THE LOVE NEST. 1923. 20´. B/N.
Dirección: Buster Keaton y Edward F. Cline; Guión: Buster Keaton y Edward F. Cline; Director de fotografía: Elgin Lessley; Montaje: Elgin Lessley; Producción: Joseph M. Schenk, para Buster Keaton Productions-Associated First National Pictures (EE.UU).
Intérpretes: Buster Keaton (Buster); Joe Roberts (Capitán del ballenero); Virginia Fox (La chica).
Sinopsis: Buster, abandonado por su novia, decide emprender una travesía en barco para superar su fracaso sentimental.
Sin haberse extendido demasiado por entonces en el campo del largometraje, Buster Keaton era ya una gran estrella cuando se estrenó Nido de amor, cronológicamente el último de sus cortometrajes mudos, codirigido, como buena parte de los anteriores, junto a Edward F. Cline. Se trata de otro divertido ejercicio humorístico, esta vez con el mar como escenario, de quien es uno de los grandes cómicos de la historia.
Keaton, como Chaplin, basó su gloria, amén de en un talento escénico descomunal, en la construcción de un personaje capaz de mil y una acrobacias y a quien le sucedían episodios del todo surrealistas cuando el surrealismo apenas anidaba todavía en el cerebro dc sus creadores. La principal característica de ese personaje es el absoluto estoicismo con que afronta todo lo que le sucede: un rostro impertérrito acompaña a los acontecimientos más delirantes, algo que continúa siendo la marca de fábrica de Keaton más de un siglo después de sus primeras incursiones en la gran pantalla. En esta ocasión, el protagonista arranca su peripecia sufriendo una decepciòn amorosa: su prometida ha roto el compromiso que les unía. Para olvidar ese trance, que nos proporciona el primer gag memorable de la función (el pretendiente abandonado pega el sobre que contiene la carta de despedida a su amada con sus lágrimas, en lugar de con saliva), el soltero a su pesar decide emprender una travesía marítima en un barco que, por su diseño (está aislado del exterior por telas, excepto en la entrada), parece más bien una diligencia. Pasan los días, se agotan la comida y el agua y nada sucede, hasta que aparece en el horizonte un ballenero. El desfallecido protagonista sube al barco, gobernado de modo tiránico por un capitán que castiga los errores de su tripulación arrojando por la borda al responsable. Eso sí, lanzando después una corona de flores al mar a modo de homenaje. Como es de prever, la torpeza del recién llegado colmará bien pronto la casi inexistente paciencia del capitán, que de verdugo pasa a víctima de los desastres que va causando su nuevo tripulante allá por donde pasa.
En el personaje principal, se da otra de loe elementos esenciales de la comicidad de Keaton: no hay en él un ápice de maldad; al contrario, su forma de ir por el mundo es de una candidez absoluta. Lo que provoca el caos es esa peculiar mezcla de estupidez supina y fervoroso entusiasmo que, a la larga, provoca más desastres que cualquier propósito maligno. En el juego del gato y el ratón entre el capitán y el nuevo marinero se generan diversas situaciones hilarantes, en las que Keaton explota sus excepcionales cualidades atléticas y la autoridad queda una y otra vez en ridículo. Dadas las posibilidades técnicas de la época, el ritmo narrativo y el partido que se extrae de los medios utilizados, en especial cuando el bote salvavidas en el que viaja el protagonista acaba en una zona de prácticas de la marina de guerra, produce asombro. Cline era un cineasta con mucho oficio, y el Keaton director un muy buen brazo armado de los delirantes gags que se le ocurrían al Keaton guionista. El final, como de costumbre, logra sublimar el divertido absurdo del conjunto.
El Keaton actor me parece una creación maravillosa hecha por él mismo. Pasan los años, te reencuentras con sus películas, y continúan siendo divertidas, gracias sobre todo a ese acróbata impávido que es sinónimo de anarquía. Lo que vemos aquí es más de lo mismo, pero es que lo mismo es excelente. El malogrado Joe Roberts, que falleció meses después de estrenarse esta película, fue el antagonista habitual de Keaton, creándose la diversión por el contraste entre la pequeña y escurridiza presencia física de la estrella y los aires de Goliat de Big Joe, que aquí encarna con la habitual solvencia al despótico capitán del ballenero. Virginia Fox, compañera habitual de Keaton, apenas aparece esta vez en pantalla, aunque su personaje sea el detonante de todo lo que vemos.
Más de un siglo después, Nido de amor sigue siendo una garantía para pasar un rato divertido. Quienes quieran verla, y reír con ella, encontrarán copias bastante decentes en Youtube.