Las marchas por la dignidad, o contra la indignidad, son un buen síntoma en el enfermizo clima reinante, mezcla de resignación y esperanzas vanas (por aquí, la de que cambiando la etiqueta, el contenido de la botella vaya a ser menos amargo). La dignidad hay que salir a buscarla, porque como individuos, y como sociedad, nos la han robado. Y nos la hemos dejado arrebatar muy fácilmente, mirándonos en el espejo, o hacia donde nos hacían mirar, mientras nos la iban quitando. Que nadie olvide que en España hay más millonarios que al inicio de la crisis, y que los que entonces ya lo eran, hoy son más ricos. Lo demás, son tonterías.