Además de algún que otro evento sobre el que pronto leerán, estas últimas semanas he tenido la oportunidad de acudir a dos restaurantes barceloneses de muy buena calidad, gracias a ese mundo de luz y de color que te abren las webs de reservas on line.
Brasserie Flo es un restaurante con tres décadas de historia, situado junto al Palau de la Música (la de veces que se habrá puesto morado allí Millet a nuestra costa). Es, resumiendo, lo que uno entiende por un restaurante de alto copete: establecimiento señorial, espacioso y elegante, su cocina no desmerece en absoluto la buena impresión inicial. Los «entretenimientos» que probé (navajas y anchoas) eran de notable nivel, el pan con tomate, sabroso y bien preparado, y el mezclum de ensaladas que tomé como primer plato no me sorprendió por su calidad, que visto lo anterior ya esperaba, sino por su generosidad: puedo jurar que pocas veces me han puesto tanta (y tan buena) ensalada en un restaurante. De segundo, un lomo de bacalao a la miel de romero con espárragos trigueros que muy probablemente volveré a pedir en mi próxima visita al local, que (oferta mediante, eso sí) la habrá. Para bajar todo aquello, pedí un zumo de naranja. El más caro de mi vida, pues cuesta seis euros. No obstante, constato que Brasserie Flo es un establecimiento gastronómico que promete mucho, y lo da. Cuesta mucho, pero lo vale.
El segundo restaurante, que visité anoche mismo, es el Mixtel·la, ubicado en la calle Pau Claris, entre Valencia y Mallorca. A primera vista, es un local de diseño, cosa que de entrada me hace desconfiar. Una vez en el interior, es importante quedar bien situado, porque si te toca en una mesa cercana a un grupo ruidoso (que lo hubo, pero por suerte lo pusieron justo a la entrada y era fácil de esquivar), puedes acabar con dolor de cabeza. Entrando en materia, la comida es muy buena. Como entrante, tomé una esqueixada de bacalao pelín escasa en cantidad, pero excelente en calidad, empezando por el aceite utilizado para aderezarla. Buen producto (el bacalao es una de mis debilidades culinarias, y ahí es difícil que me den gato por liebre), buena presentación y buen sabor de boca. Probé también la ensalada César, abundante y sabrosa. Como plato principal opté por el tataki de atún (otro de mis pescados fetiche) con salmorejo cordobés, y he de decir que acerté de lleno. El pez era excelente, y el salmorejo tenía ese toque picante que tanto me gusta y que tan bien casa con el ingrediente principal. Para mojar pan, literalmente. También tuve ocasión de probar el secreto de cerdo ibérico, que me gustó pese a no ser muy aficionado a esa carne. Y de postre, un sorbete de limón con gelatina de gin tonic que, si no era el mejor que he tomado en mi vida, poco le faltaba. El sorbete, digestivo y siempre goloso para los aficionados a los cítricos, puede resultar anodino y acabar cansando. No fue el caso, desde luego. Mixtel·la es un restaurante con mucho que ofrecer, producto de calidad, elaboración cuidadosa y buen servicio. Volveré con gusto.