Mi enhorabuena al pueblo escocés por haber optado por algo tan impopular hoy en día como la sensatez. En lugar de ruptura y división, Escocia ha votado convivencia y autogobierno. A uno le resultaba un punto delirante que la gente votara independencia sin saber siquiera qué moneda tendria el futuro país, pero la costumbre de hacer castillos en el aire es universal. Al final, por suerte, se ha impuesto lo razonable.
Mucho más al sur, y siendo conscientes de todas las diferencias existentes entre Escocia y Catalunya, es de esperar que cunda el ejemplo que esta madrugada se nos ha dado. No parece que la cosa vaya por ahí, a tenor del invento chino (que, dicho sea de paso, nace muerto) de la consulta no referendaria (imaginación le han echado, no cabe duda) y de la campaña puerta a puerta, en plan Testigos de Jehová, que prepara la Associació Nacional de Carques con la intención de no dejarnos tranquilos ni en nuestro propio domicilio. Uno espera el regreso de la cordura, con paciencia, que no hay que confundir con resignación. El «no, gracias» es la opción más sensata, también aquí.