THE SHINING. 1980. 119´. Color.
Dirección: Stanley Kubrick; Guión: Stanley Kubrick y Diane Johnson, basado en la novela de Stephen King; Dirección de fotografía: John Alcott; Montaje: Ray Lovejoy; Música: Wendy Carlos y Rachel Elkind, con temas de Ligeti, Penderecki, Bartok, etc.; Diseño de producción: Roy Walker; Dirección artística: Les Tomkins; Vestuario: Milena Canonero; Producción: Stanley Kubrick, para Warner Bros. (EE.UU.).
Intérpretes: Jack Nicholson (Jack Torrance); Shelley Duvall (Wendy); Danny Lloyd (Danny); Scatman Crothers (Dick Hallorann); Barry Nelson (Ullman); Philip Stone (Delbert Grady); Joe Turkel (Lloyd); Anne Jackson, Tony Burton, Lia Beldam, Billie Gibson.
Sinopsis: Jack Torrance, casado y con un hijo pequeño, acepta un empleo de vigilante en un hotel de Colorado que permanece cerrado durante el invierno. Su intención es aprovechar el tiempo de aislamiento para escribir una novela.
Dado el poco éxito de taquilla obtenido por la magnífica Barry Lyndon, Stanley Kubrick entendió la necesidad de que su siguiente película fuera más comercial. Se decidió por el género de terror, que vivía una época de esplendor artístico y gozaba del favor de la taquilla, y por llevar a la gran pantalla un best seller de un autor, Stephen King, cuyas historias eran muy buscadas en Hollywood después del éxito de Carrie. Kubrick, ayudado por la escritora Diane Johnson, hizo una adaptación bastante libre de la novela, cosa que no gustó a King, y, como de costumbre, se fijó un objetivo de lo más ambicioso: filmar la locura. El rodaje, según se cuenta, fue largo y difícil. El resultado, espléndido.
Jack Torrance no es lo que se dice un triunfador. Escritor inédito, va de empleo en empleo para sacar adelante a su familia, formada por su esposa Wendy y por su hijo Danny, quien tiene un amigo imaginario y el poder de ver acontecimientos pasados y futuros. Dada su situación, Jack acepta encantado un empleo que le mantendrá casi medio año aislado en un gigantesco hotel rodeado de nieve, pues cree que durante ese tiempo podrá escribir la novela que tiene en mente. No le asusta que el hotel esté construido sobre un cementerio indio, o que un antiguo vigilante hubiera asesinado y descuartizado allí a su esposa y a sus dos hijas. Jack escribe y escribe, pero poco a poco va perdiendo la razón, hasta convertirse en una amenaza para su familia.
Si Stephen King entendía El resplandor como una metáfora del alcoholismo que él mismo padeció, Kubrick fue más lejos y, aunque no ignora el tema elegido por King, va mucho más allá, quiere adentrarse en los recovecos de una mente enferma. ¿Por sí misma, o por culpa de su entorno? Más allá del fracaso vital del protagonista, la causa del desvarío de Jack parece estar en el propio hotel, convertido por Kubrick en el gigantesco pero aislado escenario de una no menos enorme pesadilla. Por decirlo claramente, la película acojona, aunque uno ya la haya visto y sepa lo que va a ocurrir. Y lo hace porque es un ejemplo de cómo aprovechar un espacio. El hotel como símbolo de la mente humana, de gran extensión, estructura compleja, múltiples compartimentos pero finalmente solitaria y enferma. Un hotel de cuyo ascensor surgen ríos de sangre o en cuyas habitaciones se esconden secretos que es mucho mejor que lo sigan siendo. Para provocar el miedo, Kubrick no utiliza la oscuridad (no recuerdo otra película de terror con tanta luz como El Resplandor), sino el espacio, la música y los personajes, tanto los recién llegados al hotel como los que éste parece ocultar en su interior: las gemelas asesinadas por su padre, esa bella joven tras la que se oculta una anciana de aspecto terrorífico, el camarero que nunca niega una copa a Jack y, sobre todo, el antiguo vigilante que le aconseja escarmentar a una familia aterrorizada por un padre cada vez más ido. Esta vez, Kubrick utilizó la steadycam, que le permitió algo tan prodigioso e inquietante como seguir a Danny en sus veloces travesías en triciclo por los pasillos del hotel. Mueve la cámara con profusión y elegancia, con resultados tan magníficos como los obtenidos en la escena de las escaleras entre Jack y Wendy (después de que ella descubra que todo el trabajo literario de su esposo se resume en una sola frase, que por cierto está bastante mal traducida al español, repetida hasta el infinito), en las correrías de Jack hacha en mano, y por supuesto en la escena final del laberinto nevado. Por si no fuera suficiente con su nueva performance visual, Kubrick explota de nuevo los recursos musicales que tan buen resultado le dieron en 2001 y La naranja mecánica (con el nada irrelevante añadido de las obras de Krzystof Penderecki y Béla Bartók) y consigue una atmósfera malsana, siempre inquietante. ¿Hay en el interior de todo hombre un asesino que sólo espera encontrar el entorno adecuado para salir al exterior? En otra reseña dije que Stanley Kubrick es mucho más un cineasta de preguntas que de respuestas. Siendo un autor eminentemente cerebral, consigue provocar en el espectador emociones muy intensas, es un gran manipulador obsesionado con entretener y hacer reflexionar al público, un ego superlativo dotado de un talento de idéntica magnitud. Algunas imágenes de El Resplandor han pasado a la historia del cine. La propia película, en su día despedazada por diversos sectores de la crítica, es hoy uno de los films de terror mejor considerados de la historia. En la narración hay cosas que chirrían, o que directamente escapan a la lógica, pero una de las características de los mejores cineastas, y Kubrick es uno de ellos, es conseguir que el espectador quede atrapado en su tela de araña, sin que las inconsistencias sean percibidas o, si lo son, ni siquiera importen. En este sentido, El Resplandor es modélica, y demuestra una vez más la capacidad camaleónica de su director.
Es harto conocido el hábito de Kubrick de repetir las tomas una y otra vez. Esta costumbre es peligrosa cuando el protagonista es una gran estrella con tendencia a sobreactuar, y por ello era previsible que la relación Kubrick-Nicholson fuera tempestuosa. Hay opiniones contradictorias al respecto, pero lo cierto es que el resultado en pantalla es espectacular. Nicholson, actor mayúsculo de rasgos faciales inquietantes, era el intérprete ideal para encarnar a Jack Torrance. Y lo borda, siendo ésta la única película de su carrera en la que me gusta verle exagerar. Muchas veces, los grandes actores necesitan que directores con personalidad controlen sus excesos. Kubrick no lo hizo con Nicholson, sino más bien al contrario (el hastío por la reiteración de tomas puede verse alguna que otra vez en el rostro del actor), y lo curioso es que funciona. Especialmente al final de la película, hacha en ristre, Nicholson está pasadísimo, pero uno piensa que es justo así como tiene que estar, que una actuación más contenida no daría con el tono de un personaje poseído por la locura. Jack Torrance da miedo, y su imagen se ha convertido con toda justicia en una de las pesadillas andantes más míticas de la gran pantalla. Su compañera de reparto, Shelley Duvall, no es lo que se dice una gran actriz, y cuenta la leyenda que a Kubrick le costó horrores sacar lo mejor de ella. Lo consiguió, en parte porque su físico y su voz se prestan mucho a darle credibilidad a su personaje, que es en esencia una víctima. La elección de Danny Lloyd hay que calificarla de acertada, pues da el pego como niño introvertido y de intensa vida interior. Dicho lo cual, hay que repetir que en esta película hay dos grandes personajes, y uno de ellos es el Hotel Overlook.
Con El Resplandor, su antepenúltima película, Stanley Kubrick recuperó el favor de la taquilla pero perdió, en buena parte, el de la crítica. Hoy parece claro que, en este caso, no fue el público quien se equivocó.
Excelente post, no sabía que King había querido darle cierta relación al resplandor con su alcoholismo, yo apenas la volví a ver en HBOgo y me parece la mejor película de Kubrick junto con La naranja mecánica, hacía cosas muy locas.
Gracias por leer y comentar. Lo bueno de Kubrick es que resulta muy difícil decidir cuál de sus películas es la más perfecta. En cuanto a El Resplandor, he leído que se ha hecho una secuela en la que Danny, el niño, se ha convertido en un adulto alcohólico. King insiste en el tema, pero el film de Kubrick es difícilmente superable.