SOYLENT GREEN. 1973. 95´. Color.
Dirección: Richard Fleischer; Guión: Stanley R. Greenberg, basado en la novela de Harry Harrison; Dirección de fotografía: Richard H. Kline; Montaje: Samuel E. Beetley; Música: Fred Myrow; Dirección artística: Edward C. Carfagno; Decorados: Robert Benton; Producción: Walter Seltzer y Russell Thacher, para Metro-Goldwyn-Mayer (EE.UU.).
Intérpretes: Charlton Heston (Thorn); Edward G. Robinson (Sol Roth); Leigh Taylor-Young (Shirl); Chuck Connors (Tab Fielding); Joseph Cotten (William R. Simonson); Brock Peters (Hatcher); Paula Kelly (Martha); Stephen Young, Mike Henry, Lincoln Kilpatrick, Roy Jenson, Leonard Stone, Whit Bissell, Celia Lovsky, Dick Van Patten.
Sinopsis: Nueva York, año 2022. La inmensa mayoría de la población sobrevive hacinada en condiciones infrahumanas y se alimenta de comida sintética fabricada por la Corporación Soylent. Uno de los dirigentes de esta empresa es asesinado, y el policía Thorn, que investiga el caso, descubrirá un terrible secreto.
Historia distópica por excelencia, Cuando el destino nos alcance baja a la arena desde su mismo comienzo, en el que distintas imágenes superpuestas nos recuerdan el daño que le hemos hecho a nuestro bonito planeta. Las consecuencias en 2022 son las lógicas y previsibles: en la ciudad de Nueva York viven (es un decir) cuarenta millones de personas, muchas de ellas sin techo, la contaminación atmosférica es galopante, los alimentos frescos y naturales son un bien escasísimo sólo al alcance de las clases privilegiadas, las cuales viven en edificios aislados del resto, en los que las bellas mujeres de compañía forman parte del mobiliario, y a los pobres, que son casi todos, les alimentan (también es un decir) con bazofia sintética. Sólo los ancianos recuerdan un mundo distinto, en el que la mayoría de la población tenía casa y acceso a comida de verdad. Los demás, que no han conocido otra vida que la que llevan, simplemente se adaptan.
Gran parte de la población come unas galletitas sintéticas fabricadas por la Corporación Soylent, que se reparten por días sin que a veces alcancen a todos, hecho que provoca frecuentes tumultos. El producto estrella de la temporada es el Soylent Green, compuesto elaborado a base de plancton. Todo transcurre con normalidad hasta que Simonson, un alto directivo de Soylent, es asesinado en su domicilio. Thorn, el policía que investiga el caso, no tarda en descubrir que el móvil del crimen no ha sido el robo, y lo hace por una razón bien simple: el ladrón apenas se ha llevado objetos de valor cuando él, que para bajar a la calle desde su piso ha de procurar no pisar a la multitud que duerme en las escaleras, una vez dentro de la casa del millonario ha arramblado con todo lo que ha podido: jabón, una toalla de baño, una botella de bourbon, algunas hortalizas y carne de buey. Todos esos bienes son lujos sólo al alcance de los privilegiados, que Thorn, por una vez, puede disfrutar en el piso que comparte con Sol Roth, un anciano detective capaz de recordar tiempos mejores.
Descartado el robo, Thorn intenta averiguar qué motivos podría haber para asesinar a un hombre tan poderoso como Simonson. Lo hace, en primer lugar, interrogando a Tab Fielding, su guardaespaldas, cuyo oscurantismo y elevado tren de vida le convierten instantáneamente en sospechoso, y a Shirl, la bella chica para todo del edificio. En ese mundo futuro, las mujeres bellas tienen a su alcance todos los lujos, aunque a cambio han de ofrecer a sus amos (y a todo aquel que, metido en ese mundo, se la solicite) plena disponibilidad sexual.
A medida que avanza en sus averiguaciones, Thorn cada vez tiene más claro que un secreto terrible se esconde detrás de la imponente fachada de la Soylent Corporation. Su ayudante, Sol Roth, lo descubre y, harto de una vida que ya no tiene sentido, decide acudir al hogar, un lujoso centro en el que se administra la muerte a quienes lo solicitan. Thorn acude allí y su amigo le cuenta la verdad.
Cuando el destino nos alcance es una película impactante, porque su visión del futuro no puede ser más desoladora. Por si lo ya explicado no es suficiente, baste añadir el deleite con que Thorn y Roth degustan la comida robada en casa de Simonson, o la manera que tienen las fuerzas del orden de reprimir los tumultos públicos. No se da margen a los avances tecnológicos (de hecho, y esto puede deberse a lo económicamente ajustado de la produccíón, el 2022 de Fleischer es bastante setentero), y en este sentido el film es radicalmente malthusiano, mostrándonos hacia dónde pueden llevarnos la superpoblación y el agotamiento de los recursos naturales. Aquí no hay catástrofe natural, ni apocalipsis nuclear… ni falta que hace: el porvenir de la humanidad no puede ser más descorazonador del que aquí se nos muestra. Fleischer no duda en utilizar filtros en las escenas rodadas en exteriores para mostrar la contaminación atmosférica, y en general la puesta en escena se encamina mucho más a la ducha fría que al paño caliente. La película es el grito que lanza Thorn en la última escena.
En cuanto al reparto, destacar a la pareja que forman Charlton Heston y Edward G. Robinson, enfermo de cáncer y que fallecería pocos días después del estreno del film. A este respecto, decir que las lágrimas de Heston al ver morir a su amigo en la película son auténticas, pues él era de los pocos implicados en el rodaje que conocía el verdadero estado de salud de uno de los grandes actores del cine americano, aquí tan bien como siempre. Heston aporta presencia y dureza, Robinson humanidad y saber hacer, y la relación entre ambos produce momentos conmovedores. Leigh Taylor-Yooung aporta belleza, Chuck Connors la maldad que su personaje necesita, y Joseph Cotten su indiscutible sapiencia actoral en un papel tan breve como decisivo.
Película muy potente, imprescindible para entender la ciencia-ficción moderna, llena de temas para el debate y no apta para quienes creen en un futuro mejor, Cuando el destino nos alcance se ha convertido en un clásico.