LEGIONNAIRE. 1998. 96´- Color.
Dirección: Peter MacDonald; Guión: Sheldon Lettich y Rebecca Johnson, basado en un argumento de Sheldon Lettich y Jean-Claude Van Damme; Director de fotografía: Douglas Milsome; Montaje: Mike Murphy y Christopher Tellefsen; Música: John Altman; Diseño de producción: Charles J.H. Wood; Dirección artística: Franco Fumagalli, Marco Trentini y Nathan Schroeder; Producción: Edward R. Pressman, Peter MacDonald y Jean-Claude Van Damme, para Pressman Film-Long Road Productions-Quadra Entertainment (EE.UU.).
Intérpretes: Jean-Claude Van Damme (Alain Lefevre); Adewale Akinnuoye-Agbaje (Luther); Steven Berkoff (Sargento Steinkampf); Nicholas Farrell (Mackintosh); Jim Carter (Lucien Galgani); Ana Sofrenovic (Katrina); Daniel Caltagirone (Guido Rosetti); Joseph Long (Maxim); Mario Kalli, Joe Montana, Kim Romer, Paul Kynman.
Sinopsis: Un boxeador huye de un gángster marsellés tras negarse a amañar un combate. Se alista en la Legión Extranjera y es enviado al norte de África.
Más conocido como asistente de dirección o responsable de segunda unidad en grandes producciones de Hollywood, Peter MacDonald firmó diversos largometrajes después de su debut en Rambo III. Lo más parecido a una película de alto nivel que dirigiera MacDonald antes de regresar al segundo plano lo encontramos en Soldado de fortuna, film que, bajo su envoltorio de producto al servicio del actor belga Jean-Claude Van Damme, que también fue coproductor del proyecto, oculta una entretenida y bien rodada historia de aventuras bélicas que no tuvo la suerte que merecía por dos razones: la primera, que la estrella de su protagonista estaba en caída libre a causa de su deriva personal y del rotundo fiasco que supuso Double team; la segunda, que la presencia del de Bruselas al frente del reparto movió a muchos a pensar que se hallaban ante un típico producto de artes marciales y mamporros, algo que Soldado de fortuna está muy lejos de ser. Este cúmulo de circunstancias contribuyó en gran manera a que pocos repararan en la calidad de una película, cuyo director inicialmente previsto era Sheldon Lettich, que es la mejor de su director, y una de las realmente salvables de su estrella principal, y seguramente aquella en la que más intentó alejarse de todos los estereotipos asociados a su figura.
Sin que eso signifique que el grueso de su filmografía sea para tirar cohetes, creo que a Jean-Claude Van Damme hay que agradecerle el hecho de que, con mayor o menor suerte, intentara con cierta frecuencia ser más que un tipo musculoso que arreaba patadas voladoras y se esforzara en evolucionar como intérprete y en participar en películas que se parecieran a las que él, y muchos otros, admiraban. Salvando las distancias, Soldado de fortuna tiene ecos de Beau Geste y Lawrence de Arabia. No es que el resultado esté cerca de esas obras maestras, pero sí alcanza el nivel suficiente como para desenmascarar el vacuo esnobismo de todos aquellos que la desprecian por el solo hecho de estar protagonizada por Van Damme. La acción se sitúa hace más o menos un siglo, y se inicia en un club nocturno marsellés, en el que un boxeador, duro y altanero, sella, aconsejado por su hermano, un muy lucrativo acuerdo con un mafioso local que implica que el púgil debe dejarse ganar en su próximo combate. Sucede que la amante del gángster es un antiguo amor del deportista corrompido, y que de todas formas ese hombre es muy poco dado a venderse. Su plan es vencer el combate y huir a América junto a su hermano y a la mujer que ama, pero las cosas se tuercen muy pronto y el púgil no encuentra otra solución para salvar el pellejo que alistarse en la Legión Extranjera. Aquí se inicia otra película, a mi juicio bastante mejor de lo que este prólogo, bien filmado pero bastante tópico, hacía suponer. En ella, el protagonista es enviado al Rif, lugar en el que el caudillo local, Abd-El-Krim, estaba llevando a su ejército a cosechar contundentes victorias ante las tropas coloniales francesas y españolas. Sin que nada sea especialmente original, hay que destacar la calidad de las escenas bélicas y el más que correcto modo en el que se refleja el duro entrenamiento de los soldados, la peligrosa belleza del desierto y la camaradería que se genera entre esos hombres que no hallaron una forma mejor de huir de su pasado. MacDonald demuestra que es un tipo muy curtido en las escenas de acción, y aunque todo tendría más lustre con un presupuesto menos ajustado, lo cierto es que las numerosas batallas se nos muestran con realismo, mucha agilidad narrativa y un montaje que sabe trasladar al espectador la crudeza de las guerras a la antigua y el valor de los combatientes de uno y otro bando. Puestos a citar referentes de prestigio, el clímax de la película se fija mucho en El Álamo, pero no estamos ante una mala imitación, sino ante un homenaje digno. Añado que el guión, que como dije no es un prodigio de originalidad, sí acierta en su concisión y en su forma de huir de un enfoque meramente colonialista: aquí, los rifeños son valientes soldados que defienden su tierra y poseen sentido de la justicia, no un conjunto de asesinos salvajes que se ceban con los pobres occidentales. Otro aspecto que merece ser subrayado es la notable partitura de un compositor eminentemente televisivo como John Altman, capaz de ofrecer un trabajo con las dosis justas de épica y exotismo.
Jean-Claude Van Damme se enfrentó con el personaje de mayor peso dramático que había interpretado hasta la fecha y, aunque el hombre no es James Mason, sí creo que salió bastante bien parado de un desafío en el que la mayoría de los héroes de acción que juegan en la misma liga que el belga hubiesen hecho un ridículo de importantes proporciones. El resto del reparto lo forman intérpretes no demasiado conocidos, pero ahí quedan los buenos trabajos de un actor de fuste como Jim Carter, en la piel del mafioso marsellés, y de Nicholas Farrell como legionario británico, en un papel muy en la onda de Sam Peckinpah. La actriz serbia Ana Sofrenovic hace una interpretación más que correcta, y Adewale Akinnuoye-Agbaje muestra buenas maneras. esas que le sobran a Steven Berkoff, aquí en el rol de instructor militar.
Soldado de fortuna es una película que merece ser reivindicada, no sólo por el hecho de ser bastante mejor de lo que por ahí se dice, sino porque retrotrae al cine bélico clásico, facción guerras coloniales, y esa clase de películas son hoy muy raras de ver.