LO DE AQUELLA NOCHE. 2020. 10´. Color.
Dirección: Inés Pintor y Pablo Santidrián; Guión: Inés Pintor y Pablo Santidrián; Dirección de fotografía: Alberto Pareja; Montaje: Inés Pintor y Pablo Santidrián; Música: Víctor Fernández Santidrián; Producción: Pablo Santidrián, para La Breve Historia (España).
Intérpretes: Claudia Traisac (Diana); Javier Morgade (Joel).
Sinopsis:Dos jóvenes tienen un encuentro sexual en el lujoso chalet del hermano de él.
Inés Pastor y Pablo Santidrián forman equipo creativo desde hace unos años. Juntos han rodado diversos cortometrajes y series de televisión, de los que Lo de aquella noche es el primero que veo. Por sus deméritos, quizá sea el último.
Este cortometraje reúne, en sólo diez minutos, gran parte de los defectos de eso que llaman cine comprometido, careciendo de la práctica totalidad de sus virtudes. Por resumir, es un panfleto falsamente progresista que articula un discurso contra la violación tan burdo que es más propio de un mitin que de un trabajo artístico, que se supone que es lo que se pretende, y desde luego lo que se debería pretender. Bajo la idea de que, para denunciar el trato discriminatorio que desde tiempos inmemoriales ha sufrido y sufre la mitad de la población mundial, la receta es criminalizar sin matices a la otra media, van sucediéndose los clichés: la pareja que se enrolla es joven y guapa, y desde luego no lo hacen en un piso de la periferia con gotelé y humedades en las paredes, sino en un chalet con piscina, y con una música moderna y pintona, porque a ver cómo íbamos a vender la burra con lorzas, bloques-colmena y reggaetón. Por supuesto, el espectador es imbécil, y por ello, como lo de explicar historias con imágenes (eso que llaman cine, en definitiva) lo llevamos regular, pues incluimos los pensamientos de los personajes en off, dándose la circunstancia de que lo que se nos está diciendo concuerda mal en ocasiones con lo que vemos. En un alarde de modestia, les codirectores asumen de tan buen grado su incapacidad narrativa que hasta incorporan unos rótulos informativos finales, por si a esas alturas la imbecilidad del espectador ha degenerado en retraso mental profundo y no se ha enterado aún de qué va la película, que es de predicar una doctrina que, por cierto, ha generado una de las leyes más desastrosas que ha visto España desde que falleció el dictador, y bajo la que subyace la visión de que el sexo es algo intrínsecamente sucio y a combatir, lo cual emparenta a los muy alternativos defensores de esta tesis con los creyentes más radicales de las religiones mayoritarias.
El cine es la excusa, más bien pobre, para soltar el sermón. Un único espacio, dos personajes, un entorno idílico para el folleteo según Cosmopolitan, y un dramático giro de los acontecimientos (inciso: todos sabemos que las mujeres no espían los móviles de sus parejas, válgame Dios). Lo más salvable es la fotografía, que al menos le da al conjunto una apariencia de calidad que el guión se encarga de desmentir a cada paso. Más allá de esto, Lo de aquella noche no posee ninguna cualidad cinematográficamente apreciable, o cuanto menos distintiva. Añado que esta obra vio la luz cuando la mayor preocupación del común de los mortales consistía, precisamente, en no morirse, pero bueno, cada cual a su rollo.
¿Logran los actores levantar la función, o cuanto menos dotar de cierta complejidad a unos personajes que no pueden ser más esterotipados? Ni de lejos. La actuación de la televisiva Claudia Trisiac es al menos salvable, cosa que no puede decirse de la de Javier Morgade, a quien no se atisba talento por ninguna parte.
Lo dicho: un anuncio largo de las antiguas rectoras del Ministerio de Igualdad, y una mala película en toda la extensión del calificativo. Otra tumba más en el cementerio cinematográfico de las buenas intenciones.