliación del personaje principal con los hechos y las personas que, de una u otra manera, le atormentaron en su pasado, se ve marcado por un tono complaciente que no encaja bien con la dureza de lo narrado con anterioridad. Del mismo modo creo que, en general, la fotografía es más preciosista y menos oscura de lo que sería menester. Por el contrario, es de alabar que la presencia del hip-hop en la película, género que suele monopolizar este tipo de obras, se reduce a lo testimonial, optándose por un acompañamiento musical de más amplio espectro y, ya que estamos, de muy buena calidad. Centrándonos en aspectos narrativos, juzgo caprichoso el uso de la elipsis en algunos momentos, el más chirriante de los cuales es que, siendo la infancia y la adolescencia del protagonista poco más que una sucesión de hechos traumáticos, se omita cualquier alusión al efecto que pudiera causar en el muchacho el que puede ser el mayor de todos, es decir, la desaparición de la única persona a la que puede considerar un padre. A mayor abundamiento, creo que, por mucho que se perciba autenticidad en el libreto, falta desgarro y, en los perfiles de la madre y del único amor del protagonista (quienes, por otra parte, son las personas que más daño, al menos en lo moral, llegan a infligirle), algo de profundidad. Creo que Jenkins y McCraney aciertan en exponer que el aprendizaje en la vida es, las más de las veces, a golpes, pero la forma en que se muestra cómo estos se superan es demasiado superficial. Por otra parte, el film es sexualmente mojigato, como suele suceder en el cine estadounidense, por más que su discurso incite a pensar lo contrario.
Habiendo dejado claro que Moonlight tiene más limitaciones narrativas de las que la crítica, siempre a favor de la corriente, quiso ver en su momento, añado que el trabajo como director de Barry Jenkins, su manera de componer los planos y de mover la cámara, son en extremo precisos. En la escena inicial, los barridos de cámara siguiendo el dialogo entre adictos y camellos son algo efectistas, pero el resto de la película transcurre por derroteros más acertadamente sobrios. La misma característica posee la banda sonora, compuesta por Nicholas Britell, pero aquí esa contención juega algo en contra del resultado, pues se echa en falta una mayor capacidad de generar emoción en el espectador.
Entiendo la lógica que llevó a Barry Jenkins a confiar en tres actores distintos para dar vida al protagonista en cada uno de los tercios de su periplo vital, pero esta opción conlleva, a la fuerza, un resultado desigual, y lo malo es que Trevante Rhodes, que interpreta a Black, la versión adulta, es quien ofrece la interpretación más discreta del trío, sin que Alex Hibbert y Ashton Sanders brinden un desempeño sobresaliente. De hecho, quienes más lucen a nivel actoral son Naomie Harris, brillante en el rol de la desquiciada madre de la criatura, y sobre todo Mahershala Ali, formidable intérprete que da mucho de lo bueno que tiene en la piel de un narcotraficante que conserva más rasgos de humanidad que casi todos sus colegas y clientes. A André Holland, que es un buen actor e interpreta al amor del protagonista en edad adulta, le encuentro algo desubicado, y a los intérpretes más jóvenes, en general, les falta capacidad para imprimir matices a unos personajes que no facilitan la labor.
Moonlight es una obra notable, pero ni en el peor año de la historia del cine, que me temo está por llegar, merecería ser considerada la mejor película del mundo mundial. No obstante, en Barry Jenkins hay bastante talento, que será interesante ver cómo desarrolla en historias que no le sean tan emocionalmente próximas.