Uno de los grandes alicientes de Praga es la calidad de su oferta musical. En esta visita, tuvimos oportunidad de asistir a la actuación de uno de los grandes del blues de las últimas cuatro décadas, Robert Cray. Su espectáculo estuvo precedido, de manera sorpresiva para quien esto escribe, por la aparición de un cantautor local, cuyo monbre no entendí y prefiero seguir ignorando, que hizo lo que pudo para que uno perdiera el instantáneo respeto que siente hacia cualquiera que se sube a un escenario. Una voz mediocre, unas canciones monótonas, basadas en tres acordes servidos con guitarras ásperas, y un bombo machacón, más un segundo micrófono para intentar infundirle una pátina de modernidad a una propuesta que no se aguantaba ni con alfileres, me ratificaron en mi animadversión hacia esa costumbre, que ni mucho menos es patrimonio de los checos, de incluir artistas locales en los espectáculos únicamente para hacer patria. Quizá el valor de todo ello residiera en las letras, de las que uno no entendió ni palabra, pero la tibia acogida que los lugareños, quienes obviamente dominan el checo, otorgaron a ese peculiar individuo me hace pensar que tampoco las musas de la poética se habían parado a iluminarle.
Superado el susto, apareció en escena la estrella de la velada, junto a los tres músicos que le acompañaban: Dover Weinberg a los teclados, Richard Cousins al bajo y Les Falconer a la batería. Elegante como siempre, lo primero que me llamó la atención de Cray es que tiene casi veinte años más que yo, y está en mejor forma. A sus casi setenta primaveras, el artista de Georgia no ha perdido un ápice de la capacidad vocal y la destreza guitarrísitica que le han convertido por méritos propios en un grande del blues a escala mundial. Con las primeras notas de la canción inicial, Anything you want, el ambiente en la sala Lucerna, uno de los lugares que ofrecen conciertos de alto nivel en la capital checa, se hizo eléctrico y no decayó durante el resto de la actuación, en la que sobresalieron piezas como Fix it, Phone booth, la versión de Mississsippi Sheiks Sittin´on top of the world o You must believe in yourself. El poderío vocal de Cray no sufrió merma a medida que transcurría el concierto, los solos, tanto del propio Cray como de Weinberg se acercaron en varias ocasiones a la excelencia, y la parroquia bluesera del Moldava, junto a algunos infiltrados españoles, vibró gracias a una actuación llena de clase y energía. Hoy, Robert Cray representa lo mejor en su estilo, y su actuación praguense no hizo más que confirmarlo.
Tener y retener:
En la cima del mundo: