Media entrada en la sala principal del Auditori (Barcelona, cada vez más pobre y más sorda, en qué te estás quedando) para ver y escuchar a Noa, que se presentaba en la ciudad acompañada por su inseparable Gil Dor a la guitarra y por el Solis String Quartet, exquisita formación con la que lleva años colaborando en directos y grabaciones. Hasta anoche, la única actuación de Noa que un servidor había visto fue un recital de media hora, a dúo con Gil Dor, en el FNAC de Plaça Catalunya. De eso hace más de una década, pero mi impresión fue gratísima, tanto por razones musicales como sentimentales, pues al recordar esa media hora recuerdo también amores perdidos, pero no olvidados. Sea como fuere, anoche disfruté, y mucho, con el concierto de esta maravillosa cantante israelí.
El concierto propiamente dicho se dividió en tres partes: al principio, Noa y sus compañeros interpretaron varios de los primeros éxitos de la cantante, dueña de una carrera musical que ya se extiende a más de dos décadas. Esta primera parte culminó con I don´t know, una de mis canciones favoritas de Noa. Acto seguido, la cantante se dirigió al público (con chuleta, eso sí) utilizando la muy insultada (ayer mismo en Aragón) lengua catalana para presentar canciones de su nuevo proyecto, centrado en el folklore del muy insultado (ayer mismo en Hungría) pueblo hebreo. Quizá peco de subrayar lo obvio, pero Noa posee una voz sublime, capaz de conmover a un mandril aunque lo que cante sea un recitado de mi factura de la luz. Si a ese supremo don le unimos la tradición de uno de los pueblos de mayor riqueza cultural del mundo, y esa música (en ocasiones interpretada sin la ayuda del cuarteto de cuerda) la recrean sobre el escenario unos auténticos virtuosos, el resultado por fuerza tiene que ser magnífico. Así que lo fue. Y la cosa no acabó aquí: la siguiente sección del concierto se centró en el último disco publicado por Noa, dedicado al cancionero napolitano (ciudad de origen del Solis String Quartet, por si alguien no lo sabía). No conozco muchos músicos que sean capaces de tocar tantos palos manteniendo en todo momento un nivel de calidad tan alto. Y esto no fue todo: hubo emoción, pero también energía (no es mala percusionista Noa, no), algunas muy elogiables intervenciones de Gil Dor a la guitarra y una versión memorable del Minuano de Pat Metheny a cargo del Solis String Quartet. Decía Charlie Parker que la música de Louis Armstrong era como una buena acción. Esa frase podría aplicarse al espectáculo que aquí reseño: Noa canta como los ángeles, emociona, entretiene y desprende energía positiva. Existe un planeta en el que los hipócritas, farsantes, chupasangres y mercaderes de la desgracia ajena son legión: ese planeta se llama Optimismo. A diferencia de los especímenes citados, Noa rezuma verdad. Como las buenas acciones que se hacen por el mero hecho de hacerlas.
Llegaron los bises, en los que pudimos comprobar cómo dos canciones infantiles hebreas pueden transformarse en un aria, donde apareció Joan Manuel Serrat para interpretar a dúo con Noa Es caprichoso el azar, y donde la estrella israelí hizo cantar (otra vez) a un público entregado a su buen hacer el tema que grabó a dúo con Mira Awad, Shalom Shalom. Y sí, además Noa cantó el tema principal de La vida es bella. Y, durante dos horas, consiguió que lo fuera.
Serrat y Noa, hace unos años, como anoche:
Babel, en directo: