UNE HISTOIRE DE L´EAU. 1961. 18´. B/N.
Dirección: Jean-Luc Godard y François Truffaut; Guión: Jean-Luc Godard y François Truffaut; Música: Robert Monsigny; Director de fotografía: Michel Latouche; Montaje: Jean-Luc Godard; Producción: Pierre Braunberger, para Les Films de la Pléiade (Francia).
Intérpretes: Jean-Claude Brialy (Joven automovilista); Caroline Dim (Chica); Jean-Luc Godard (Narrador).
Sinopsis: Una chica, cuyo pueblo está inundado a causa del deshielo, decide ir hacia París de todos modos.
Una historia de agua es el único trabajo conjunto de Jean-Luc Godard y François Truffaut, seguramente los dos cineastas más conocidos a escala mundial de la Nouvelle Vague, una corriente artística que marcó el paso en el séptimo arte allá por los años 60. Ambos directores habían triunfado ya en el largometraje, Godard con Al final de la escapada y Truffaut con Los cuatrocientos golpes y Tirad sobre el pianista, y su colaboración en este corto fue accidental, hecho que, unido al carácter más bien anecdótico de la película, hace que esta haya quedado con el paso del tiempo como una curiosidad para cinéfilos.
El génesis del film se basa en unas inundaciones que tuvieron lugar en la región de París. Truffaut se lanzó a filmar los efectos del episodio aunque, insatisfecho con el resultado al considerarlo irrespetuoso con los damnificados por el suceso (esto puede parecer increíble, pero España no tiene el monopolio de poner la gestión de catástrofes a cargo de individuos con el mismo valor que un gran saco de mierda), entregó el material a su amigo Godard, que añadió tantas cosas de su cosecha que el film resultante le pertenece a él mucho más que a Truffaut, a quien imagino también poco orgulloso del producto final si de salvaguardar el respeto a las víctimas de las inundaciones se trataba. Una historia de agua es un divertimento godardiano sin pretensiones (algo extraño hablando de quien se habla), que narra los avatares de una chica que intenta llegar a París, y su romance con el muchacho que se ofrece a ayudarla llevándola en su coche, a pesar de que el trayecto hace más aconsejable viajar en barca, cosa que acaba sucediendo. La aportación de Truffaut se ciñe a los planos aéreos, ilustrados con música de aire marcial, que muestran los estragos provocados por la crecida de los ríos a causa del deshielo. Todo lo demás pertenece a Godard: el montaje acelerado, el extenso monólogo de la protagonista, salpicado con multitud de citas literarias que incluyen a Balzac y Baudelaire, así como un certero aunque algo desubicado panegírico de Louis Aragon, que es casi como un diálogo con el espectador, y ese blanco y negro tan característico del movimiento cinematográfico al que ambos directores pertenecieron. Eso sí, de tan liviano, el conjunto llega a ser insustancial, dando lugar a un film que se ve con agrado, pero que apenas deja huella. El detalle más acertado, y también simpático, de la película es que los créditos finales también forman parte del monólogo de la joven protagonista.
El papel de Jean-Claude Brialy en Una historia de agua es claramente secundario, pero el creciente prestigio de este ilustre representante del cine francés hizo que encabezara el reparto. El actor presta su ya visible carisma a un personaje que lleva gran parte del peso de la película en el plano físico, pero que apenas interviene en el verbal. Esa parte le corresponde casi en exclusiva a Caroline Dim, una joven actriz que aquí realizó su segunda y última aparición en la gran pantalla. Se muestra jovial y pizpireta, que es de lo que se trata.
Como se ha dicho, Una historia de agua tiene mucho más de Godard que de Truffaut, si bien desde la vertiente más liviana de quien muy poco después estrenaría la elogiada Una mujer es una mujer. Interesante como curiosidad, pero carente del peso específico que uno esperaría de sus autores.