A FUNNY THING HAPPENED ON THE WAY TO THE FORUM. 1966. 96´. Color.
Dirección: Richard Lester; Guión: Michael Pertwee y Melvin Frank, según el libro de Burt Shevelove y Larry Gelbart, basado en la comedia de Plauto Pséudolo; Dirección de fotografía: Nicolas Roeg; Montaje: John Victor Smith; Música: Stephen Sondheim. Música incidental de Ken Thorne; Diseño de producción: Tony Walton; Producción: Melvin Frank, para Melvin Frank Productions-United Artists (Reino Unido-EE.UU.).
Intérpretes: Zero Mostel (Pséudolo); Phil Silvers (Marcus Lycus); Buster Keaton (Erronius); Michael Crawford (Hero); Jack Gilford (Hysterium); Annette Andre (Phillia); Michael Hordern (Senex); Leon Greene (Miles Gloriosus); Roy Kinnear, Alfie Bass, Inga Nielsen, John Bluthal, Pamela Brown, Patricia Jessel, Beatrix Lehmann, Frank Thornton, Lucienne Bridou, Jon Pertwee, Janet Webb.
Sinopsis: Un astuto esclavo, ansioso por comprar su libertad, utiliza distintas argucias para ayudar al hijo de su amo a conquistar a su amada.
Mucho se ha escrito, y lo que queda, acerca de la relación entre cine y teatro. Una de las tradiciones más antiguas de Hollywood consiste en adaptar grandes éxitos de Broadway, y buen ejemplo de ello es Golfus de Roma, impagable título español de una comedia musical que arrasó en las tablas neoyorquinas de tal manera que su productor, Melvin Frank, asumió de inmediato el reto de la versión para la gran pantalla, confiando la dirección a un joven realizador, Richard Lester, cuyo buen hacer en el musical había quedado claro gracias a su díptico dedicado a los Beatles. El favor de las taquillas se repitió en la adaptación cinematográfica, cuya banda sonora obtuvo además el Óscar de tan codiciada categoría.
Si hubiera que definir con sólo dos palabras Golfus de Roma, éstas serían ritmo y desenfado. Las situaciones cómicas, más o menos afortunadas, se suceden de un modo tan frenético que llegan a solaparse, y ya desde la misma introducción, aderezada con el mejor tema musical de la obra, se nos advierte de que nos dejemos llevar por el ejercicio de humor irreverente que se nos propone. No en vano esta comedia está inspirada en Pséudolo, una de las piezas teatrales más distinguidas del gran autor cómico de la Roma republicana, Plauto, e incorpora caracteres y elementos de otras obras de este autor. El personaje en cuestión es un esclavo que utiliza todas las tretas posibles, ya sean legales o contrarias al Derecho, para obtener el dinero necesario para comprar su libertad. Pséudolo es un claro antecedente de uno de los personajes-tipo más característicos de la literatura española, el del pícaro. Trabaja al servicio de un matrimonio maduro, fotmado por una dama de lo más estirada y un marido apocado y vicioso. En las casa contiguas viven Marcus Lycus, proxeneta y traficante de esclavas, y Erronius, un anciano que bisca en el extranjero a sus hijos secuestrados. Como quiera que Hero, el primogénito del matrimonio al que sirve Pséudolo, se ha encaprichado de una de las muchachas que pululan por la casa de Lycus, el ingenioso esclavo ve en este romance clandestino su pasaporte hacia la libertad, dando lugar a un sinfín de enredos en los que el adulterio y el travestismo tendrán mucho que ver.
La película pone desde el principio las cartas sobre la mesa: lo que se busca es la diversión, sin moralejas ni mayores pretensiones, y se entrega con denuedo, y en general bastante acierto, a tan loable propósito. Los gags podrán hacer más o menos gracia, pues de todo hay en la obra, pero se acumulan a tal velocidad y de un modo tan honesto que el espectador no puede menos que subirse a la cuádriga de la comicidad y disfrutar de esta sucesión de equívocos, no pocos de ellos de contenido sexual, que el libreto suministra a espuertas y Lester, un director que también había demostrado sus dotes para la comedia con Un ratón en la Luna, sirve utilizando recursos usuales en el género como el montaje acelerado, la cámara rápida o los travellings circulares, por ejemplo en el encuentro de la joven pareja de enamorados. Los planos generales de las mansiones buscan ilustrar el lujo que albergan, fruto de unos decorados que se conservaban del rodaje de La caída del Imperio romano, detalle logístico que provocó que la película se filmara en España. Por la propia naturaleza del texto, es de justicia señalar que Golfus de Roma funciona muy bien al principio en cuanto a la presentación de los personajes y la forma de conseguir la complicidad de la audiencia respecto a los astutos tejemanejes de Pséudolo, decae un tanto hacia la mitad, período en el que la acción se ralentiza y los gags menos afortunados resaltan más, y resurge con fuerza en el tramo final, como se aprecia en la extensa y alocada persecución ecuestre, rodada por Lester con una pericia que nada tiene que envidiar a las que solían tener lugar en los westerns, o a las que, ya utilizando vehículos a motor, caracterizarían el cine de acción de lso 70. Hay que decir que los números musicales no son excesivos y se avienen con las escenas de texto, que contienen frases tan memorables como la que le dice Domina (nombre más que ilustrativo del temperamento del personaje) a su esposo, una vez recuperada la pasión perdida gracias a una pócima afrodisíaca de accidentado recorrido: «Perdona que haya desconfiado de ti, querido, pero te he notado algo distante en los últimos 29 años». La última canción, que advierte de la nula falta que hacen aquí las moralejas, define el espíritu de la obra y debería ser atendida por las legiones de censores y ofendiditos que, a falta de sonrisa propia, intentan hoy día acabar con las ajenas.
Zero Mostel retoma aquí el personaje de Pséudolo, que ya le hizo triunfar sobre las tablas. Salta a la vista que se trata de un gran cómico, y también que sobreactúa no poco. Lester explota a conciencia los histriónicos gestos de este actor represaliado en la caza de brujas e ideal para la comedia desmadrada. Otro gran veterano de la comedia como Phil Silvers da vida con resultados excelentes a Marcus Lycus, el proxeneta de figura raquítica que acaba trasvestido para salvar su negocio y su vida. Capítulo aparte merece el hecho de que Golfus de Roma supusiera la última aparición en pantalla de uno de los mejores cómicos de todos los tiempos, Buster Keaton, que se despide a lo grande luciendo su parquedad gestual y, pese a su evidente deterioro físico, sus dotes atléticas. A Michael Crawford nunca le he encontrado la gracia, y esta película no es una excepción. Por contra, Jack Gilford, que encarna a Hysterium, el esclavo obediente y contrapunto de Pséudolo, realiza un trabajo excelente. La televisiva Annette Andre aporta belleza y un desempeño interpretativo suficiente, Michael Hordern lo borda en el papel de Senex, haciendo una pareja espléndida con Patricia Jessel, y Leon Greene luce presencia y vozarrón en la piel del aguerrido, y más bien corto de sesera, soldado Miles Gloriosus.
Comedia muy divertida, ideal para sacarse de encima las preocupaciones diarias y pasar un buen rato. Y ojo: los que dicen que no ha envejecido bien son, a mi juicio, los verdaderos viejos. Allá ellos con su modernísima amargura.