JEUNE & JOLIE. 2013. 94´. Color.
Dirección: François Ozon; Guión: François Ozon; Dirección de fotografía: Pascal Marti; Montaje: Laure Gardette; Diseño de producción: Katia Wyszkop; Música: Phillippe Rombi; Producción: Eric y Nicolas Altmayer, para Mandarin Films- Mars Films- France 2 Cinéma (Francia).
Intérpretes: Marine Vacth (Isabelle); Géraldine Pailhas (Sylvie); Frédéric Pierrot (Patrick); Fantin Ravat (Victor); Johan Leysen (Georges); Charlotte Rampling (Alice); Lucas Prisor (Felix); Nathalie Richard (Véro); Djedje Apali (Victor); Laurent Delbecque, Jeanne Ruff, Carole Franck, Serge Hefez, Akéla Sari.
Sinopsis: Isabelle es una bella joven que pierde la virginidad recién cumplidos los 17 años. La experiencia le resulta decepcionante, pero le llena de curiosidad e interés en el sexo. Por fin, decide ejercer como prostituta.
El prolífico director François Ozon es uno de los cineastas franceses más prestigiosos de la actualidad. Su obra acostumbra a bucear por los recovecos ocultos del alma humana, en ocasiones con brillantez (Bajo la arena), y otras veces con resultados que quedan lejos del interés despertado por la propuesta. Joven y bonita, sin ser una obra maestra, sí merece figurar entre los films más destacados de Ozon.
Cuando se habla de películas sobre la doble vida de una mujer burguesa que se prostituye en sus ratos libres, inmediatamente acude a la memoria Belle de Jour, la magistral obra de Luis Buñuel. Sin embargo, las similaridades entre este film y Joven y bonita son más bien escasas: Ozon huye del enfoque surrealista, y a priori parece importarle poco la búsqueda de significados. Además, al situar a una adolescente como protagonista, el subtexto del conflicto generacional no tarda en saltar a la palestra. El director huye del moralismo barato tanto como del falso progresismo abolicionista: no juzga, describe. Ahí está, sin duda, uno de los puntos fuertes de la película.
Éste, aún hoy en día, sigue siendo un mundo de hombres. Para una amplia mayoría de ellos, la sexualidad femenina es todo un misterio, y en él se sumerge Ozon para darle forma a su historia. La protagonista, Isabelle, es una adolescente de deslumbrante belleza, es decir, lo mejor que se puede ser en este mundo: joven y guapa. Su primera experiencia sexual en pareja es un fracaso, pero ella siente un gran interés por el sexo, quizá por el afán de conseguir que otros le proporcionen el mismo placer que ella obtiene cuando se masturba. No tiene ninguna necesidad económica, pero decide prostituirse cuando es consciente del poder que otorga tener la llave del sexo: a los pies de sus poseedoras, todos se arrodillan, lo que, traducido al idioma más universal en nuestra sociedad, significa que el sexo es dinero, y que un bello cuerpo nunca es un mal negocio. Isabelle lleva su doble vida con entereza, hasta que todo se le complica cuando Georges, un anciano cliente del que se ha encariñado, muere en pleno acto sexual con la joven ramera. Como ya ha quedado dicho, Ozon huye del moralismo, aunque yo diría que más bien desvía el punto de mira: no lo centra en el tema de la prostitución, sino que lo eleva a un contexto social. Si lo que se enseñamos a nuestros jóvenes es que lo importante es ganar mucho dinero, que ahí reside el verdadero éxito en la vida, luego no nos extrañe que ellos sigan ese camino al pie de la letra. El mundo de la prostitución son en realidad dos mundos: el que sale en los telediarios, el de la explotación pura y dura, y otro mucho más glamouroso en el que los hombres (y algunas mujeres) buscan las respuestas que no tienen en unos cuerpos perfectos que generan grandes sumas de dinero para quienes los poseen. De este mundo trata Joven y bonita, y lo hace con buen estilo y agudo discurso. Hablando de eso, Ozon consigue que su película, dividida en cuatro partes que coinciden a la vez con las estaciones del año y con las distintas etapas vitales de la protagonista, no caiga en lo discursivo, lo cual supone un valor añadido.
A François Ozon siempre se le dio bien eso de colocar y mover la cámara: su mirada se centra en la de Isabelle, que magnetiza de puro esquiva. Lo que no me gusta tanto es que las canciones sobreenfatizan las imágenes más de una vez, aunque el juego de espejos que el director ofrece con el cambio de música en la escena de la discoteca sí me parece brillante. Llama la atención el contraste visual entre las escenas de verano, cálidas y luminosas, y las del resto del año, que retratan una ciudad bella, pero gris.
Sin duda, el papel de puta de lujo que interpreta Marine Vacth en Joven y bonita va a suponerle a esta modelo un gran trampolín para su carrera cinematográfica. Lo merece: su Isabelle, bella y enigmática, la hace acreedora de buenos papeles de aquí en adelante. Las interpretaciones del resto de adolescentes que intervienen no me entusiasman en exceso, y en general me parecen inferiores a las de los actores veteranos, entre los que destaco a Géraldine Pailhas en el papel de la madre de la protagonista, y la breve pero rutilante aparición de Charlotte Rampling, actriz habitual en la filmografía del director.
Joven y bonita es una película que merece ser tenida en cuenta, por la inteligencia y la ausencia de corrección política con la que aborda un tema polémico, y porque está bien rodada por un cineasta que ya posee un puñado de obras interesantes en su carrera.