CHRISTOPHER HITCHENS. Dios no es bueno. DeBolsillo. 332 páginas.
Una de las personas que, en los últimos años, ha dejado este mundo demasiado pronto es Christopher Hitchens, intelectual lúcido y valiente en un mundo en el que cuesta encontrar gente que reúna una sola de estas tres cualidades. Confieso que soy un ateo convencido, que estoy seguro de que cuando muera iré al mismo sitio (la nada) que todos los que creen que irán a otro mejor, y que creo que el monoteísmo es el mayor cáncer de la humanidad. Por tanto, Dios no es bueno es un libro que, tarde o temprano, tenía que leer. Y lo he hecho con entusiasmo, paseándolo orgulloso ante esos puestos callejeros de desalmados salvaalmas que se aprovechan de nuestro exceso de tolerancia.
Decir que Hitchens no deja títere con cabeza es decir lo justo. Partiendo de un concienzudo y documentado estudio de los libros sagrados, y recurriendo muy a menudo a experiencias personales vividas en distintos lugares del mundo, el autor desmenuza, con un estilo no exento de humor, las ficciones, las mentiras y las infamias sobre las que se han construido las religiones mayoritarias. Mitos imposibles, profetas de existencia dudosa y/o de vivencias construidas siglos después de sus revelaciones, o patéticos milagros son desenmascarados en estas páginas que demuestran que la profundidad del discurso no está reñida con la amenidad expositiva. Párrafo a párrafo, Hitchens describe a todos esos presuntos mensajeros de paz y amor que han inundado de sangre, muchas veces inocente, este desventurado planeta, a todos esos seres enfermos que odian la vida y que convierten en algo sucio y prohibido todo lo bueno que ella nos ofrece. Uno a uno, judaísmo, cristianismo, islam, budismo y otras tragedias de menor magnitud aparecen en las páginas del libro sólo para que el lector compruebe lo estúpidas que todas estas creencias pueden llegar a ser. No contento con eso, Hitchens, polemista genial, tan reconocido que incluso fue requerido por el Vaticano para hacer de abogado del diablo (imagino que él asumió ese papel con no poco orgullo) en el proceso de beatificación de ese ser malvado conocido como Teresa de Calcuta), rebate no sólo los razonamientos (por llamarlos de alguna manera) de los creyentes, sino que aborda los totalitarismos laicos, excusa habitual de los adoradioses modernos… para acreditar su asimilación a los fenómenos religiosos (quienes hayan estudiado los regímenes de Hitler o Stalin no necesitan mayores explicaciones, por mucho que el libro sea prolijo en ellas; los demás, que lean, o que vean más documentales en la tele).
Con todo, el libro deja un mensaje de esperanza, muy necesario en estos tiempos en los que los fanáticos religiosos se nos muestran en toda su impúdica crueldad. Hitchens nos dice que, en todos los períodos históricos, aun en los mas oscuros, y en todos los lugares, han existido mentes lúcidas que han desenmascarado las mentiras de la religión, pese a todas las adversidades a las que se enfrentaban (quizá ni siquiera el asesinato fuera la peor de ellas). Hoy, con toda la información que un ser humano medio tiene a su alcance, esa lucidez ya no está al alcance de unas pocas mentes privilegiadas: puede llegar a todas partes, y de ahí los presentes (y crecientes) nervios de quienes siempre han vivido muy bien a costa de dirigir y fomentar la ignorancia de la gente. Es necesaria una nueva, y radical, Ilustración, pero el triunfo de la razón y la ciencia es un camino que, desde luego, no será recto (hoy lo estamos comprobando de un modo nítido), pero no tiene vuelta atrás.
Dios no es bueno es un libro que me deja una deuda de gratitud con su autor, pues pocas veces he leído tanta verdad junta.