ENNIO: THE MAESTRO. 2021. 153´. Color.
Dirección: Giuseppe Tornatore; Guión: Giuseppe Tornatore; Dirección de fotografía: Giancarlo Leggeri y Fabio Zamarion; Montaje: Massimo Quaglia y Annalisa Schillaci; Música: Ennio Morricone; Producción: Gabriele Costa, Peter De Maegd, Gianni Russo y San Fu Maltha, para Piano b Produzioni-Potemkino-Fu Works-Terras-Gaga (Italia-Bélgica-Países Bajos-Japón).
Intérpretes: Ennio Morricone, Raffaella Leone, Roberto Faenza, Nicola Piovani, Boris Porena, Bernardo Bertolucci, Gianni Morandi, Alessandro Alessandroni, Clint Eastwood, Quincy Jones, David Puttnam, Hans Zimmer, Pat Metheny, Quentin Tarantino, Giuliano Montaldo, Paolo Taviani, Vittorio Taviani, Dario Argento, Edda Dell´Orso, Dulce Pontes, James Hetfield, Bruce Springsteen, Miranda Martino, Joan Baez, Mychael Danna, John Williams, Zucchero, Marco Bellocchio, Liliana Cavani, Marco Tulio Giordana, Roland Joffé, Wong Kar-Wai, Oliver Stone.
Sinopsis: Homenaje al compositor italiano Ennio Morricone.
El primer largometraje de no-ficción de Giuseppe Tornatore es un documental dedicado a una de esas personas a las que no resulta exagerado calificar como genios, Ennio Morricone. La primera colaboración entre ambos, en Cinema Paradiso, es ya un mito de la cultura popular que ha trascendido a la propia película, hasta el punto de llegar a ensombrecer la envidiable trayectoria posterior del cineasta siciliano. Ennio: El maestro es un homenaje en toda regla, y a su vez una de las mejores películas que quien esto escribe ha visto en años, y no hablo sólo de documentales.
Pocas veces una catarata de elogios como la que se vuelca en Ennio: El maestro hacia la figura del biografiado me parecerá tan justificada, porque adoro a Morricone y creo que sus obras más notables se codean con lo mejor que se haya hecho en música en el siglo XX. Autor de la banda sonora de más de medio millar de películas y series de televisión, Morricone fue una figura controvertida porque su irrupción marcó un antes y un después en la música escrita para el cine. Amante de las vanguardias y lo experimental desde su estancia en el conservatorio y hasta el fin de sus días, Morricone incorporó elementos armónicos y de instrumentación hasta entonces ajenos a la disciplina que le hizo popular, y a través de la que ha ejercido una influencia en colegas de lo más diverso que no hace más que crecer con el paso de los años. Por esta razón, mostrar en un film todas las aristas de alguien como Ennio Morricone se antojaba una empresa ardua, al alcance de un gran director como Tornatore, que se anota un éxito rotundo con una película construida a partir de una cualidad muy en desuso en estos tiempos, muy dados al victimismo y a la autojustificación o, por decirlo más claro, a soltar mierda en dirección a los de antes para obviar la propia inutilidad presente, cual es la gratitud. El film está impregnado de ella, porque Tornatore es consciente de que le debe mucho a Morricone y se lo paga con un maravilloso tributo que sí, es una (merecida) hagiografía, pero también una obra cinematográfica de primer nivel, completa y apta para fans del compositor, melómanos y personas sensibles al arte en general. Todo arranca en Roma, en los años del fascismo, con un padre trompetista de profesión que un día señaló su herramienta de trabajo y le dijo a su vástago: «Con esto he dado de comer a mi familia, y con esto darás de comer a la tuya». Dudo que don Mario pensara que su hijo fuera a llegar tan lejos, pero como frase para dar pie a una leyenda, la suya es más que digna.
Orquestada a través de una larga entrevista concedida por el compositor en su domicilio romano, la película se centra en la dualidad entre el músico académico, menospreciado por profesores y colegas por postergar (que no abandonar, pues nunca lo hizo) su faceta más pretendidamente seria en beneficio de actividades consideradas menores, como componer y arreglar canciones populares, o dedicarse a elaborar bandas sonoras para películas. El propio Morricone asumió durante décadas ese discurso, nacido de dos enfermedades muy frecuentes en el mundo del arte, como son el esnobismo y la envidia, creyendo que los trabajos que le dieron fama y beneficios económicos eran de segunda fila, cuando no meramente alimenticios. Él mismo, sin embargo, ilustra con numerosos ejemplos y anécdotas la indisoluble unión entre sus dos caras como músico, la influencia que tuvieron sus composiciones vanguardistas en las bandas sonoras que le convirtieron en un mito, y cómo su extenso trabajo al servicio de todo tipo de cineasta y películas enriqueció sus piezas de cámara. Ennio: El maestro, que se beneficia de un fantástico trabajo de montaje, alterna las declaraciones de Morricone con las de colegas (el film es rico en análisis que gustarán a los eruditos musicales) con los testimonios de colegas y cineastas, en los que se mezclan la admiración y el afán didáctico. En el tramo final, el foco se pone en la influencia de Morricone, que alcanza a músicos de infinidad de estilos, y en cómo el paso del tiempo no está haciendo sino revalorizar su obra.
El Federal, Por un puñado de dólares, La muerte tebía un precio, La batalla de Argel, El bueno, el feo y el malo, Hasta que llegó su hora, El clan de los sicilianos, Investigación sobre un ciudadano libre de toda sospecha, Dos mulas y una mujer, La Califa, Sacco y Vanzetti, Los cuentos de Canterbury, Allonsanfan, Novecento, El desierto de los tártaros, Días del cielo, La cosa, Érase una vez en América, La misión, Los intocables de Eliot Ness, Cinema Paradiso, Corazones de hierro, En la línea de fuego, Sostiene Pereira, La leyenda del pianista en el océano, Malena, Los odioso ocho… Esto y mucho más es Ennio Morricone para el cine, y es una gozada escuchar las explicaciones del autor respecto a cómo se le ocurrieron varias de sus melodías más icónicas, o compartir el entusiasmo de los Taviani, las hipérboles de Tarantino, el respeto de Bertolucci o la admiración de Quincy Jones al hablar de un hombre al que, a mi juicio, define a la perfección otro genio (entre ellos se entienden) como Pat Metheny en dos de sus intervenciones en la película: la primera, cuando sitúa a Morricone en la esfera de Charlie Parker, los Beatles o Johann Sebastian Bach, pues todos ellos cambiaron las formas establecidas de hacer música, y también cuando, al referirse a la dimensión futura de la música del compositor romano, manifiesta que hablamos de un maestro de las buenas notas, y que estas viven para siempre. Poco más hay que añadir.
Más allá de constituir el homenaje que Morricone merecía, Ennio: El maestro supone también una reividicación para Giuseppe Tornatore, uno de los mejores cineastas europeos vigentes, oscurecido por otros que acumulan mayores tropiezos en sus carreras y cuya obra permanece, en muchos casos de manera injusta, escondida detrás de la omnipresencia de Cinema Paradiso. Creo que Tornatore debe sentirse orgulloso de varias de sus otras películas y, desde luego, de este tributo cuya grandeza hace que su público vaya mucho más allá de los millones de aficionados a la música de Morricone, pues sin apartarse de los códigos usuales del documental musical (prólogo-resumen, estructura cronológica, montaje que alterna las declaraciones del biografiado con testimonios de colegas y colaboradores, aderezados con extractos de actuaciones), los engrandece en un trabajo soberbio.