La victoria en el Mundial de Alemania es, simpatías al margen, una buena noticia para el fútbol, pues la germana ha sido la única de las selecciones grandes que siempre ha salido al campo a jugar y a buscar la victoria desde el ataque, sin esperar el puntual acierto al contragolpe. La subcampeona, Argentina, llegó a la final sin jugar a nada, encomendada a un titánico esfuerzo defensivo y a la genialidad de unos atacantes de los que sólo brilló Di Maria, ausente por lesión en la final. Por cierto, lo del premio al mejor juagdor para Messi parece una broma de ese hombre tan chistoso llamado Joseph Blatter, pues el argentino es ahora una sombra del genio del balón que era hace apenas un año. Precoz en casi todo, el de Rosario parece haber iniciado su definitivo declive a la edad en la que la mayoría de futbolistas se encuentra en su mejor momento.
En tercer lugar quedó Holanda, que superó en mucho las expectativas previas pero se quedó sin alcanzar las despertadas en una gran primera fase en la que, entre otras cosas, humilló a una España cuya participación en el campeonato ha sido tan breve como lamentable. Los neerlandeses, al mando de ese fenomenal entrenador llamado Louis Van Gaal, fueron de más a menos, jugando a la contra, poblando una defensa muy escasa de experiencia internacional y esperando la genialidad de un fantástico Robben y de un irregular y decreciente Van Persie. Bastó para derrotar a México y Costa Rica, pero no a Argentina en una de las semifinales más aburridas que se recuerdan.
Capítulo aparte merece el anfitrión, Brasil, poco más que un bloque de picapedreros al servicio de un Neymar que no es el megacrack que nos intentan vender y al que el colombiano Zúñiga casi desgracia de por vida. Los de Scolari fueron pasando rondas a base de empuje, acierto a balón parado y ayudas arbitrales hasta darse una fenomenal ducha fría de realidad en forma de siete goles alemanes, cinco de ellos en veinte minutos. Dudo que a Brasil le queden ganas de organizar más Mundiales. Espero que a la vista de su inmenso fracaso les hayan vuelto las ganas de jugar el buen fútbol que por tradición les caracteriza.
Del resto, destacar a una Colombia que jugó muy bien hasta defraudar en cuartos frente a los brasileños, el orden y competitividad de una gran Costa Rica, el buen equipo que parece tener Francia para el futuro… y poco más. Entre las decepciones, lista que por fuerza debe encabezar España, figuran Italia, Inglaterra, Costa de Marfil, Portugal y una Uruguay cuyo hecho más destacado fue el tercer arrebato caníbal de su estrella, Luis Suárez. Los jugadores que más han brillado son de sobras conocidos (incluso, para los que se molestan en seguir un poco el fútbol internacional, ese James Rodríguez al que aún falta un peldaño para ser ese crack que promete), a nivel táctico hemos visto pocas novedades significativas, y a la organización no cabe darle más que un aprobado. Los arbitrajes, tan malos como suelen.
Así pues, el fútbol fue justo con Alemania, la única selección que siempre fue de cara en busca de la victoria. Merecido título para una gran generación de futbolistas que, en su mayoría, promete seguir dando guerra dentro de cuatro años, en Rusia. Esperemos que de aquí a entonces alguien recupere la cordura y en 2022 el campeonato no se celebre en una corruptora dictadura del desierto de cuyo nombre no quiero acordarme.
Mi equipo ideal: Neuer; Lahm, Vlaar, Garay, Blind; Mascherano, Schweinsteiger; Kroos, James Rodríguez, Robben; Müller.