THE ALAMO. 1960. 162´. Color.
Dirección: John Wayne; Guión: James Edward Grant; Dirección de fotografía: William H. Clothier; Montaje: Stuart Gilmore; Música: Dimitri Tiomkin; Dirección artística: Alfred Ybarra; Decorados: Victor A. Gangelin; Vestuario: Frank C. Beetson; Producción: John Wayne, para Batjac Productions-United Artists (EE.UU.).
Intérpretes: John Wayne (Davy Crockett); Richard Widmark (Jim Bowie); Laurence Harvey (Coronel Travis); Frankie Avalon (Smitty); Patrick Wayne (Capitán Bonham); Linda Cristal (Flaca); Chill Wills (Beekeeper); Hank Worden (Parson); Joseph Calleia (Juan Seguín); John Dierkes (Jocko Robertson); Richard Boone (General Houston); Joan O´Brien, Ken Curtis, Denver Pyle.
Sinopsis: Texas, año 1836.Los métodos dictatoriales del general Santa Anna, presidente mexicano, provocan el malestar y las ansias de independencia de un buen número de pobladores, la mayoría llegados desde el norte. El choque es inevitable, y ocurrirá en la misión de El Álamo, donde un grupo de soldados, encabezados por el coronel Travis, y algo más de un centenar de voluntarios tratarán de resistir el ataque del ejército mexicano, muy superior en número.
Dueño de una larguísima y exitosa carrera como actor, John Wayne decidió pasarse a la dirección (cosa mucho menos frecuente entre los actores en aquel entonces que en estos tiempos) en el género que le encumbró como intèrprete, el western. Lo hizo recreando la batalla de El Álamo, momento especialmente recordado de la historia norteamericana. Wayne, que había rodado a las órdenes de grandes cineastas como Hathaway, Hawks y Ford (cuya influencia sobre el Wayne director es notoria), se propuso hacer un western épico, una gran producción que dejara huella en la historia del cine. Lo consiguió a medias: no tengo dudas de que El Álamo es una película grande. También en sus defectos.
Empezaré hablando de ellos. Uno de los más llamativos, la absoluta falta de fidelidad a la historia real que se pretende recrear, no sería en sí mismo un grave problema (nadie espera ver un documental), de no ser porque la lectura de los hechos que hace Wayne, amparado en el guión de James Edward Grant, es, como poco, tendenciosa. Sabido es que políticamente el Duque era un ultraconservador: su ópera prima es, por momentos, un film fascista que glorifica la guerra y el heroísmo de unos hombres completamente idealizados e irreales, que sólo existieron en su reaccionaria imaginación. Los buenos son buenísimos, hombres de una integridad absoluta cuyo único defecto (que para Wayne tampoco parece serlo) es empinar demasiado el codo. Lo curioso, y esto no es bueno para el film, es que no hay malos (como mucho, un personaje de raza blanca que aparece en la primera mitad de la película): los mexicanos, civiles o militares, son valientes, orgullosos y llenos de dignidad… aunque estén gobernados por un tirano (que, sin embargo, lucha con nobleza). Wayne sentía una especial simpatía por los hispanos (y, sobre todo, por las hispanas), y desde luego su película no es en absoluto racista, pero su tendencia a enaltecer a los mexicanos le lleva a uno a preguntarse por qué luchan sus impolutos héroes, si si causa tiene sentido o si de verdad tienen motivos para dar su vida frente a unos enemigos tan nobles. Rectifico: dije que el film no es racista en absoluto. Mentí: las apariciones del esclavo negro de Jim Bowie provocan el sonrojo.
La ausencia de un verdadero conflicto que justifique los hechos narrados es el principal defecto del guión, pero no el único: los diálogos son pomposos, lastrados por un demasiado evidente afán de trascendencia, de dejar unas cuantas frases lapidarias para la leyenda. Wayne peca de pretenciosidad, y esta circunstancia resta verosimilitud a la historia. Por lo demás, la ópera prima del Duque presenta los defectos más frecuentes en los actores-directores: colocar a toda la familia y amigos de lo que haga falta, y un narcisismo por momentos enfermizo. Para concluir con este capítulo de errores, decir que, aunque las escenas están bien rodadas, en ocasiones la conexión entre ellas es mejorable. Además, Wayne no tiene en cuenta el viejo proverbio de Billy Wilder («a partir del minuto 90 de película, cada uno de los siguientes vale doble»): El Álamo es una buena película, pese a todo lo dicho, pero no lo bastante como para durar casi tres horas.
Hasta aquí, los defectos. En el lado contrario, quizá la mejor virtud del film es que las enseñanzas de los maestros a cuyas órdenes rodó Wayne sus mayores éxitos no cayeron en saco roto. Su realización es firme, enérgica y sobria. Las escenas multitudinarias, empezando por las de la batalla, están francamente bien resueltas, y se aprovecha muy bien la belleza de los paisajes mexicanos. Es en la épica donde la película triunfa, y en su exceso donde fracasa. La película, aunque hay mucho buen cine en ella, no es lo que pretendía ser, excepto en dos apartados: la labor del habitual colaborador de Ford William H. Clothier en la fotografía, y en especial la ya legendaria banda sonora de Dimitri Tiomkin sí están a la altura de lo exigible a una obra maestra del cine. En cuanto al reparto, suele decirse que los actores-directores son buenos dirigiendo a otros intérpretes, mucho más que a sí mismos. En este caso, Wayne juega sobre seguro: el film es narcisista, pero él se limita a interpretar a su personaje de siempre, el duro e íntegro vaquero. El Duque fue un actor de escasos registros, pero su personaje lo bordaba. Con todo, el mejor actor del film no es otro que Richard Widmark, uno de mis ídolos y uno de los tipos más duros de la pantalla… que además sabía actuar. Mucho mejor el hierático Laurence Harvey que blanditos jovenzuelos como Frankie Avalon o Patrick Wayne, y mucho más bella que expresiva Linda Cristal. Como suele pasar en muchos westerns, la presencia de secundarios habituales del género (Chill Wills, Hank Worden, John Dierkes) engrandece la película y le da credibilidad a esta película cuyo visionado recomiendo, pese a todos los defectos mencionados. Porque hay humor y amor, acción y heroísmo, escenas magníficas y todo el aroma del western clásico. El Álamo no es lo que pretendía ser, pero aún así es una buena película.