Cuál es mi parecer respecto al último (por ahora) sainete de Puigdemont, me preguntan. Inclúyanme entre los de la vergüenza ajena, pero no entre los sorprendidos: desde hace mucho tiempo, soy consciente de que existe demasiado personal en estas latitudes que no conoce límites a la hora de hacer el ridículo, y de que padecemos a una policía de chicha y nabo. Demasiado bien estamos.