Dije antes de las uvas que este año 2015 debería traer cambios positivos en clave política. Ya toca, después de un largo período de miseria ética que ha llevado a mucha gente a la económica. El primer paso lo dio hace unos días el BCE, tomando una decisión tan correcta como tardía en materia de compra de deuda. El segundo paso debe darlo hoy Grecia con la deseable (no para los que mandan, desde luego) victoria electoral de Syriza, la coalición de izquierdas destinada a poner en jaque a los defensores de la austeridad a ultranza. Ah, y que nadie crea que ambos pasos no guardan relación entre sí: los cambios los hace la gente, y los adoptan los poderosos casi siempre contra su voluntad. Dicho de otra forma: ¿alguien cree que el apoyo popular a partidos como Syriza o Podemos no tendrá consecuencias prácticas? Quienes manejan los hilos sólo se vuelven un poco generosos cuando tienen miedo. Hacía décadas (desde la caída del muro de Berlín, para ser exactos) que no lo tenían. Sólo lo daban. Y mucho. Así nos ha ido. Los cambios también dan miedo, pero los poderosos han colocado a tanta gente al borde del precipicio (no sólo en Grecia y España, pero en ellas, a diferencia de lo que ocurre en otros lugares, son fuerzas progrresistas las que han conseguido canalizar el descontento mayoritario), que cualquier golpe de timón les parece que mejora lo presente. Hoy Grecia tiene la palabra. Si gana Syriza, tendrán que ser asumidas en la práctica dos cuestiones vitales y relacionadas: que la deuda griega es impagable y ha de ser reestructurada en profundidad, y que enviar a pueblos enteros al sacrificio para contentar al dios Déficit no sale gratis.