Anda revuelto el patio educativo últimamente, entre los tijeretazos de Esperanza Aguirre y las sentencias e interlocutorias sobre el uso del castellano en las escuelas catalanas. Respecto al primer asunto, es evidente para quien no se niegue a verlo que echar a la calle a interinos, poner a los profesores titulares a impartir materias que no dominan y aumentar el número de alumnos por maestro no sólo es indecente, sino que supone, me temo, una excelente contribución al aumento del ya sobrecogedor número de zoquetes que nuestro sistema educativo provoca al año. Conste que a un servidor la idea de crear un bachillerato de excelencia le parecía bien en principio, pero en eso de educar a los pobres a la derecha siempre se le acaba viendo el plumero.
En cuanto al tema que ha vuelto a provocar uno de esos motines en falso a los que el catalanismo es tan dado, decir que servidor está orgulloso de hablar y escribir en lengua castellana y catalana (ojalá pudiera decir lo mismo con otros idiomas) y que por tanto opino que cualquier sistema educativo ha de garantizar que al término de la enseñanza obligatoria los alumnos dominen por igual (de mal, en muchos casos) ambas lenguas. Por eso creo que el castellano ha de tener menos protagonismo en la escuela que el catalán (por ser aquélla la lengua más hablada tanto en la mayoría de los núcleos de población más importantes de Catalunya, como también la más utilizada en el mundo audiovisual), pero tampoco ha de ser una asignatura más, con dos horas lectivas semanales, sino tener en la escuela una presencia más acorde con la que tiene fuera de ella. Estoy a favor de la inmersión lingüística, pese a muchos de los que la defienden, porque el catalán es la lengua propia de Catalunya y saber idiomas en enriquecedor para cualquiera, hecho entendido en todas partes menos en España. Eso sí, el catalán no es la única lengua de Catalunya, y quienes utilizamos prioritariamente el castellano por ser nuestra lengua materna no somos menos catalanes que nadie. Siempre he creído que en este país el tema lingüístico está sobredimensionado, seguramente porque es de los pocos campos en los que Catalunya realmente dispone de un rasgo diferencial respecto a España. No me encontrarán en el campo de los que sólo defienden un idioma, sea éste cual sea.