CAT PEOPLE. 1982. 118´. Color.
Dirección: Paul Schrader; Guión: Alan Ormsby, basado en una historia original de DeWitt Bodeen; Dirección de fotografía: John Bailey; Montaje: Jacqueline Cambas, Jere Huggins y Ned Humphreys; Música: Giorgio Moroder; Dirección artística: Edward Richardson; Decorados: Bruce Weintraub; Producción: Charles Fries, para RKO Pictures- Universal Pictures (EE.UU.).
Intérpretes: Nastassia Kinski (Irena Gallier); Malcolm McDowell (Paul Gallier); John Heard (Oliver Yates); Annette O´Toole (Alice Perrin); Ruby Dee (Female); Ed Begley, Jr. (Joe Creigh); Scott Paulin (Bill Searle); Frankie Faison (Detective Brandt); Ron Diamond, Lynn Lowry, John Larroquette, Tessa Richarde, Francine Segal, Robert Pavlovich, Ray Wise.
Sinopsis: Irena llega a Nueva Orleans para reencontrarse con su hermano Paul, a quien no ve desde la infancia. Al mismo tiempo, se producen varios crímenes en la ciudad, todos ellos causados por una pantera negra fugada del zoológico.
Las películas clásicas de terror han sido objeto de múltiples, y en su mayoría poco afortunadas, revisitaciones a lo largo de la historia del cine. Drácula, Frankenstein o La Momia, por poner tres ejemplos, han dado lugar a auténticos subgéneros basados en su presencia. Quizá el último de los grandes films de esta clase fue La mujer pantera, dirigido por Jacques Tourneur ya en los años cuarenta y ejemplo de cómo obtener óptimos resultados con mínimos medios. Esta película conoció algunas secuelas, pero no fue hasta principios de los ochenta cuando Hollywood decidió hacer una nueva versión, que pretendía aprovechar la intensa carga erótica de la historia y los significativos avances que en materia de efectos especiales se experimentaron en aquella época, y que son patentes en clásicos modernos como Un hombre lobo americano en Londres. Al frente del proyecto se embarcó el eminente guionista y director Paul Schrader, que en esta ocasión se dedicó a volcar muchas de sus obsesiones propias sobre una historia ajena.
Esa historia es la de Irena, una bella joven que sospecha que en su interior se alberga un peligroso secreto que descubrirá en Nueva Orleans, donde se reencuentra, después de muchos años, con su hermano Paul, y se enamora de Oliver, el encargado del zoológico local. Irena y él se conocen ante una pantera enjaulada, a la que ella contempla y dibuja durante horas antes de huir asustada por la presencia de un Oliver que se sentirá inmediatamente atraído por esa misteriosa joven que parece tener una relación especial con los felinos.
El secreto de Irena parecen conocerlo Paul, una fanático religioso que a veces desaparece de su domicilio durante días, y Female, la mujer que se ocupa de mantener su casa en orden, mejor que ella misma, incapaz de obtener una respuesta más allá de los extraños, y tal vez reveladores, sueños que tiene con frecuencia. En ellos aparecen las panteras una y otra vez, panteras como la que tiene aterrorizada a la ciudad de Nueva Orleans con sus crímenes.
Según mi criterio, estamos ante una película digna de mayor reconocimiento del que ha recibido. En su escaso prestigio influyeron, creo, tres circunstancias: el hecho de tratarse de un remake, la ausencia de grandes estrellas en el reparto y el abordaje de un tema tabú en la cultura occidental (y en casi todas las otras) como el incesto. Respecto a la primera cuestión, creo que esta nueva versión es bastante digna, que visualmente constituye uno de los trabajos más brillantes de Schrader (lo cual hay que agradecer también al cameraman Bill Bailey) y que, en efecto, saca partido de dos bazas de las que carece el film original: buenos efectos especiales (ante la ausencia de ellos, La mujer pantera hace un notable ejercicio de sugerencia y elipsis, pero los mayores medios de la nueva versión aportan importantes dosis de espectacularidad) y una acusada pulsión erótica, que por razones morales había de permanecer soterrada en los años 40 y que aquí aparece de un modo mucho más gráfico, hasta el punto de que algunos desnudos (el de Annette O´Toole, en especial) se antojan gratuitos. Pese a ello, creo que en conjunto la película gana poniendo énfasis en la carga sexual, pues a este nivel la historia ofrece muchas posibilidades. Es cierto que el film es irregular, que la conclusión es algo forzada y que una metraje que casi duplica el de la obra original se antoja excesivo, pero aún así estamos ante un remake interesante y digno de verse. En cuanto al reparto, es de destacar la belleza, realmente muy felina, de Nastassia Kinski, actriz idónea para el personaje y que sale bien del paso de la inocencia ignorante a la erótica del peligro y al dolor de la condena. Su personaje se transforma, y ella sabe hacerlo. John Heard, actor que ha hecho una notable carrera como secundario, actúa bien pero sin encandilar, y Malcolm McDowell está tan inquietante como de costumbre en un rol en el que ha permanecido encasillado casi toda su carrera y que, eso sí, se le da muy bien.
Un apunte final: la música de Giorgio Moroder, normalmente cargante y hoy pasadísima de moda, en esta película a veces hasta funciona. A partir de esta suma de eleentos, Schrader consiguió un film interesante, en el que el sexo y la sangre están bastante presentes y que, al menos hasta las escenas finales, está bastante bien construido. Una interesante historia sobre individuos esclavos de una sexualidad distinta, victimas de unos instintos tan peligrosos como irreprimibles.