Después de reflexionar brevemente sobre el asunto, me sorprende que de pronto todo el mundo haya descubierto que el fútbol (no sólo el español) es terreno propicio para los grupos radicales, normalmente vinculados a la ultraderecha. Tantos años riéndoles (y lo que es peor, financiándoles) las gracias parecen haber sido borrados de un plumazo, en uno de esos frecuentes ataques de amnesia selectiva que suelen padecer los tiburones trajeados y sus medios informativos afines, que son casi todos. Yendo por partes, homenajear al individuo fallecido en la reyerta del pasado domingo es un insulto a toda la gente de bien de este país, que desde luego no es mayoría pero me consta que alguna queda. ¿Problema social? Hasta cierto punto. Los poderosos saben que son mucho más peligrosos los pobres que leen libros que los que dan hostias, porque éstos son mucho más fáciles de manipular. Vivimos en un mundo violento, nos guste o no: lo que mide el grado de salud de una sociedad es el mayor o menor empleo de la violencia, cierto, pero también quién la emplea y contra quién lo hace. La conclusión es que vivimos en una sociedad enferma, y que los ultras son la punta del iceberg. Si quieren acabar con los violentos, que empiecen con quienes les jalean, financian y, en no pocas ocasiones, utilizan a cambio de unos billetes para fines nada relacionados con el fútbol, deporte que en general es seguido en España con un interés y un fanatismo impropios de un país civilizado. Lo demás es la típica milonga llenainformativos que en unos días habrá pasado de moda mientras el verdadero mal sigue oculto, pero gozando de una salud excelente.