Nueva píldora. Tómese igual que De etiqueta, sustituyendo las canciones de verano por los top ten de la feria de abril.
SEVILLANAS
Cuando uno es una rata de extrarradio y se halla inmerso en una espiral de decadencia, tarde o temprano, al final de cualquier noche, dará con sus huesos en alguna sala rociera donde las sevillanas, que para mi gusto son al flamenco lo que la música militar a la música, son las reinas absolutas de la madrugada.
Me acompañaban Paco, insigne poeta con problemas de aerofagia, y su mujer, Daniela. Los tres, bastante borrachos por cierto, habíamos tenido tiempo para cenar, tomar varias copas, despotricar contra todo lo que se movía y cerrar un par de bares mientras, con voz cazallera y neuronas en huelga, hablábamos de nuestro futuro literario, siempre más halagüeño que el presente. Al salir del último bar, Paco sugirió acabar la noche en un local regentado por una fuerza viva de la localidad que servía de refugio a todos aquellos que no entendían por qué la Feria de Abril no duraba todo el año. Antes de iniciar la marcha, Daniela, en un arrebato de prudencia rápidamente sofocado, trató de disuadirnos con una frase que tal vez un día sea mi epitafio:
– Ni sevillanas ni mierdas.
No le hicimos caso, como es natural, y entramos (sí, nos dejaron entrar, supongo que porque no nos conocían) en el garito en cuestión. No faltaba nada: claveles, fino La Ina, camareros con pajarita y greñas rizadas y jamón, mucho jamón, en los platos y bajo las minifaldas. Había una mesa libre cerca de la pista y allí nos sentamos a esperar el gin lemon caído del cielo con la típica actitud del pulpo en un garaje. Entretanto, el movimiento de gente entre las mesas, la pista y la barra era incesante, demasiado rápido para que mi embotado cerebro pudiera seguirlo. Llegó por fin el gin lemon y al tercer o cuarto trago empecé a verlo todo con mayor claridad: la ginebra que bebía no era Gordon´s, sino Bombay Sapphire, la música que llegaba a mis oídos no la interpretaban Los Cantores de Hispalis o Los Romeros de la Puebla, sino Medeski, Martin & Wood y Ornette Coleman, y las mujeres no eran rubias de bote entradas en carnes, sino strippers de bandera desnudándose frente a mis ojos. Encendí un cigarrillo y a través del humo vi en mitad de la pista a Billie Holiday cantando Comes love con Harry Edison a la trompeta, Barney Kessel a la guitarra y Jimmy Rowles al piano. En la mesa de al lado, Federico Fellini trataba de entenderse en inglés con un tipo calvo y con gafas muy parecido a Henry Miller. De pronto, todo tenía sentido. Acabé mi bebida y le pregunté la hora a Orson Welles, que en ese momento se dirigía hacia la barra.
Pero, de pronto, todo empezó a torcerse: pedí otra ginebra y el camarero que me la sirvió era Isaac, el de Vacaciones en el mar; en el escenario, Carlinhos Brown había sustituido a Billie Holiday y la mesa donde antes había visto a Fellini y Miller estaba ahora ocupada por Steven Spielberg y Jaime Ussía. Empecé a sudar como si acabase de correr una maratón y, tropezando con todas las sillas posibles, llegué hasta el lavabo y me encerré allí. Cuando me decidí a salir, habían vuelto Los Cantores de Hispalis y las rubias de bote. Dos de ellas, que estaban probando la resistencia de los taburetes de la barra, me miraron y empezaron a reír. Después de comprobar que llevaba la bragueta abrochada y de pensar que la vida es una mierda, llamé a Paco y Daniela y, con toda dignidad, me dirigí hacia la salida. Lástima que los camareros nos hicieran regresar para que pagáramos nuestras consumiciones y me arruinaran el mutis.
Buenas, don Alfredo.
Un placer tomarme otra de sus píldoras. Creo que ha merecido la pena esperar. Me ha parecido una estupenda parábola. Note vd que hay paladares que no distinguen una estupenda ginebra de un matarratas transparente.
Envidio a la gente con imaginación.
Salud, compañero…
Se le saluda, agradecido por su interés en mis fechorías narrativas. Hay paladares que no distinguen absolutamente nada, ni ganas, y así va el mundo. Claro que si no distingues una ginebra buena de una de garrafón, ya vendrá el día siguiente a explicarte la diferencia. Y, siendo , honestos, le diré que, de todos los relatos que he publicado hasta ahora, éste es uno de los que menos imaginados. Salud y hasta la próxima.