PASSION & POETRY: THE BALLAD OF SAM PECKINPAH. 2005. 115´. Color.
Dirección: Mike Siegel; Guión: Mike Siegel; Dirección de fotografía: Mike Siegel y Kara Stephens; Montaje: Mike Siegel; Música: Gitanes Blondes. Incluye canciones interpretadas por Kris Kristofferson; Producción: Mike Siegel, para El Dorado Productions-Manic Entertainment (Alemania).
Intérpretes: Sam Peckinpah, R.G. Armstrong, Ernest Borgnine, Kris Kristofferson, David Warner, L.Q. Jones, James Coburn, Senta Berger, Chalo González, Gordon T. Dawson, Katherine Haber, Bo Hopkins, Ali MacGraw, Daniel Melnick, Lupita Peckinpah, Fern Lea Peter, Isela Vega.
Sinopsis: Documental sobre la vida y obra del director Sam Peckinpah.
Uno de los cineastas más personales e influyentes del cine norteamericano es, sin duda, Sam Peckinpah. Admirado y controvertido, este director es el prototipo de outsider, en la línea de los perdedores que tantas veces retrató en sus largometrajes. El film de Mike Siegel traza un perfil biográfico-artístico bastante completo, narrado en orden cronológico (con la voz de un otro director rebelde como Monte Hellman) y salpicado por los testimonios de hombres y mujeres que conocieron bien a un hombre apasionado y contradictorio, que dejó para la posteridad un puñado de películas que pertenecen a la categoría del gran cine. Hijo de una familia acomodada y descendiente de hombres de leyes, Peckinpah vivió en el rancho familiar experiencias que supo plasmar en los numerosos westerns que filmó en sus años de madurez. Fue un joven rebelde, marcado por una relación siempre tirante con su madre y por el cariño hacia un padre que le veía como un joven necesitado de disciplina. Peckinpah fue a una escuela militar, donde fue líder en número de arrestos, se alistó en los Marines durante la Segunda Guerra Mundial (si bien nunca llegó a entrar en combate) y volvió del Ejército decidido a estudiar leyes, hasta que conoció a su primera esposa, actriz de teatro, y sintió la vocación de pertenecer al mundo del espectáculo. Actor (tiene un breve papel en La invasión de los ladrones de cuerpos, dirigida por su mentor, Don Siegel) y guionista, Peckinpah se formó escribiendo (y, en ocasiones, dirigiendo) westerns televisivos, que le sirvieron para aprender la técnica audiovisual, para saber que su lugar estaba detrás de la cámara, y para conocer a un grupo de actores y técnicos (R.G. Armstrong, L.Q. Jones, Strother Martin, Brian Keith, Gordon Dawson) que a partir de entonces le acompañaron en muchas de sus aventuras posteriores. Su primer largometraje, Compañeros mortales, es muy definitorio de lo que sería su trayectoria como cineasta: es un western, la amistad y la traición son dos de sus temas principales, e inaugura las innumerables disputas que Peckinpah sostuvo con los productores de sus películas. La tensión le motivaba, le hacía estar alerta, pero muchas veces se le iba de las manos. Y su carácter indomable no era bien aceptado por quienes ponían el dinero y esperaban docilidad a cambio. Especialista en el noble arte de morder la mano que le alimentaba, Peckinpah se consagró con Duelo en la alta sierra, cayó en desgracia con Mayor Dundee (película remontada una y mil veces, de la que no fue despedido por la intervención del protagonista, Charlton Heston), fue invitado amablemente a dejar la dirección de El rey del juego y Gloriosos camaradas, se vio relegado al ostracismo por la industria, regresó al primer plano con Grupo salvaje (película que le hizo ganarse el apodo de Bloody Sam), conoció el éxito comercial a los mandos de buenas películas (Perros de paja, La huida), fracasó con otras quizá mejores (La balada de Cable Hogue, Junior Bonner) que rompían su fama de cineasta hiperviolento, y sufrió de manera singular el remontaje de la que consideraba su mejor obra, Pat Garrett and Billy The Kid. Un cineasta díscolo e intratable como él, que gustaba de llevar sus rodajes a México para, entre otras cosas, escapar del control de los estudios, sólo podía mantenerse en pie si gozaba del favor del público, que a partir de esa película le fue esquivo. Irascible, desconsiderado, con facilidad para la humillación, Peckinpah fue cayendo con los años en un alcoholismo agudo, que más tarde acompañó con la adicción a la cocaína, hasta sumergirse en una espiral autodestructiva que no hizo sino ponerles más fáciles las cosas a quienes querían hundirle. Aún tuvo tiempo de rodar dos obras maestras incomprendidas, Quiero la cabeza de Alfredo García (tal vez les suene de algo) y La cruz de hierro, pero su decadencia fue tan penosa como rotunda su época de máximo esplendor. Todo esto se cuenta en un documental en el que se agradecen los toques de humor aportados por ese monstruo llamado Ernest Borgnine, las anécdotas narradas por Armstrong, Jones, Coburn y Kristofferson, y la emoción de Chalo González, el ayudante mexicano que estuvo a su lado en la gloria y en la caída. Pasión y poesía es un buen documental que nos habla del cine, y también de la vida, de un hombre que fue el vivo retrato de la parábola con la que se inicia su mejor película, Grupo salvaje: un escorpión atrapado en un hormiguero.