A BRONX TALE. 1993. 120´. Color.
Dirección: Robert De Niro; Guión: Chazz Palminteri, basado en su obra de teatro; Director de fotografía: Reynaldo Villalobos; Montaje: Robert Q. Lovett y David Ray; Música: Butch Barbella; Dirección artística: Chris Shriver; Diseño de producción: Wynn Thomas; Producción: Robert De Niro, John Kilik y Jane Rosenthal, para Tribeca Productions (EE.UU).
Intérpretes: Robert de Niro (Lorenzo Anello); Chazz Palminteri (Sonny); Lillo Brancato (Calogero a los 17 años); Francis Capra (Calogero a los 9 años); Taral Hicks (Jane Williams); Kathrine Narducci (Rosina Anello); Joe Pesci (Carmine); Clem Caserta (Jimmy Susurros); Joe D´Onofrio, Luigi D´Angelo, Louis Vanaria, Dominick Rocchio, Eddie Montanaro, Dave Salerno.
Sinopsis: Calogero es un niño de 9 años, hijo de un conductor de autobús, que vive en una zona italiana del Bronx controlada por Sonny, un gángster a quien los adultos temen y los niños admiran. Un día, Sonny asesina a un hombre en mitad de la calle. Calogero lo ve todo, pero no le denuncia. Sonny, agradecido, comienza a ayudar al chico, cosa que enfada a su padre, un trabajador que no quiere saber nada de la Mafia.
Dueño de una inmensa carrera como actor, Robert De Niro hizo su debut en la dirección cinematográfica con Una historia del Bronx, adaptación de una obra teatral de Chazz Palminteri que retrataba un barrio y una época que recuerdan mucho a aquéllos en los que creció el propio De Niro. Desde el principio, desde ese plano aéreo nocturno del Bronx y la aparición del grupo callejero de doo-wop, el espectador sabe que está ante un proyecto muy personal, hecho con cariño. Hacia un barrio, hacia una época, hacia el legado de los mayores y, sobre todo, hacia los años de aprendizaje vital. Si además de cariño, hay talento y conocimiento del medio, los ingredientes para hacer una gran película ya están servidos.
Influido por la obra de su amigo Martin Scorsese y apoyado en un guión espléndido, De Niro pisa con fuerza terrenos que le son harto conocidos: la vida de las comunidades italianas en los barrios populares de Nueva York, la Mafia, los problemas de convivencia entre razas distintas, la violencia, el despertar a la vida… pero sobre todo, la película es la historia del aprendizaje de un niño que tiene la inmensa suerte de tener dos padres fantásticos: Lorenzo, su verdadero progenitor, es un honrado trabajador que le educa en los valores del esfuerzo y del respeto: Sonny, un atípico gángster que lee a Maquiavelo y percibe en el niño que no le denuncia por un asesinato cometido en plena calle una inteligencia y una sensibilidad que no encuentra en aquellos que le rodean, y que le llevan a adoptarlo como a un hijo propio. Esto disgusta a Lorenzo, que no quiere que su hijo crezca en un mundo de lujo, dinero fácil y gatillo aún más fácil, y la lucha por la tutela del niño acaba por enfrentar a los dos hombres. Sin embargo, Sonny no quiere que Calogero (o «C», como él le llama) siga sus pasos, y le aconseja que estudie y no se fíe de la pandilla de descerebrados que tiene por amigos. «Si tienes dos escuelas, el colegio y la calle, serás el doble de listo», le aconseja. Gran verdad. Su padre le repite continuamente otra frase que rebosa sabiduría: «No hay nada peor en esta vida que el talento desperdiciado». Desde luego, el que hay en el film, que no es poco, está muy bien aprovechado. Con tan buenos maestros, Calogero aprende cosas muy valiosas que muchos no llegan a entender en toda su vida: que es terrible vivir sin poder confiar en nadie, que puede haber mucha integridad en un hombre capaz de asesinar a otro a sangre fría, que esa chica que hace que tus ojos sólo sean capaces de fijarse en ella puede ser la que menos te conviene en un mundo lleno de prejuicios, que lo que uno se gana con su propio esfuerzo tiene un enorme valor, que no hay que dejarse arrastrar por los demás cuando éstos son idiotas… valiosas lecciones que uno, cuando se hace mayor, entiende.
Una historia del Bronx lo tiene todo: un guión brillante, buena progresión dramática, una cuidadísima puesta en escena, personajes y momentos que aportan el necesario contrapunto cómico, distintos temas de interés y niveles de lectura propuestos desde la sencillez, preciosa fotografía y una banda sonora que se centra en los grupos de doo-wop que hacían furor en la época, pero en la que apenas falta ninguno de los grandes de la música del siglo XX, desde Frank Sinatra a Miles Davis, pasando por los Beatles, Jimi Hendrix, James Brown o Cream. En cuanto a las interpretaciones, si las de De Niro (que se reserva para sí no el papel del gángster, sino el del obrero, cosa fácilmente entendible si sabemos que la película está dedicada a la memoria de su propio padre) y Palminteri son antológicas, la aparición en escena de Joe Pesci está llena de carisma y los miembros de la banda de Sonny brillan con luz propia, echo a faltar ese nivel en los intérpretes más jóvenes, empezando por un Lillo Brancato al que no le vendría mal algo más de expresividad para acabar de cuadrar un personaje que es todo un caramelo.
Una película grande disfrazada de pequeña, que entretiene, emociona y no tiene la consideración que merece. Un clásico moderno en el que el tándem De Niro-Palminteri construye una obra destinada a perdurar, que gusta más a cada nuevo visionado y tiene el valor de lo auténtico.