CARS. 2006. 112´. Color.
Dirección: John Lasseter; Guión: Dan Fogelman, John Lasseter, Joe Ranft, Kiel Murray, Phil Lorin y Jorgen Klubien, basado en la historia de John Lasseter, Joe Ranft y Jorgen Klubien; Dirección de fotografía: Jeremy Lasky; Montaje : Ken Schretzmann; Música: Randy Newman.; Diseño de producción: William Cone y Bob Pauley; Producción: Darla K. Anderson, para Pixar Studios-Walt Disney Pictures (EE.UU.).
Intérpretes: Owen Wilson (Voz de Rayo McQueen); Bonnie Hunt (Voz de Sally); Paul Newman (Voz de Doc Hudson); Larry the Cable Guy (Voz de Mate); Cheech Marin (Voz de Ramone); Tony Shalhoub (Voz de Luigi); Michael Keaton (Voz de Hicks); Jenifer Lewis (Voz de Flo); Michael Wallis (Voz del Sheriff); John Ratzenberger, Guido Quaroni, Paul Dooley, George Carlin, Katherine Helmond, Jeremy Clarkson, Andrew Stanton, Michael Schumacher, Jay Leno, Mario Andretti, Tom Hanks, Tim Allen, Billy Crystal, John Goodman (Otras voces).
Sinopsis: Rayo McQueen es un joven, talentoso y arrogante piloto de carreras que debe viajar hasta California para disputar la carrera decisiva del campeonato. Por el camino sufre un accidente y acaba dando con sus tornillos en un semiabandonado pueblo en mitad de la Ruta 66.
John Lasseter, alma mater de Pixar, regresó a la dirección con Cars tras unos años dedicándose en gran parte a labores de producción de otros filmes del estudio. Con esta película, no pocos de los incondicionales de la compañía (ya absorbida por Disney) dejaron de serlo, al pensar que no estaba a la altura artística de ilustres predecesoras como Toy Story o Los Increíbles. He de decir que discrepo de ellos… hasta cierto punto.
En lo visual, la pelicula es alucinante. Como cine-espectáculo, Cars merece un diez sobre diez. La recreación de las carreras, la expresividad de los muy humanos automóviles y la composición de todos y cada uno de los planos apabullan de pura perfección. Hay obras de arte que demuestran que seres imperfectos son capaces de crear cosas maravillosas, y las películas de Pixar están entre ellas. Si he de resumir en una palabra la experiencia visual que un amante del cine tiene al ver Cars, esa palabra es gozada. Asombrar a un niño puede ser fácil, porque por pura lógica a ciertas edades se desconocen (por suerte, en su mayoría) muchas cosas de la vida; asombrar a adultos que están de vuelta de todo, que han dejado de creer y que apenas conservan un mínimo rincon del niño que fueron, es digno de elogio. Y eso está en Cars.
La etiqueta es sublime, creo que ya ha quedado claro. Al analizar el contenido de la botella es cuando (como casi siempre) aparecen los reparos. Para empezar, llama la atención que tantas personas hayan intervenido en la escritura de un guión que no tiene nada de original: ni lo de humanizar a los coches (y al principio existió Herbie, y luego Stephen King también lo hizo a su manera, y entre ellos estuvo Spielberg), ni, desde luego, el desarrollo de la trama desde que el muy soberbio protagonista se encuentra perdido en Radiador Springs, un pueblo que un día fue próspero y hoy sólo acumula polvo y recuerdos de tiempos mejores. Por decirlo de una vez, se repite la trama de una de mis series favoritas de los 90: Doctor en Alaska. Los cambios son sólo aparentes, el nudo narrativo es idéntico. Dicho lo cual, ¿tiene gracia? Sí, la tiene, y es debida en buena parte a personajes secundarios como la furgoneta hippie, el todoterreno patriotero y militarista o el fan acérrimo de Ferrari. Más allá de eso, Cars es la historia de una cura de humildad, la de un joven absolutamente egoísta que cree saberlo todo y que descubre que en la vida también es importante no conseguir las cosas a cualquier precio. Hay moralina, cierto, y los más escépticos dirán que la vida real no se parece a una película de Pixar. Peor para ella. Si, además de hacernos alucinar con su espectacularidad y poderío técnico, obras como Cars consiguen que uno solo de los niños que la vean sea un adulto menos cabrón, el esfuerzo habrá valido la pena más allá de lo estrictamente cinemtaográfico. Que ahí, bien la vale.
Es de destacar, además de la muy acertada utilización de la música, la pléyade de actores (y algún ilustre piloto de carreras) famosos que ponen voz a los personajes animados. La nómina es extensa, pero uno se queda con una gran estrella de cine, excelente actor y amante de las carreras automovilísticas llamado Paul Newman. Su personaje recuerda en algo al que interpretó en El color del dinero. Era de esperar: los guiones de Pixar están repletos de referencias, citas o directamente plagios de obras anteriores. Unas veces estas influencias están mejor plasmadas que otras, pero a mí me gusta que los chicos del ordenador sepan honrar a quienes les precedieron.
Lo dicho: perfecta en lo técnico, discutible en algunos aspectos de la narrativa, pero en conclusión, un gran espectáculo digno de verse y disfrutarse.