Nueva sesión de flamenco en el Teatre Sagarra de Santa Coloma de Gramenet, esta vez a cargo del guitarrista madrileño Jerónimo Maya, un músico muy prestigioso en los círculos del arte gitano-andaluz, pero quizá menos de lo que debería más allá de los seguidores fieles de un género que pocas veces recibe el trato que merece. Cierto es que, pese a la extensa carrera que lleva a sus espaldas, la discografía de Maya es escasa, e intermitente su presencia en los escenarios españoles, pero también que la lista de las personalidades del cante jondo con las que ha colaborado incluye nombres muy grandes. Jerónimo Maya, que se presentó en Santa Coloma con el acompañamiento de las voces de Pepe de Pura y Manuel de la Nina, y las percusiones de El Moskito al cajón y de Juan Mateos a los nudillos, es uno de los mejores guitarristas flamencos de la actualidad, y así pudimos comprobarlo quienes asistimos a su concierto.
El innegable hecho de que la guitarra flamenca no pase por su momento de mayor popularidad no tiene que ver con la calidad de los intérpretes, pues el abanico de instrumentistas de primer nivel que existen hoy en día es para tomárselo muy en serio. Entre ellos se encuentra Jerónimo Maya, un gitano del Caño Roto que desciende de un mito del toque como Ramón Montoya, y ha añadido el aprendizaje académico al rico caudal flamenco heredado de sus ancestros. De acuerdo al ritual, Maya arrancó el concierto en solitario, demostrando que su técnica y expresividad a las seis cuerdas son formidables. Pronto aparecieron en escena sus compañeros, a los que se unió la invitada estrella de la noche, la bailaora Karime Amaya, otra artista a la que el flamenco le viene de casta. Durante toda la actuación, en la que privó el buen ambiente, sobre y bajo el escenario, y abundaron los cantes fiesteros, Amaya asumió un gran protagonismo, luciendo una gran presencia escénica y un modo de entender la danza visceral y firmemente arraigado en la tradición. Las bulerías y los cantes por Cádiz, casi siempre lo más agradecido por los públicos de aquí y de allá, levantaron a los asistentes de sus asientos, con lo que la fiesta, rematada con una dosis de juerga improvisada sin el auxilio de los micrófonos, acabó siendo completa. Por poner un pero, diría que los amantes del toque podríamos pensar que Jerónimo Maya cedió excesivo protagonismo a la invitada, pero la estrella de la velada tuvo tiempo de demostrar que, en él, la técnica y el sentimiento van de la mano. Lirismo, jondura, complejidad armónica y modos virtuosos se aglutinan en su toque, que se ganó merecidas ovaciones del público colomense. Viva la guitarra, hoy y siempre, y más en las manos de gente como Jerónimo Maya.
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