Séptima píldora al canto. Antes de su lectura, introdúzcanse en una bolsa de basura una pandereta, un disco de villancicos y algo de turrón, láncese la bolsa por la ventana y el relato ya estará listo para ser leído.
Y MAÑANA ES NAVIDAD
Lunes 24 de diciembre.- En alguna parte he oído que hoy es Nochebuena, la noche del piadoso hipócrita feliz. Me he despertado deseando que Ana no estuviese ahí, acurrucada bajo las sábanas, pero estaba. Conozco a muchos hombres amargados porque sus mujeres se hartaron de ellos, y yo estoy amargado porque ya no sé qué hacer para que la mía me abandone de una vez y para siempre (tal vez por eso no se larga, la muy puta, porque sabe que me haría un favor). Me visto y me dirijo al maravilloso sí, bwana de cada día. No me he lavado, adoro que en la oficina digan que huelo mal mientras hablan del partido de ayer y piensan en ese polvazo que nunca echarán. Pues sí, huelo mal, como el café de la máquina y como lo que queda de sus cerebros- entregados- a- la- empresa- de- ocho- a- cinco.
Al salir a la calle veo el paisaje habitual: manadas de vendedores disputándose los restos del cadáver de una anciana, adolescentes fusilados junto al muro de la iglesia, madres de familia mendigando alegría para sus coños en la puerta del supermercado y portavoces de los desposeídos buscando desposeídos a quienes poseer. Sin novedad en el frente. Sí, por qué no, podría ser Nochebuena.
De vuelta al trabajo, he notado que algunos de mis compañeros se esforzaban en parecer contentos. Que yo sepa, a ninguno de ellos le tocó la lotería, ni una mujer que no sea su mujer, ni les faltan menos lustros para acabar de pagar la hipoteca del piso, pero es Nochebuena, ya saben, cava, turrón, suegra, mazapanes, besugo al horno, pequeños besugos asustando al perro… ¿quién osaría no estar alegre ante semejante perspectiva?
Las cinco. Por fin. Entro en un restaurante que promete buena comida, pero me encuentro con un letrero que dice: “Completo los días 24, 25, 26 y 31 de diciembre”. Lo intento en otros tres, cada uno un poco peor que el anterior, con el mismo resultado. Por lo que veo, los infelices lo tenemos casi tan difícil como los perros a la hora de cenar en un restaurante. Da igual, creo que en casa queda alguna lata de callos y si no, bajaré a comprar una.
Hola, don Alfredo,
¿quien dijo aquello de que la vida esta llena de sinsabores? la vida está llena de malos sabores, y normalmente acompañados de mal olor. (Aunque los peores sabores son los que, aún sabiendo mal, huelen bien).
Sigue vd en su línea. ¿puede administrarme una píldora con la que haga vd que llore de risa en lugar de amargura?
Salud y gracias por su paciencia….
Me gusta su frase de los olores y los sabores. En efecto, los peores sabores (como los monstruos, según Nietzsche) suelen ocultarse tras bellos olores. Cambiando de tema, mis historias suelen ser de derrota, aunque las hay llenas de sarcasmo. Veremos qué le parecen las próximas. Y salud para usted también, naturalmente.