J.M. COETZEE. Infantesa (Escenes de la vida a províncies). Edicions 62. 175 páginas. Traducción de Dolors Udina. (Boyhood).
Suele decirse, no sin razón, que en la infancia están el origen y la explicación de lo que somos. Sucede, sin embargo, que cuando los adultos recordamos nuestros primeros años, nos enfrentamos con las flaquezas, voluntarias e involuntarias, de nuestra memoria. Por esto es complicado encontrar en la literatura testimonios lúcidos y honestos de una edad tan trascendental en la vida de un individuo, y por esto la lectura de Boyhood impresiona. Que el escritor sudafricano J.M.Coetzee se encuentra entre los mejores novelistas contemporáneos es algo ya sabido, pero, aún así, el mérito de esta obra autobiográfica es altísimo. Con sobriedad y concisión, Coetzee regresa a los primeros años de su vida para dibujar un autoretrato que no es ni amable, ni mucho menos complaciente. Otro tópico muy manido, pero no muy errado, nos dice que en toda vida humana se esconde una buena novela. Más que los hechos, lo importante es cómo se cuentan, y Coetzee lo hace de un modo que engancha, sin recurrir al sentimentalismo que tanto suele lastrar los retornos adultos a la infancia. El autor nos cuenta lo que vivió, pero sobre todo, y ahí es donde se impone, nos explica cómo lo vivió, cuáles eran los pensamientos íntimos que se cocían a partir de sus vivencias. Y encontramos a un niño a quien las circunstancias familiares y sociales le alejan muy pronto de la infancia, simbolizada en su pasión por el críquet, y le convierten en un adulto prematuro, en alguien que desde muy temprano ha de familiarizarse con la amargura del mundo.
El libro derrocha sinceridad, y una agudeza psicológica fuera de lo común, propia de alguien dotado de la suficiente entereza como para ver la realidad sin maquillaje. Es una novela corta que se lee de un tirón y casi obliga a leer los posteriores episodios autobiográficos de Coetzee (Juventud y Verano). Crecer en la Sudáfrica del apartheid y el omnímodo poder afrikaner no debió de ser fácil para un espíritu libre; comprobar, ya antes de la pubertad, cómo tu hogar, en el que nunca sobró el cariño, va hundiéndose progresivamente, curte, aunque puede acarrear traumas difíciles de superar. Boyhood es un libro duro, como la vida misma, sobre todo para quienes nacieron con el virus de la sensibilidad. Lectura imprescindible, en dos palabras.