Tapear en Barcelona es, cada vez más, un deporte de riesgo. Después de dos visitas culinariamente nefastas a lugares muy conocidos de la ciudad, el Pirineus 1935 y la Cerveseria D´Or de Consell de Cent, tocaba quitarse el mal sabor sabor de boca en uno de mis locales fetiche, El Món de la Cervesa, al que ya dediqué uno de los primeros posts publicados en este blog. Curiosamente Ferran, el dueño del local, aprendió el oficio trabajando en la D´Or. Al parecer se llevó de allí todo lo bueno que había.
Lo primero que hice al llegar al local fue probar una nueva (al menos por estos lares) cerveza belga, que es precisamente la que puede verse en el gráfico, de nombre Waterloo Tripel. Servida, como mandan los cánones, en el cáliz cuya parte inferior aparece en la fotografía, esta cerveza es toda una delicia. Fuerte y con cuerpo, pero con una entrada en boca excelente, propia de cervezas de graduación alcohólica bastante inferior (ésta tiene 7,5%), en los dos primeros sorbos ya convence y hace que uno empiece a hacerle sitio entre las imprescindibles para la despensa. Acompáñese de unas apetitosas almendras saladas de las que ya se ven y se catan en pocos locales, de unos pulpitos cuya calidad, cocción y salsa encandilan, y de una de las varias ensaladillas de nivel que pueden tomarse allí (esta vez fue la de atún, pero las de verduras y mortadela alemana son excelentes), añádase la siempre interesante tertulia con mi amigo y escritor de raza Manel Zabala (quien también sufrió las delicias de los dos locales arriba mencionados), y el resultado de todo ello es un triunfo contra la mediocridad. Eso sí, en cuanto la tertulia deriva hacia el lado cervecero hay que escuchar a Ferran, toda una autoridad en la materia. Y si te da a probar su finísimo allioli, o una Schneider que supera con solvencia a su referente más inmediato, la Franziskaner Dunkel, pues te sientas, te relajas y lo disfrutas. Los locales cuyos dueños o empleados ni siquiera conocen lo que te están sirviendo son mayoría. Aquellos otros en los que, a partir de tus preferencias declaradas, son capaces de ofrecerte nuevas, y muchas veces mejores, alternativas, son una especie a proteger. Excelentes cervezas y muy buenas tapas. Buen producto y bien servido, sin ínfulas modernas ni tonterías de ninguna clase. Y todo en un pequeño local de la Sagrera que en esta ciudad ya es un oasis. Y sin oasis, todo se hace mucho más cuesta arriba.