HEREDITARY. 2018. 125´. Color.
Dirección: Ari Aster; Guión: Ari Aster; Dirección de fotografía: Pawel Pogorzelski; Montaje: Lucian Johnston y Jennifer Lame; Música: Colin Stetson; Diseño de producción: Grace Yun; Dirección artística: Richard Olson; Producción: Buddy Patrick, Lars Knudsen y Kevin Frakes, para PalmStar Media-Finch Entertainment-Windy Hill Pictures (EE.UU.).
Intérpretes: Toni Collette (Annie); Alex Wolff (Peter); Gabriel Byrne (Steve); Milly Shapiro (Charlie); Ann Dowd (Joan); Mallory Bechtel, Jake Brown, Christy Summerhays, Brock McKinney.
Sinopsis: Cuando fallece Helen, la abuela, una serie de extraños sucesos tienen lugar en la casa en la que vive su hija Annie con su esposo y sus hijos.
Los inicios como director de Ari Aster siguieron los cánomes tradicionales: curtido en el cortometraje, el realizador neoyorquino rodó su primer largo a la manera independiente y dentro de un género, el de terror, particularmente receptivo al ingenio de los cineastas más jóvenes. Lo que ya no es tan típico es el dominio del medio que mostró Aster en su ópera prima, Hereditary, ni tampoco la entusiasta recepción que tuvo el film, primero en su propio país, y más tarde en otras latitudes. En medio de un panorama dominado por remakes, secuelas, reboots y homenajes-plagio, Hereditary se reveló como una pequeña joya del terror psicológico que fue coleccionando premios e hizo que el nombre de Ari Aster pasara de un casi total anonimato a todas las listas de directores jóvenes a seguir.
En cierta medida, Hereditary supone la revisión, en clave moderna, del subgénero de las casas encantadas. Ahí está, por ejemplo, el hecho de que todo lo que sucede a lo largo de la narración lo marca un personaje que no aparece en pantalla: Ellen Graham, la matriarca de una familia-tipo formada por su hija Anne, una artista, su esposo, y la descendencia, con un hijo adloescente y una hija que está al borde de iniciar también ese complicado período. De hecho, es el fallecimiento de Ellen el suceso que marca el arranque del film. En su funeral, quedan claras dos cosas: que la relación entre la fallecida y su única hija no fue demasiado feliz, y que Ellen dejaba a su familia al margen de aspectos fundamentales de su existencia. Superado el trance, el matrimonio y los niños tratan de seguir con sus vidas, pero las cosas empiezan a torcerse desde que la hija mejor, que al contrario que su hermano creció muy unida a su abuela, siente que en la casa se producen extrañas apariciones.
Es fácil detectar en Hereditary la influencia de Roman Polanski, no sólo por las similitudes con la obra terrorífica más célebre del director polaco, sino por la capacidad que demuestra Ari Aster para crear una creciente atmósfera malsana en un espacio cerrado que acaba por transformar a todos los que lo pueblan. Como en La semilla del diablo, en la que fue la casa de Ellen Graham hay una fuerza que todo lo mueve y que, siendo desconocida por los personajes principales, desencadena la tragedia en la que se ven envueltos, en especial desde que un accidente de tráfico después de una fiesta a la que han acudido los doa hermanos provoca la muerte de la pequeña Charlie, y del contacto de una cada vez más alterada Annie con un grupo de terapia formado por distintas personas que han perdido a alguno de sus hijos. En contadas ocasiones, y gran parte de ellas se concentran en el tercio final del metraje, la violencia se muestra de manera explícita, y por ello hay que resaltar de nuevo el modo a través del que Ari Aster provoca el miedo en el espectador, no tanto a través de lo que ve, sino de lo que percibe. Más que exhibir el terror, lo que hace el cuasidebutante cineasta es lograr que aflore el pánico que todos sentimos a que algo que no podemos controlar se adueñe de nuestro mundo y lo haga estallar en pedazos. Es cierto que parte de ese siniestro encanto se pierde cuando, al final, conocemos el origen de la pesadilla, y que esa revelación nos hace conscientes de la arbitrariedad de algunas decisiones narrativas, pero en lo de crear tensión, elemento clave en esta clase de películas, Ari Aster roza la excelencia. Tratándose de una obra sustentada en gran parte por los personajes femeninos, llama la atención que Peter, el marido de Annie, represente la sensatez, condenada a la derrota a la vista del curso de los acontecimientos. Estamos ante una película muy inteligente, que evita provocar el susto y prefiere el suspense, ir añadiendo líquido al vaso de la tensión hasta que, como no puede ser de otra forma, rebosa. Em el desenlace, como he dicho, se evapora parte de ese líquido, pero lo visto, oído y sentido hasta entonces tiene un nivel muy por encima de la media, también porque Aster maneja de manera muy acertada la composición de planos, con unas ideas muy claras respecto a lo que el espectador debe y no debe ver en cada momento, pero sin resultar artificioso. Lo mismo sucede con los decorados (ahí está el empleo de esas maravillas en miniatura que crea la obsesiva Annie), que al final, y hablo de la chimenea y el ático, se convierten en personajes importantes del espectáculo, con la iluminación, que oscila entre lo naturalista y lo tenebroso y muestra el grado de entendimiento existente entre Aster y su cameraman de cabecera, Pawel Pogorzelski, y con la utilización de la banda sonora, en la que lo primordial es acentuar lo progresivamente recargado que se hace el ambiente en el hogar de los Graham. Hablando de eso, la secuencia de la cena, en la que Anne y Peter exteriorizan todo el resentimiento que acumulan hacia el otro mientras Steve trata, en vano, de que impere la cordura, posee una gran intensidad como drama familiar, con independencia de que el género de la película sea distinto. Por otro lado, la manera en la que Aster despacha la influencia en los individuos de los grupos de terapia me resulta muy afín, siendo Joan el prototipo de personaje que todo lo destroza sin dejar de esbozar una beatífica sonrisa.
Más allá de los méritos de Hereditary como film de terror, el otro elemento más alabado de la película es la interpretación de Toni Collette, actriz de aólida carrera a la que quizás le faltaba un papel como el de Annie, en el que pudiera lucir de una tacada su palpable variedad de registros. Aquí la vemos en la pesadumbre, en su proceso creativo y en su zozobra, la vemos sufridora y desencadenada, y siempre a un nivel muy alto. A Gabriel Byrne le corresponde un rol mucho más desagradecido, proque Steve es un tipo tan sensato como soso, pero este gran actor también demuestra serlo a la hora de no querer acaparar mayor protagonismo del asignado. El joven Alex Wolff tiene madera de primer espada en ciernes, mientras que el inquietante rostro de Milly Shapiro puede dar mucho juego en este género. Más allá del cuarteto protagonista, hay que hacer notar la brillante interpretación de Ann Dowd, a lomos de un personaje a través del que nos encontramos con otro al que diera vida Ruth Gordon varias décadas atrás.
Entre el puñado de importantes películas de terror que, entre mucha morralla, ha producido el cine norteamericano en lo que llevamos de siglo, Hereditary es una de las que más elogios merece. Siendo cierto que su clímax no confirma todas las expectativas que ha generado, también lo es que éstas, y eso es mérito de Ari Aster, eran altísimas. Sin duda, he aquí un nombre a retener.