FROM DUSK TILL DAWN. 1996. 108´. Color.
Dirección: Robert Rodríguez; Guión: Quentin Tarantino, basado en una historia de Robert Kurtzman; Dirección de fotografía: Guillermo Navarro; Montaje: Robert Rodríguez; Música: Graeme Revell; Dirección artística: Mayne Berke; Diseño de producción: Cecilia Montiel; Producción: Meir Teper y Gianni Nunnari, para Los Hooligans Productions-Dimension Films- Miramax Films (EE.UU.-México).
Intérpretes: George Clooney (Seth Gecko); Quentin Tarantino (Richie Gecko); Harvey Keitel (Jacob Fuller); Juliette Lewis (Kate Fuller); Ernest Liu (Scott Fuller); Salma Hayek (Santanico Pandemonium); Cheech Marin (Policía fronterizo/Portero del club/Carlos); Danny Trejo (Charlie); Fred Williamson (Frost); Tom Savini (Sex Machine); Michael Parks (Ranger Earl McGraw); John Saxon, Marc Lawrence, Kelly Preston, John Hawkes, Tito Larriva, Greg Nicotero.
Sinopsis: Seth y Richie son dos peligrosos delincuentes que emprenden una sanguinaria huida hacia la frontera mexicana. Cuando consiguen cruzarla, se detienen en un club de carretera que resulta ser un antro regentado por vampiros.
Para el sector más sesudo de la crítica cinematográfica, Quentin Tarantino es un enviado del mismísimo Satanás, cuya finalidad es convertir en arte todo ese cine que ellos consideran una mierda. Como el ser humano nombrado es de todo menos tonto, suele reservarse sus mejores guiones para sí mismo. Los otros, los vende al mejor postor o los comparte con sus amiguetes, lista que sin duda encabeza el director mexicano Robert Rodríguez. Es de suponer que ambos concibieron esta película durante una noche cargada de tequila. Uno de los dos, no recuerdo quién, reconoció en una entrevista que la idea era hacer una película sobre la huida de unos gangsters, pero que, una vez llegados hasta México, no sabían cómo terminar el film. Imagino que, no antes del duodécimo chupito de tequila, alguien tuvo la idea de los vampiros…
Abierto hasta el amanecer es, claramente, la unión de dos películas en una. Tarantino, que a la hora de concebir las escenas y los diálogos parece estar inmerso en un perpetuo estado de gracia, pone lo mejor de sí mismo en la primera, un film de gangsters al estilo de Gun Crazy, poderoso, de ritmo frenético y lleno de ingenio. La primera escena, que precede a los créditos iniciales, es magnífica. El resto sigue por iguales derroteros: tiros, rehenes, policías, carreteras polvorientas y ese aroma a serie B con estilo marca de la casa. Rodríguez dirige con acierto, hasta el punto de que, a día de hoy, esta media película sigue siendo la mejor de su filmografía.
La entrada de la pareja de gangsters y de la familia a la que ha convertido en sus rehenes en el club mexicano es, asimismo, espectacular. Sin embargo, a partir de ese baile de Salma Hayek que ha provocado sueños húmedos en un montón de honestos padres de familia y demás almas descarriadas, no sólo masculinas, el film se convierte en un sangriento despropósito con más vísceras que sustancia (el bajón del tequila, supongo) que, sin embargo, sigue siendo divertido. Sí, un Reservoir dogs fronterizo se convierte, ya en México, en un film de vampiros más entretenido que bueno y más gore que otra cosa. Hasta cierto punto, una lástima, pero el dúo Tarantino-Rodríguez busca, ante todo, divertir y divertirse, posee el arte de no tomarse nunca en serio y se mueve como pez en el agua en esta gamberrada-pasatiempo que, dicho sea de paso, en ningún momento deja pestañear al espectador, ya sea con su montaje anfetamínico o con sus diálogos made in Quentin. Mención aparte merece la fantástica banda sonora, con Stevie Ray Vaughan o ZZ Top sonando a todo trapo.
El reparto del film es, como poco, heterodoxo. Una broma sobre una broma, podría decirse. Reúne a grandes actores, como un de nuevo excelente Harvey Keitel, con un George Clooney que deja de lado su papel de estrella médica televisiva y consigue ser cool incluso con el traje lleno de vísceras de vampiro. Ellos son lo mejor a nivel interpretativo: el resto, empezando por el propio Tarantino, mucho más dotado para estar detrás que delante de la cámara, no es demasiado distinguido. Juliette Lewis nunca fue una gran actriz, aunque consigue que a veces el espectador no se dé cuenta, lo que en sí es una virtud. No faltan clásicos de la serie B como Fred Williamson, Michael Parks o John Saxon, duros como Danny Trejo, cómicos como Cheech Marin (en un triple papel), e incluso un maestro de los efectos especiales, Tom Savini, el nombre de cuyo personaje es casi tan ingenioso como el del club de carretera mexicano, aunque no tanto como el de la vampiresa a la que da vida la muy merecidamente alabada en el párrafo anterior Salma Hayek, cuya breve aparición es sin duda la más recordada de la película, hasta el punto de haber creado escuela. Y hasta aquí puedo leer.
Lo dicho, una gamberrada sin pretensiones, que en su primera mitad es mucho más que eso. Uno no tiene ninguna duda de que Rodríguez y Tarantino lo pasaron de muerte haciendo Abierto hasta el amanecer. Lo bueno es que eso se contagia, y también yo he pasado un buen rato viéndola.