PAL JOEY. 1957. 110´. Color.
Dirección: George Sidney; Guión: Dorothy Kingsley, basado en la obra teatral de John O´Hara; Dirección de fotografía: Harold Lipstein; Montaje: Viola Lawrence y Jerome Thoms; Música: Richard Rodgers y Lorenz Hart; Dirección artística:Walter Holscher; Vestuario: Jean Louis; Producción: Fred Kohlmar, para Columbia Pictures (EE.UU.).
Intérpretes: Rita Hayworth (Vera Prentice-Simpson); Frank Sinatra (Joey Evans); Kim Novak (Linda English); Barbara Nichols (Gladys); Bobby Sherwood (Ned); Hank Henry (Mike); Elizabeth Patterson (Sra. Casey); John Hubbard, Cheryl Kubert, Bek Nelson, Hermes Pan, Frank Wilcox.
Sinopsis: Joey es un cantante sin blanca que llega a San Francisco y consigue un empleo en un club nocturno, en el que conoce a Linda, una bella bailarina. El sueño de Joey es tener su propio local, para lo que buscará la ayuda de Vera, una rica viuda que tiempo atrás también trabajó en el mundo del espectáculo.
Ejemplo de artesano eficiente de la época dorada de Hollywood, George Sidney dio lo mejor de sí mismo en el cine de aventuras de capa y espada, como demuestran Scaramouche y Los tres mosqueteros, si bien el musical le proporcionó algunos otros éxitos importantes. A este género pertenece Pal Joey, adaptación cinematográfica de un musical de Broadway que otorgó fama a su protagonista, Gene Kelly, quien asimismo debía ser la estrella principal de la película de acuerdo a un proyecto que no llegó a cristalizar. Años después, fue Columbia quien dio luz verde a la llegada de Pal Joey a las salas de exhibición, ahora con un resucitado Frank Sinatra asumiendo el rol principal en compañía de las dos grandes estrellas femeninas de la productora, Rita Hayworth y Kim Novak. El film funcionó bien, le dio a Sinatra el Globo de Oro al mejor actor de comedia o musical, y estuvo nominado a cuatro Óscars en categoría técnicas.
Fue Dorothy Kingsley, guionista laureada por su trabajo en Siete novias para siete hermanos, y que había trabajado para George Sidney en la célebre Escuela de sirenas, quien se encargó de crear el libreto de la película, siendo bastante fiel a la pieza teatral de John O´Hara. La estructura es la de un triángulo amoroso típico, enmarcado en el ambiente de los clubs nocturnos de San Francisco, ciudad cinematográfica como pocas que aquí, sin embargo, queda en segundo plano al tratarse de un film de estudio, en el que los exteriores son poco menos que anecdóticos. A esa urbe llega Joey, un cantante arruinado y con fama de conflictivo, que subsiste a duras penas gracias a su capacidad para la picaresca. Joey acude a un local nocturno para ver a un viejo amigo, Ned, que toca el piano y dirige la orquesta. El dueño del club se niega a contratar al recién llegado, pues conoce sus credenciales de canalla mujeriego, pero Joey aprovecha la ausencia del vocalista habitual para interpretar una canción y demostrar lo que vale. Allí mismo, el cantante se queda prendado de Linda, una de las bailarinas del local, de la que Ned está enamorado. Luciendo sus mejores virtudes de caradura, Joey consigue el alojamiento contiguo al de Linda, que se muestra poco receptiva a los ardides del galán, que tan bien le funcionan para engatusar a otras mujeres. En una fiesta de sociedad, a la que todos ellos acuden para amenizar la velada, Joey reconoce a la anfitriona, una antigua bailarina de striptease que dejó la profesión después de casarse con el potentado que años después la convirtió en una respetable y rica viuda. A través de ella, Joey vislumbra la realización de su más ansiado sueño: ser el amo de un club nocturno que destaque por su elegancia.
En lo narrativo, Pal Joey no tiene mucho de original, pues todo se desarrolla en torno a dos esquemas muy usuales, incluso entonces, y entrelazados: el dilema de un hombre que se plantea ganar el mundo y perder su alma, y la redención del mujeriego seductor por medio del amor puro y entregado de una mujer, es decir, la quincuagésima relectura del mito de Don Juan. No obstante, la agilidad y el ritmo que imprime el director, muy dotado para producir films entretenidos, la gracia de muchos diálogos y el buen trabajo del elenco principal hacen muy agradable el visionado de una película que, además, es espléndida en casi todos los aspectos técnicos y artísticos. El vestuario es de categoría, los decorados no le van a la zaga, y el montaje se hace acreedor de muchos halagos. Capítulo aparte merece el apartado musical, pues algunas de las canciones más legendarias de ese dúo genial que formaron Richard Rodgers y Lorenz Hart están aquí. Por decirlo claro: si tienes al Sinatra de sus mejores años interpretando The lady is a tramp, cosa que hace en una secuencia que además es fantástica, nada puede salir mal, porque detrás están la dirección musical de Morris Stoloff y los arreglos de Nelson Riddle, mente pensante de los mejores álbumes de Sinatra, que es como decir de la música vocal del siglo XX. Están aquí I didn´t know what time it was, I could write a book y Bewitched, bothered and bewildered, todas ellas encajadas en la estructura dramática del espectáculo de un modo más que acertado. La guinda la pone una de las mejores canciones románticas de todos los tiempos, que es My funny Valentine. Todo esto eleva a Pal Joey muy por encima de los clichés que lastran su vertiente literaria.
Encabeza el reparto Rita Hayworth, más por el estatus que la actriz de origen español tenía en Columbia Pictures que por la relevancia de su personaje en el film, pues en todo momento es el tercero en discordia. Con todo, Hayworth, que había regresado recientemente a los platós después de un largo paréntesis con motivo de su cuarto matrimonio, y del rápido divorcio que le sucedió, eleva el nivel del que fue su último musical pese a que su voz fue doblada en los números musicales y a su apreciable deterioro físico. Sólo su actuación, provocada por un Joey que conoce bien su pasado, en la fiesta de sociedad que organiza en su mansión, ya justifica el mito de Rita Hayworth. El protagonismo absoluto recae en un Frank Sinatra en la cresta de ola después de sus años de ostracismo. Excelente su trabajo, encarnando a un personaje hecho tan a su medida como los elegantes trajes que luce en la pantalla. Creo que ningún musical de cuantos rodó Sinatra le sitúan en la verdadera dimensión que tuvo como cantante y actor de la forma en que lo hace Pal Joey. Completa el triángulo la gran estrella emergente de Columbia, Kim Novak, en el que era su primer musical, y la tercera colaboración consecutiva con George Sidney. No me cansaré de decir que hay pocas cosas más fáciles de entender que el hecho de que generaciones de hombres de toda condición se hayan enamorado de ella como lo hace aquí Joey Evans. El registro vocal de Novak, quien al parecer fue entrenada para el baile por la mismísima Carmen Amaya, es limitado, pero la sensualidad de su voz esconde enormemente este hecho. En cuanto a su personaje, tiene mucho que ver con el que interpretó en su anterior encuentro en el cine con Frank Sinatra, la magnífica El hombre del brazo de oro: una mujer llena de bondad, enamorada de un hombre a la deriva al que intenta redimir. Del resto del reparto, imposible obviar la comicidad de Hank Henry.
Uno de los musicales predilectos de un tipo al que no suelen gustar los filmes de este género. Claro que en él se juntan demasiadas cosas admirables.