ATT DÖDA ETT BARN. 1953. 9´. B/N.
Dirección: Gösta Werner; Guión: Stig Dagerman, basado en su relato; Dirección de fotografía: Sten Dahlgren; Montaje: Gösta Werner; Música: Miscelánea. Piezas de Rudolf Nelson y Walter Joseph; Producción: Gösta Werner, para Minerva Films AB (Suecia).
Intérpretes: Gunnar Sjöberg (Narrador); Karl-Erik Forsgardh (Conductor); Marie-Anne Condé (Novia); Kerstin Thörn (Niña); Georg Arlin (Padre); Sissi Kaiser (Madre); Sten Larsson.
Sinopsis:Un día cualquiera, en una pequeña villa sueca, ocurre una tragedia.
Por diversos motivos, el de Gösta Werner es un nombre de prestigio en la cinematografía sueca. No es, sin embargo, su faceta como director la que más fama le ha granjeado, porque la práctica totalidad de su filmografía no sólo es del todo desconocida más allá de las fronteras de su país natal, sino que, con contadas excepciones, su obra de ficción tampoco fue muy apreciada por sus compatriotas. Pese a ello, alguno de sus trabajos han sido remasterizado y recuperado para el espectador contemporáneo. Es el caso de Matar a un niño, cortometraje que adapta para la gran pantalla un relato del talentoso y malogrado escritor escandinavo Stig Dangeman. Esta breve pieza, de apenas diez minutos de duración, es de muy alto nivel.
En una primera lectura, podría decirse que lo que hace el director es limitarse a ilustrar un texto leído por un narrador, pero creo que esa visión no hace justicia al trabajo de Werner, que bajo su manto de nórdica sobriedad y su aura de pesimismo esconde uno de los usos más perversos de la voz en off y de la elipsis que puedan imaginarse. En este caso, la idea del narrador omnisciente, mezclada con lo trágico de la historia, supone una manera harto punzante de expresar la idea de que somos títeres en manos de un destino caprichoso, que en cuestión de segundos puede ponernos ante un suceso que entierre para siempre nuestra felicidad. Como en la vida real, la descripción del hecho luctuoso, que no llegamos a ver, dura un suspiro: lo sustantivo es analizar el despreocupado antes y el horrible después. La tragedia ocurre un domingo, día de descanso y disfrute. El narrador ejerce de deidad trágicamente irónica, que anticipa una catástrofe mientras nos muestra a unos seres del todo ajenos a ella: un hombre joven, y visiblemente satisfecho consigo mismo, que conduce un descapotable acompañado por su novia; unos padres de extracción humilde, que se preparan para el desayuno y la posterior excursión fluvial, y una niña vestida de domingo que recibe el encargo de pedir azúcar a unos vecinos. Nada extraño, nada que permita encontrar una justificación para la tragedia que sabemos que ocurrirá.
Werner lo filma todo con una sobriedad rayana en lo espartano. La fotografía destaca que la desgracia no es ajena a los días soleados, y se vuelve más lúgubre cuando la narración pasa a describir los efectos del fatal accidente. Los personajes tienen idéntico rostro que antes, pero jamás volverán a ser los mismos. Más que en los progenitores, cuyo desgarro se resume en una frase tan hiriente como verdadera, el film se centra en el joven, convertido en una sombra, casi fantasmagórica, de lo que fue. Las piezas musicales escogidas acentúan el tono fatalista (amplificado por otra elección narrativa: la de que nunca oigamos las voces de los personajes, sino sólo la del relatista omnisciente) de una historia de verdadero terror, porque monstruos y alienígenas no se ven demasiados en el día a día, pero la posibilidad de que la existencia se te hunda en un segundo, esa sí está ahí siempre, queramos verla o no.
En cuanto al reparto, lo normal es que el cinéfilo sólo conozca a Gunnar Sjöberg, la única voz que escuchamos en la película, y a Georg Arlin, que interpreta al padre de la niña, y por la misma circunstancia: que ambos trabajaron alguna vez a las órdenes de Ingmar Bergman. Sjöberg da con el demoledor tono necesario, y los actores cuyos rostros sí vemos cumplen con nota a la hora de acentuar, precisamente a causa de su contención expresiva, la dureza del relato.
Matar a un niño es un excelente, y a la vez angustioso y turbador, cortometraje que recomiendo a todos los amantes del cine.