TENNESSEE WILLIAMS, La gata sobre el tejado de zinc (Cat on a hot tin roof). Millenium-El Mundo. 93 páginas. Traducción de José Díaz.
Mucho se ha dicho sobre esta obra de teatro galardonada con el premio Pulitzer en 1955. La gata sobre el tejado de zinc fue escrita por Tennessee Williams en su época más literariamente fecunda, y reúne muchas de las constantes de sus dramas: rebeldía frente a hipocresía, personajes al límite que se encuentran ante una encrucijada, desmoronamiento de las apariencias, perdedores que buscan darle la vuelta a su destino, alcoholismo, homosexualidad y conflictos familiares.
Se dice, con razón, que la buena literatura está hecha, en su mayoría, por autores que conocen en profundidad los materiales con los que trabajan, que escribir sobre lo que se sabe constituye un gran valor añadido. La calidad y el carácter autobiográfico de muchas de las mejores obras de Tennessee Williams, entre las que desde luego se cuenta la que nos ocupa, viene a confirmar de nuevo esta premisa. Este drama gira alrededor de tres personajes que difícilmente podrían haber salido mejor construidos de otro cerebro: Brick, la antigua promesa deportiva hundida en el alcoholismo desde el suicidio de su mejor amigo; Margaret, la gata, la mujer de origen humilde cuya fortaleza le ha hecho prosperar: y el abuelo, un gran terrateniente sureño, un patriarca de los de antes. De una forma u otra, estos tres personajes, y de rebote todos los que pululan a su alrededor, viven instalados en la mentira: Brick es tan incapaz de encontrar la tranquilidad más allá de la botella como de asumir su homosexualidad; Margaret vive agarrada a un matrimonio falso, atada a un hombre que no la desea y la responsabiliza del suicidio de su alma gemela; y el abuelo se debate entre la enfermedad que le corroe y la incertidumbre de qué ocurrirá con su plantación después de su muerte. Todas estas situaciones saldrán a la luz cuando la familia se reúna para celebrar el 65º aniversario del abuelo.
El primer acto es para Brick y Margaret, el hijo predilecto pero descarriado y la mujer que se enfrenta a un dilema: cuando uno camina sobre un tejado de zinc caliente, sólo puede escoger entre saltar de él, lo que supondría perder la posición social conseguida, o agarrarse aunque se queme. En la aparente soledad de su habitación, donde pueden hablar sin tapujos, Brick y Margaret pueden decirse las verdades, entre ellas la fundamental: que el fantasma de Skipper es lo que de veras se interpone entre ellos. Maggie podría tener amantes, e incluso su marido la anima a ello, pero quiere a Brick. Y sabe, además, que él es el hijo preferido del abuelo, el hombre a quien desea nombrar heredero, muy por delante de Gooper, el hermano mayor. El retrato que, primero en boca de Margaret y después en la del abuelo, hace Williams del matrimonio formado por el abogado mediocre y pusilánime y la hipócrita e intrigante Mae, cuya mayor virtud es la de parir como una coneja, es despiadado. A través de ellos, Williams ajusta cuentas con el rebaño, con los que siempre hacen lo que hay que hacer, con los que se saben mediocres y se dedican a empequeñecer, a aprovecharse de las debilidades de quienes no lo son para poder situarse a su altura.
La figura del abuelo es la que cobra mayor protagonismo en la segunda mitad de la obra: el patriarca, que se creía enfermo de cáncer, está eufórico porque unas pruebas médicas descartan esa posibilidad. Ignora lo que toda su familia, menos su esposa, conoce. La gata sobre el tejado de zinc es una obra amarga, al final de la cual se desvanecen las mentiras y todos los personajes se ven obligados a asumir una gran verdad que obstinadamente se habían negado a reconocer. En este sentido, la obra emerge como un brillante estudio sobre el autoengaño, enfermedad universal que ha permitido la supervivencia y prosperidad de la especie a la que pertenezco. Como los grandes boxeadores, Williams tiene clase y buen estilo, y desde luego no anda escaso de punch. Por todo ello, no puedo más que unirme al numeroso grupo de personas que creen que La gata sobre el tejado de zinc es una de las grandes obras teatrales del siglo XX.
Dan ganas de leer el libro… muchas veces ya, olvidamos que una gran película anteriormente fue un gran libro… gracias por recordárnoslo !!
De nada. Tennessee Williams, a diferencia de otros grandes escritores, tuvo bastante suerte con las adaptaciones cinematográficas de sus obras. A veces, un buen libro da lugar a un fistro de película, y en otras ocasiones salen films fantásticos a partir de libros mediocres. En este caso, obra de teatro y película son muy buenas.