PLANES. 2013. 88´. Color.
Dirección: Klay Hall; Guión: Jeffrey M. Howard, basado en un argumento de John Lasseter, Klay Hall y Jeffrey M. Howard; Montaje: Jeremy Milton; Música: Mark Mancina; Diseño de producción: Ryan L. Carlson; Producción: Tracy Balthazor, para Walt Disney Pictures (EE.UU.).
Intérpretes: Dane Cook (Voz de Dusty Crophopper); Stacy Keach (Voz de Skipper); Brad Garrett (Voz de Chug); Teri Hatcher (Voz de Dottie); Julia Louis-Dreyfus (Voz de Rochelle); John Cleese (Voz de Bulldog); Priyanka Chopra (Voz de Ishani); Cedric The Entertainer (Voz de Leadbottom); Carlos Alazraqui (Voz de El Chupacabra); Roger Craig Smith (Voz de Ripslinger); Val Kilmer (Voz de Bravo); Anthony Edwards (Voz de Echo); Sinbad, Gabriel Iglesias, John Ratzenberger, Klay Hall, Danny Mann (Otras voces).
Sinopsis: Dusty es un avión fumigador que sueña con disputar carreras de velocidad. Se inscribe en la vuelta al mundo, y para competir contra los mejores tendrá que superar su nulo pedigrí y su propio miedo a las alturas.
Aviones es un spin-off de Cars, si bien el film no viene firmado por Pixar (aunque John Lasseter, el gurú de la casa, figure como productor ejecutivo y coautor del argumento de esta película), sino por el equipo de animación de la Disney. Concebida primero como cortometraje, y más tarde como lanzamiento para el mercado doméstico, al final acabó estrenándose en los cines de todo el mundo.
Quienes esperaran la excelencia de Pixar en Aviones quedarían sin duda decepcionados. Ni el presupuesto, ni las pretensiones, ni los resultados de esta película llegan al nivel alcanzado por la compañía que revolucionó el mundo de la animación a partir de Toy Story, lo que no significa que Aviones sea mala. La idea, sencilla y escasa de originalidad, es trasladar el universo de Cars a los cielos, y si uno consigue hacer la vista gorda ante el hecho de que todo lo que vea en esta película ya lo ha visto antes (y mejor), tiene a su alcance una hora y media de entretenimiento espectacular. Las escenas aéreas son puro virtuosismo, el ritmo es frenético y muchos personajes derrochan simpatía. De acuerdo en que nada es original, pero también tiene su gracia que el héroe de un film de Disney sea un ejemplo de superación de la clase obrera. Dusty se pasa la vida fumigando campos, ha volado miles de kilómetros pero no conoce mundo, y en su interior sabe que vale para algo más que para desparasitar maizales. Su fe en sí mismo, que deja clara al embarcarse en una empresa en apariencia inasumible, le granjea el apoyo de sus amigos Chug y Dottie, y consigue que un veterano piloto de combate, Skipper, acceda a entrenarle. Lo curioso es que Dusty tiene miedo a las alturas, por lo que sólo puede volar bajo. Evidentemente, la élite de los aviones de velocidad se parte de risa cuando ven que un avión fumigador se presenta a las pruebas clasificatorias para la vuelta al mundo, pero el cachondeo cesa cuando Dusty no consigue clasificarse por milésimas. Al final, entra en la carrera por la descalificación de un tramposo, y una vez en ella empieza a ganarse las simpatías de sus competidores, a excepción de las de Ripslinger, el arrogante campeón. Sí, todo esto está en Cars, que además es técnicamente perfecta (a Aviones la dejaremos en un notable: la diferencia entre ambas se acentúa más en la música, que en el spin-off no es nada del otro mundo), pero aquí se copia con gracia (a excepción de la propaganda que se hace del ejército yanqui). La escena de la serenata nocturna, y la visualización de sus consecuencias, son para mí muy buenas, y no son las únicas. No es poca cosa en el cine de entretenimiento contemporáneo.
Tampoco en las voces parece que estemos ante un producto de primera división, pero no hay que olvidar que aquí aparecen actores importantes como Stacy Keach, John Cleese o Val Kilmer, aunque los dos últimos en roles demasiado secundarios para mi gusto. Julia Louis-Dreyfus luce su magnífica voz, y el protagonista, Dane Cook, está mejor que en varias de las películas en las que aparece físicamente en pantalla.
No es Pixar, pero tampoco material de derribo, ni de lejos. Se deja ver, a ratos se disfruta casi tanto como de su hermana mayor, y da lo que promete: hora y media de entretenimiento bien facturado. Las obras maestras ya saben dónde buscarlas.