MURDER ON THE ORIENT EXPRESS. 1974. 127´. Color.
Dirección: Sidney Lumet; Guión: Paul Dehn, basado en la novela de Agatha Christie; Dirección de fotografía: Geoffrey Unsworth; Montaje: Anne V. Coates; Música: Richard Rodney Bennett; Diseño de producción: Tony Walton; Dirección artística: Jack Stephens; Producción: John Brabourne y Richard Goodwin, para EMI Film Distributors-G.W. Films United (Reino Unido)
Intérpretes: Albert Finney (Hércules Poirot); Lauren Bacall (Harriet Hubbard); Martin Balsam (Bianchi); Ingrid Bergman (Greta Ohlsson); Jacqueline Bisset (Condesa Elena Andrenyi); Jean-Pierre Cassel (Pierre); Sean Connery (Coronel Arbuthnot); John Gielgud (Beddoes); Wendy Hiller (Princesa Natalia Dragomiroff); Anthony Perkins (McQueen); Vanessa Redgrave (Mary Debenham); Rachel Roberts (Hildegarde Schmidt); Richard Widmark (Ratchett); Michael York (Conde Andrenyi); Colin Blakely (Hardman); George Coulouris (Dr. Constantine); Dennis Quilley (Foscarelli); Vernon Dobtcheff, Jeremy Lloyd, John Moffatt.
Sinopsis: Bianchi, director de la línea ferroviaria, invita a su amigo, el detective Hércules Poirot, a viajar en el Orient Express. Durante el viaje asesinan a un hombre de negocios estadounidense, y Poirot se hace cargo de la investigación.
De las numerosísimas adaptaciones que de la obra de Agatha Christie se han realizado para el cine y la televisión, una de las más recordadas, y también de las mejores, es la que dirigió Sidney Lumet de Asesinato en el Orient Express. Su multiestelar reparto constituye un hito en la historia del cine, y el tratarse de una de las más populares novelas de la autora británica hizo el resto. Aunque la película inmediatamente anterior de Lumet fuese la desconocida Lovin´Molly, el hecho de que a esta la precediera Serpico, y que a la aquí reseñada la sucedieran Tarde de perros y Network deja claro que el director neoyorquino se hallaba en el mejor momento de su carrera. Quizá por ello, y por la condición de obra de encargo de Asesinato en el Orient Express, este título siempre ha sido considerado una obra menor dentro de la filmografía de Lumet, aunque se trate de un espléndido entretenimiento rodado por un cineasta al que se le nota inspirado. Un Óscar, tres premios BAFTA y el éxito en las taquillas, amén de otras varias nominaciones importantes, dan a a entender que tampoco el alcance de esta película puede considerarse menor. Tampoco hay que olvidar que la propia Agatha Christie se mostró bastante complacida con la película.
Quienes ya conocen el argumento de esta novela tan célebre no necesitan demasiadas explicaciones, pero para aquellos que no la hayan leído, como es mi caso, es preciso recordar que nos hallamos ante una intriga criminal muy característica de su autora, en la que uno de sus personajes fetiche, el detective belga Hércules Poirot, debe resolver un crimen violento acaecido en un viaje particularmente accidentado (si el servicio estuviese transferido a la Generalitat, no habría habido película) del Orient Express, mítico ferrocarril que recorría gran parte de Europa. Se trata de un ¿quién lo hizo? de manual, si bien es preciso señalar que, más allá de que estemos ante un film de bandera británica, esta adaptación de Asesinato en el Orient Express se enmarca en la corriente retro que hizo furor en Hollywood durante los años 70, y que nos dejó un buen puñado de obras maestras. La acción se sitúa en el período de entreguerras, aunque las alusiones políticas brillan por su ausencia. El tono general es liviano, de divertimento, pero el enfoque del film se vuelve más dramático a medida que la investigación de Poirot avanza y se acerca a su desenlace. El punto clave de la misma es la averiguación, por parte del detective, de la verdadera identidad de ese norteamericano adinerado que recibe anónimos amenazadores y solicita, sin éxito, la protección de alguien cuyo interés se centra en la resolución de crímenes, más que en ejercer como guardaespaldas de millonarios. En cuanto Poirot descubre quién es el señor Ratchett, percibe que muchas personas querrían ver muerto a ese individuo, e intuye que alguna de ellas ha conseguido un billete en el Orient Express (algo que Poirot logró por puro enchufe) y ha sido capaz de ejecutar sus planes delictivos.
La principal dificultad a la que se enfrentaba Lumet era evitar que la película se convirtiera en un insustancial desfile de estrellas. En términos generales, supera el reto con nota alta, aunque la parte central del film, en la que Poirot interroga a los distintos viajeros del vagón en que se cometió el crimen, sí parece concebida como una acumulación de escenas aptas para el lucimiento del espectacular ramillete de luminarias de la interpretación que componen el reparto, y que ahí la película tiene problemas de ritmo. Destaco el prólogo, en el que Lumet, utilizando la técnica del collage, ilustra el secuestro, y posterior asesinato, de una niña cinco años antes de que sucedan los hechos que se narran a continuación. En esa secuencia ágil y de claro enfoque periodístico surge la figura de uno de los mejores directores realistas norteamericanos. La presentación de los personajes avanza el tono lúdico que caracterizará la primera parte del relato, y la escena en la que el mítico tren inicia su marcha es simplemente magnífica. Debo subrayar mis simpatías hacia aquellas películas en las que salen trenes, y en pocas de ellas se hace un homenaje tan rendido a esos prodigios de la ingeniería. La conclusión de la trama es, si se analiza con frialdad, bastante increíble, pero muy potente. Lumet no le resta un ápice de fuerza y se beneficia, además, de que en la larga secuencia en la que Poirot detalla cómo ha logrado aclarar el asesinato, tiene lugar la mayor concentración de talento interpretativo en menos espacio que uno haya visto en una pantalla.
Cantadas las alabanzas al director, justo es señalar que el guión le proporcioan buenos diálogos e interesantes elementos narrativos, y que la iluminación, de Geoffrey Unsworth, recrea a la perfección la que debía de tener un ferrocarril de lujo durante el período de entreguerras, en general con un enfoque muy realista que se torna casi fantasmagórico cuando se recrea lo que sucedió la noche en que se cometió el crimen. Nota muy alta también para la banda sonora, de Richard Rodney Bennett, uno de los grandes compositores ingleses, que aquí fue capaz tanto de engrandecer la magnificencia del ferrocarril como de aderezar sabiamente la intriga.Tanto la escenografía como el vestuario son, igualmente, de primera clase.
Vayamos ahora a recrearnos en el aspecto más recordado de Asesinato en el Orient Express, que no es otro que su reparto. No me extraña que Agatha Christie se mostrar tan satisfecha con el trabajo de Albert Finney en el papel de Hércules Poirot, porque su desempeño es soberbio. Eso sí, para disfrutarlo en toda su extensión hay que ver la película en versión original (bueno, esta y todas) porque sólo ahí es posible apreciar la calidad de su acento francés. Finney es el personaje que más aparece en pantalla, y también el actor que más luce. Del resto, hay personajes con mucho peso, y otros con poco desarrollo. El trabajo de Lauren Bacall, que da vida a una estadounidense de lo más locuaz, me parece excelente. Siendo una gran actriz, y realizando una labor notable en la piel de un personaje traumatizado que se refugia en la religión, creo que el Óscar otorgado a Ingrid Bergman por su trabajo en esta película fue, sobre todo, la forma con la que Hollywood quiso hacerse perdonar el bochornoso maltrato infligido a esta leyenda después de hacerse público su romance con Roberto Rossellini. Creo que, al nivel de este trío, están la presencia imponente de Sean Connery, la cuasiperfección caracterísitca de John Gielgud, la sólo aparente debilidad de Wendy Hiller y el siniestro carisma de Richard Widmark. Vanessa Redgrave se resiente de que su personaje sea uno de los peor desarrollados de la trama, a Jacqueline Bisset le sucede otro tanto, a lo que hay que sumar que tampoco posee el enorme talento de la inglesa, y Michael York me resulta tan estomagante como casi siempre. Anthomy Perkins abunda en el tipo de personaje en el que siempre estuvo encasillado, aunque lo hace bastante bien, y tanto Jean-Pierre Cassel como Rachel Roberts están a una altura notable, que es la que ofrece, como de costumbre, Martin Balsam. Más allá del elenco de superestrellas, el trabajo de Colin Blakely es brillante, lo que tampoco es novedad.
Asesinato en el Orient Express representa la quintaesencia de lo que significa Agatha Christie en la literatura, entretenimiento criminal de joyas y esmoquin, y esta adaptación ha pasado con justicia a la historia por su excelente factura y por su irrepetible reparto. Esta película supone, además, la confirmación de que Sidney Lumet también podía ser muy bueno alejado del terreno (el retrato del Nueva Yprk contemporáneo) en que mejor se movía.