Los de siempre dirán que aquí no ha pasado nada, porque les conviene, pero la mayoritaria adhesión del colectivo de presos de ETA al acuerdo de Gernika supone un importante gesto de cara a conseguir una paz real y duradera en Euskadi. Nunca había visto a la organización armada vasca tan cerca de su desaparición como ahora, y no se me escapa que quienes siempre defendimos que no era posible acabar con ETA exclusivamente por la vía policial estábamos equivocados.
Cambiando de escenario geográfico, pero no de tema, quienes me conocen saben que no comulgo en absoluto con el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu. Sin embargo, el discurso que pronunció hace unas horas ante la Asamblea General de la ONU me parece sencillamente magnífico, digno de un verdadero estadista y no del reaccionario esclavo de los ultraortodoxos que estábamos acostumbrados a ver. Sé que una cosa son las palabras y otra los hechos, y que es muy probable que Netanyahu regrese en breve a sus coordenadas habituales, pero también las palabras y los gestos de unos y otros están diciendo mucho. Por ejemplo, sobre de qué lado está buena parte de la razón y sobre quién es el ventrílocuo que habla a través de la boca de Mahmud Abbas.