En un día triste por la muerte de la gran escritora Ana María Matute y de un actor de pura raza como Eli Wallach, se agradece que un juez, José Castro, se dedique a lo suyo, es decir, a impartir justicia y a hacer caso de las pruebas y no de las (muy altas) presiones recibidas. Por si alguien no se ha enterado, los indicios de delito que concurren en la persona de Cristina de Borbón justifican de sobras su recién adquirida condición de imputada en el caso Nóos. Ya sé que es fácil de creer que un miembro de esa familia no se entere de nada, pero con Castro parece que no ha colado tanto desconocimiento. Muchos jueces como él tendría que haber.