MY NAME IS JOE. 1998. 104´. Color.
Dirección: Ken Loach; Guión: Paul Laverty; Director de fotografía: Barry Ackroyd; Montaje: Jonathan Morris; Música: George Fenton; Diseño de producción: Martin Johnson; Dirección artística: Fergus Clegg; Producción: Rebecca O´Brien, para Parallax Pictures-Road Movies Dritte Produktionen-Alta Films-Tornasol Films (Gran Bretaña-España).
Intérpretes: Peter Mullan (Joe Kavanagh); Louise Goodall (Sarah Downie); Gary Lewis (Shanks); Lorraine McIntosh (Maggie); David McKay (Liam); Annemarie Kennedy (Sabine); David Hayman (McGowan); David Peacock, Gordon McMurray.
Sinopsis: Joe es un desempleado ex-alcohólico de 37 años que vive en Glasgow y dedica parte de su tiempo a entrenar al peor equipo de fútbol de la ciudad. Conoce a Sarah, una asistenta social de la que se enamora, pero en los barrios marginales las cosas no suceden como en las películas.
Después de la floja La Canción de Carla, el tándem formado por el director Ken Loach y el guionista Paul Laverty regresó al cine con una historia ambientada en los barrios marginales de Glasgow. Es la historia de Joe, un hombre que, cerca de cumplir los 38 años, apenas posee otra cosa que su propio nombre. Lleva casi un año sin probar el alcohol, entrena a un pésimo equipo de fútbol que juega con el uniforme de la selección alemana campeona del mundo en 1974, percibe el subsidio de desempleo y trata de encontrar su sitio después de haber estado cerca de arrojar su vida por la borda más de una vez. Su mundo más cercano lo forman su mejor amigo, Shanks, y los chicos de su equipo, a quienes siempre intenta ayudar. Un día conoce a Sarah, una asistenta social, y ambos, pese a sus reticencias y miedos, ven en el otro la posibilidad de dar un giro en positivo a sus vidas.
Loach, siempre tan dado a lo colectivo, a retratar los problemas de las clases sociales más desfavorecidas, se centra aquí en lo individual, en lo íntimo, en lo difícil que resulta vivir un cuento de hadas cuando el hábitat natural de uno es el fango. ¿Es posible el amor si uno está lleno de cicatrices, muchas autoinfligidas? ¿Cuántas pruebas tendrá que superar un hombre que ha vivido hundido en el alcoholismo y la autocompasión antes de poder redimirse? La película es la respuesta a estas preguntas. Cuando se inicia, Joe es un hombre nuevo, que acude a reuniones de Alcohólicos Anónimos, ayuda a los demás, vive decentemente y trata de ser mejor persona cada día. Sin embargo, todas las circunstancias (y las personas que les ponen voz y rostro) que le llevaron a convertirse en un auténtico despojo humano siguen ahí, intentando provocar de nuevo su caída. Mi Nombre es Joe es, fundamentalmente, la historia de la difícil búsqueda de la redención. Y es una buena historia, que atrapa al espectador y le hace sentirse cómplice de ese personaje, rebosante de humanidad, que trata de salir del pozo. Cierto es que, al final, la película se decanta demasiado por el lado del exceso y de la tragedia, cuando buena parte del encanto de su primera hora de metraje reside en esos momentos de comedia (el empapelado del techo, el robo de las camisetas para el equipo de fútbol) que aportan al film su imprescindible jovialidad, pero aún así la película es una de las mejores de su director. Muy dura, sobre todo al final, pero a la vez muy tierna, descarnada y compasiva, Mi Nombre es Joe, cuya factura técnica es del todo correcta, se beneficia del gran trabajo de sus protagonistas, en especial de ese gran actor llamado Peter Mullan. Sus gestos, sus miradas y su voz dan cuerpo a un personaje de los que permanecen y que le brinda la oportunidad de desarrollar un buen número de registros interpretativos en poco más de hora y media de metraje. Gran personaje y gran interpretación, sólo ver actuar a Mullan ya justifica el visionado del film. También Louise Goodall hace una muy buena composición de un personaje lleno de miedos y dudas, que conoce bien el mundo marginal en que Joe se mueve, pero que en el fondo no forma parte de él y no lo comprende. La siempre agradecida presencia de Gary Lewis completa el que quizá sea el mejor trío protagonista de toda la filmografía de Loach, que aquí se aplica un cuento que otras veces ignora: muchas veces se consigue proyectar mayor sinceridad, honestidad y autenticidad desde la pantalla cuando se dispone de buenos actores profesionales y se prescinde de amateurs inexpertos interpretándose a sí mismos. Y Mi Nombre es Joe es sincera, honesta y auténtica, pese a que carga demasiado las tintas de la dureza en su tramo final, gracias sobre todo a su guión y a sus actores. Es bueno que el cine sea verdad, pero por encima de todo, ha de ser arte.