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Segunda, y última en lo que a la presente edición se refiere, visita de este melómano bloguero al festival Desvarío, que un año más lleva el flamenco a la sede del distrito de Nou Barris. Anoche, las nubes aplacaron algo el sofocante calor de estos últimos días, y con ese alivio pude disfrutar de la actuación de dos superclases como Dorantes y Renaud García-Fons. Quienes siguen este blog saben que soy un rendido admirador del pianista lebrijano y del contrabajista francés de orígenes catalanes, y prueba de ello son las entradas que he dedicado a los conciertos que de ellos he ido viendo a lo largo de los años. Unos cuantos, y de esos en los que ha sido cara la alegría, llevaba sin ver juntos sobre un escenario a estos dos fenomenales artistas, que más allá de que sigan basando su repertorio en el álbum Paseo a dos, que grabaron cuando el presidente de España aún era Mariano Rajoy, son capaces de aportar cada noche a sus canciones una magia que parece fácil, que fluye con pasmosa naturalidad y enamora a quienes a ella se acercan como sólo lo hace la belleza pura. Dorantes y Renaud García-Fons son dos músicos superlativos que, por sí solos, encandilan a cualquiera, como hace unas horas volvieron a acreditar con sus respectivas intervenciones en solitario. Juntos van todavía más allá, porque su unión de entonces ha devenido en pareja artística de derecho, que encima de las tablas exhibe una complicidad que va más allá del diálogo y se adentra en el territorio de la simbiosis. Uno puede conocer bien piezas como Entre las rosas, Mar y rayo o En el crisol de la noche, pero no por ello deja de sorprenderle lo que el talento de David y Renaud contribuye a que cada nueva interpretación en directo de sus canciones te parezca la primera. Arte en estado puro, sin alharacas ni pirotecnias.
Por bulerías:
Después de la mística, llegó la ortodoxia de la mano de la cantaora, gitana y también de Lebrija por parte de madre, Esperanza Fernández. Ella es una artista quizá no demasiado conocida fuera del mundo del flamenco, pero considerada por quienes saben de esto como una de las mejores voces femeninas del cante jondo contemporáneo. Como ella misma se encargó de decir, no lo tenía fácil después de la magia que había acontecido en ese escenario durante el concierto anterior, pero justo es decir que la trianera superó el desafío con notable alto. Inició la actuación en solitario ese fantástico guitarrista llamado Miguel Ángel Cortés, que ya desde los primeros acordes supo captar la atención de la audiencia, y acto seguido compareció sobre las tablas la estrella del espectáculo, que derrochó voz y presencia y tardó muy poco en irse para Cádiz y arrancar las primeras ovaciones cerradas del respetable. Esperanza Fernández, acompañada también por su hijo Miguel a la percusión, demostró que el flamenco puede ser muchas cosas pero que, en esencia, es gitano. Sólo había que verla cantar y bailar por bulerías, lo cual hizo como colofón a su concierto, para ver que hay cosas que se llevan desde la cuna. Si además se trabajan, llega el arte, que a Esperanza le sobra. No sólo su actuación, sino toda la velada, fue un rotundo éxito artístico. Un año más, el mejor flamenco se da cita en Nou Barris.
Recordando a las grandes que la precedieron: