Segunda jornada del festival flamenco Desvarío, destinada a probar sobre las tablas que el flamenco está muy lejos del estatismo. Las primeras en aparecer en el escenario de Nou Barris fueron Vanesa Aibar y María Martín, que presentaban su espectáculo Certidumbres. Como alguna vez he comentado, el baile no es lo mío, pero Aibar tiene presencia escénica y buena técnica. Por su parte,. María Marín, que asume los roles de cantaora y guitarrista, lució más en la primera faceta que en la segunda, a mi parecer. Su propuesta tiene altibajos y, como me sucede con otros artistas, vi un tanto forzados los intentos de aportar elementos novedosos sobre el escenario. No se me entienda mal, ahí arriba se vio calidad, pero hay aspectos de ritmo del espectáculo que se deben pulir, seguramente aportando elementos nuevos que agreguen otras sonoridades. Con todo, la presencia en el cartel de la bailaora jienense se justifica por su poderío, su búsqueda de nuevas formas expresivas y la elegancia de sus movimientos. María Marín acompaña muy bien pero, repito, quizá falte algo más para que el conjunto sea redondo.
Las estrellas de otra noche marcada por el fuerte calor vinieron a continuación. Opino que, de todas las fusiones que se han hecho entre el flamenco y otras músicas, la unión con el jazz es la que ha dado mejores noticias en lo artístico. Buena prueba de ello es el trío que forman Josemi Carmona, heredero de una dinastía legendaria, Javier Colina, contrabajista de nivel mundial, y Bandolero, uno de los reyes de la percusión flamenca. Los tres comparecieron en el escenario, ante un público mucho más puesto en el flamenco que en el jazz, según pude comprobar, y ofrecieron un buen concierto, aunque no memorable porque las circunstancias climatológicas y acústicas (por momentos se colaba el estruendo de un evento juvenil cercano, lo que deslució algunos de los momentos más íntimos de la actuación) no fueron las mejores. Con todo, ese trío sabe aunar técnica y emoción, suena muy conjuntado y sus miembros esquivan el virtuosismo efectista para desarrollar una idea musical riquísima, que cristaliza en momentos de pura magia, como en una versión de Spain que podría denominarse bolero-groove. Eso sí, el momento álgido de la velada coincidió con la aparición de una figura del flamenco con todas las letras, el guitarrista Pepe Habichuela, que interpretó una soleá en solitario y una versión de Morente-Habichuela junto a su hijo y sus dos compañeros. Javier Colina, brillante como siempre, lució especialmente en esta pieza. Al final, un Moon river que nunca ha sonado más flamenco. Eso es innovar, dicho sea de paso. Y qué pedazo de trío.
Pura crema: